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esto se consigue, entre otros aspectos, gracias a que este tipo de propósitos permiten crear una fuerza de trabajo mucho más productiva y motivada, así como generar lazos más profundos con los consumidores y otros stakeholders.
Las cuatro acciones
Las compañías que siguen un propósito son más afines a obtener beneficios como un mayor rendimiento económico, lazos más fuertes con los consumidores o mayor capacidad de resiliencia y respuesta frente a los entornos de negocio cambiantes. Entonces, los responsables de las empresas, las marcas globales, las organizaciones sin ánimo de lucro y todos aquellos implicados se hacen esta importante pregunta: ¿cómo llevar el propósito a la práctica?
Para poder convertirse en una organización Purpose-Driven se deben iniciar estas cuatro acciones: definir, medir, comunicar e integrar. Definir la razón de existencia de la organización y posicionar la Responsabilidad Social Corporativa en el núcleo del plan estratégico. Medir los avances a través de propósitos permanentes y cuantificables. Comunicar el propósito de forma clara para incentivar la motivación, el aprendizaje y promover la retroalimentación. Por último, integrar el propósito en la toma de decisiones y en los avances de innovación de la
compañía.
Un cambio generacional
Durante décadas, el único propósito de la mayoria de empresas era alcanzar sus objetivos financieros y maximizar sus beneficios
Este cambio de modelo se hizo más necesario tras el cambio generacional. Las empresas capaces de solucionar problemas en el día a día de las personas tienen un mayor potencial para retener y fidelizar clientes a largo plazo, pero, además, otro aspecto crucial es la preferencia creciente que existe, especialmente entre los consumidores más jóvenes, por aquellas empresas que tienen en cuenta la responsabilidad social. Por lo tanto, las empresas con propósito tienen la capacidad de generar mayor confianza y aumentar las tasas de satisfacción. Y esta es una corriente que se va a seguir extendiendo en los próximos años, debido también, entre otras causas, a las iniciativas que los organismos públicos están poniendo en marcha para fomentar las empresas socialmente responsables. Pero este cambio generacional no está únicamente relacionado con los consumidores. Las compañías mejoran sus resultados cuando sus empleados, en particular los más jóvenes, en general millennials de entre 26 y 41 años, creen en el propósito de su empresa. Las nuevas generaciones poseen un mayor rendimiento laboral y compromiso organizacional cuando perciben su trabajo como más significativo.
Durante décadas, el único propósito de la mayoría de las empresas era alcanzar sus objetivos financieros y maximizar beneficios. Pero las empresas Purpose-Driven generarían valor financiero a través de un servicio aportado a la sociedad, y esto se consigue, entre otros aspectos, gracias a que este tipo de propósitos permiten crear una fuerza de trabajo mucho más productiva y motivada.
El sentimiento de formar parte de algo superior, o estar sirviendo a unas causas importantes, más allá del propio interés, es uno de los factores motivadores de las personas a la hora de abordar su trabajo. Por el contrario, trabajar únicamente por dinero es un factor de riesgo que puede derivar en problemas de desmotivación, o síndrome de burnout. En este aspecto, un profesional realizado, y con propósito, se traduce en un mayor nivel de creatividad, entusiasmo y predisposición a la colaboración. Estos factores son cruciales para que las empresas puedan implementar estrategias a largo plazo y retener talento.
En la actualidad, es fundamental que las empresas apuesten por buscar un bien al que puedan servir, un sentido intrínseco en el desarrollo de la sociedad. Esto les permitirá obtener mejores resultados en rendimiento y motivación de sus empleados, mejor relación con sus inversores y consumidores, y las que en tiempos de recesión serán más resistentes.