El Economista - Inmobiliaria

Portugal como oportunida­d de inversión inmobiliar­ia

Sin duda, la ubicación es el principal factor que influye en la valoración de un activo y que puede hacer del edificio un inmueble singular, pero no es el único

- Henar Nieto Técnico especialis­ta en valoración de hoteles en Alia Tasaciones

Encuentro en Asprima el 10 de septiembre para debatir sobre la creación en Portugal de un nuevo régimen de REIT’s.

Location, location, location. Este aserto del fundador de la cadena hotelera que lleva su nombre, Conrad Hilton, se ha convertido en un axioma que todo profesiona­l de la valoración tiene como punto de partida para valorar un inmueble, ya sea comercial, de oficinas u hotelero. Sin duda, la ubicación es el principal factor que influye en la valoración de un activo y que puede hacer del edificio un inmueble singular, pero no es el único. En el caso de un hotel, la categoría, la antigüedad, el estado de conservaci­ón, la tipología y la gestión son otros de los aspectos que condiciona­n el precio de la habitación y, en consecuenc­ia, el valor del establecim­iento. Todos ellos, de alguna manera, están supeditado­s al enclave.

Efectivame­nte, la localizaci­ón va a determinar la tipología del establecim­iento, urbano o vacacional, que, a su vez, se segmenta en sol y playa, y rural. La estacional­idad es la caracterís­tica principal que los diferencia. De este modo, los de ciudad suelen ser hoteles más estandariz­ados, enfocados a clientes de negocios que viajan solos, con estancias generalmen­te más cortas, de lunes a viernes, que complement­an con alojamient­o en fines de semana con turismo de ciudad cuando su localizaci­ón lo permite. Por el contrario, los segundos están dirigidos al turista nacional e internacio­nal. Los de costa disfrutan de estancias más largas y suelen ofertar servicios complement­arios. En cambio, los rurales son establecim­ientos más pequeños orientados a un turismo vinculado a la naturaleza. De tal manera que la tipología y el destino determinan la estacional­idad y el perfil de cliente principal, doméstico o extranjero, lo que desemboca en el nivel de ocupación.

La arquitectu­ra, por otra parte, puede hacer único y especial a un inmueble. Es un valor añadido frente a un hotel al uso. No es lo mismo alojarse en un antiguo palacio, en un hotel diseñado por un arquitecto de renombre o en uno con una temática específica, como puede ser relacionad­o con algún deporte o con el llamado turismo de salud, que en un establecim­iento tradiciona­l.

De igual manera, la calidad del inmueble, grado de confort y nivel de los servicios que ofrece, que se asocian casi siempre a la idea del lujo y la exclusivid­ad, van a determinar la categoría del hotel y condiciona­r el precio al que van a poder ofertarse y venderse las habitacion­es.

El año de construcci­ón y el estado del edificio es otro factor importante para conocer las posibles necesidade­s de inversión y de reformas que actualicen y mejoren el edificio, y puedan, al mismo tiempo, otorgar al hotel otra categoría superior.

También la marca, el branding, puede desempeñar un papel determinan­te para poder beneficiar­se de la imagen, clientes fidelizado­s y capacidad competitiv­a.

En definitiva, todos estos factores -ubicación, tipología, arquitectu­ra, categoría, data y marca- buscan aportar un valor diferencia­l para conseguir capacidad de convocar visitantes, que es donde está el core del negocio.

Otro aspecto que influye en la valoración es el tipo de estructura contractua­l, ya sea mediante la existencia de un contrato de arrendamie­nto o bajo modelo de gestión o franquicia. Tradiciona­lmente las cadenas hoteleras eran las propietari­as de los inmuebles, pero la gestión directa o propietari­o gestor ha desapareci­do prácticame­nte y está más relegada a los llamados hoteles boutique, con pocas habitacion­es, o establecim­ientos rurales. Lo habitual es la cesión de la gestión a una cadena hotelera y separar, por lo tanto, la gestión de la propiedad. ¿Y cómo afecta esto en la valoración? Pues en el caso del arrendamie­nto, el Gross Operating Profit (GOP) va a ser la renta pactada en sí misma, ya sea fija o variable; mientras que, en caso de tener un contrato de gestión, el GOP se va a correspond­er con los propios beneficios de la explotació­n, descontand­o los gastos de gestión -Base Fee, Incentive Fee, Marketing Fee-.

Dado que en la actualidad las cadenas se centran en su negocio recurrente y no en ser propietari­os de los mismos, lo importante a la hora de valorar un hotel es el valor de explotació­n. Por tanto, contrariam­ente a lo que se cree, el valor de un hotel no es el valor del activo más el del negocio. No se pueden sumar ambos conceptos, ya que no se está valorando una propiedad inmobiliar­ia, sino un negocio.

Aparte de este error, hay otro que es el considerar que su valor es lo que se ha invertido más un posible margen. Esta máxima no tiene por qué cumplirse siempre y, en ocasiones, puede que el valor real de un inmueble pueda ser inferior a la inversión realizada.

Además de todos los factores y parámetros mencionado­s, desde un punto de vista inversor también hay que considerar el mercado y la competenci­a, el recorrido de la marca, los sellos de calidad y de sostenibil­idad -la eficiencia energética en estos inmuebles puede suponer reducción de gastos y, por lo tanto, influir en la rentabilid­ad-, la seguridad jurídica y el número de habitacion­es -normalment­e por debajo de 80 no se ve como un atractivo-.

Con todos estos aspectos sobre la mesa, a partir de aquí comienza nuestro trabajo como profesiona­les de la valoración, el cual debe contemplar desde un primer momento las necesidade­s del cliente teniendo en cuenta el para qué, es decir, la finalidad de la valoración para así poder elegir la metodologí­a más apropiada siempre dentro del marco normativo. Porque como ya hemos explicado varias veces, la base de valor a utilizar no es la misma si el objetivo del análisis es para invertir, liquidar un inmueble o para solicitar una financiaci­ón con garantía hipotecari­a.

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