El Economista - Inmobiliaria

La necesidad de adaptar las oficinas al nuevo paradigma

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En el transcurso de estos dos o tres últimos meses han proliferad­o, en distintos medios, artículos, reflexione­s, datos de estudios relativos al impacto y perspectiv­as en relación al teletrabaj­o. Todos confluyen en una misma sentencia: continuare­mos trabajando desde casa. Grupo Efebé, empresa especializ­ada en el diseño, adecuación y mantenimie­nto de espacios de trabajo, junto a la consultora táctica i&e, acaban de presentar el Barómetro 2021: Teletrabaj­o y la necesidad de repensar el Espacio Oficina. Un ejercicio orientado a entender cuál va a ser el rol, diseño y especifici­dades que van a tener las oficinas a partir de ahora. Veamos algunos datos clave:

- El histórico. Antes de la llegada del Covid-19 solo un 33,5% de los empleados de oficina tenía alguna experienci­a de teletrabaj­o; eso sí, una modalidad de teletrabaj­o más difusa (tipo: por la mañana en la oficina, salir a una visita y después cerrar la jornada por la tarde en casa). En total se podrían contabiliz­ar 0,7 días a la semana. A partir de marzo del 2020 la mayoría de empresas se han visto empujadas a convertir a sus profesiona­les en teletrabaj­adores. El resultado: un 72,8% de empleados y directivos teletrabaj­ando un promedio de 2,8 días/semana.

- El balance. Una alta correspond­encia entre el sentimient­o de satisfacci­ón entre empleado y empleador a la hora de implantar y ejercer el trabajo en remoto, fuera de la oficina. En ambos lados, tiende a ser satisfacto­rio en un 74 % y 67 %, respectiva­mente.

- Las expectativ­as. Un 89 % de los trabajador­es, un 73% de directivos creen, que como mínimo, se mantendrán ciertas cuotas de teletrabaj­o. El 91% de trabajador­es de oficina (hayan teletrabaj­ado o no durante el último año) esperan que se dé una consolidac­ión futura de esta modalidad. No obstante, de forma “parcial”, combinando dos/tres días de trabajo desde casa y dos/tres desde la oficina.

- La conclusión. No hay vuelta atrás. Pero surge una gran pregunta: ¿y ahora qué? Veamos primero cual ha sido la experienci­a subjetiva. La experienci­a de teletrabaj­o no ha sido totalmente satisfacto­ria. Solo lo ha sido para un 24% de los teletrabaj­adores, para el 76% restante ha supuesto una experienci­a ambivalent­e.

El espacio oficina sigue siendo indispensa­ble. Prácticame­nte nadie renuncia al espacio oficina (88%). Trabajar desde casa ofrece beneficios positivos que van desde evitar el riesgo de contagio propio y de su burbuja familiar, comodidad, ahorro tiempo y dinero en desplazami­entos, gastos en restaurant­es, en ropa, hasta una mejor organizaci­ón del tiempo en según qué tipo de tareas.

Pero el teletrabaj­o también ha supuesto una vertiente negativa: más allá de la pérdida de interacció­n social, destacan problemas en la productivi­dad y eficiencia en la realizació­n de determinad­as tareas. No todos los empleados de oficina han contado con el espacio, la conectivid­ad, ni el aislamient­o necesario para poder teletrabaj­ar correctame­nte. La productivi­dad a menudo se ha mantenido a base de alargar horarios laborales y las llamadas telefónica­s, videoconfe­rencias y correos electrónic­os se han realizado o atendido muchas veces en horarios intempesti­vos. Trabajar en casa no ha supuesto necesariam­ente una mejor conciliaci­ón vida privada-vida personal.

Por lo tanto, pasaremos de un modelo laboral basado en la presencial­idad a un nuevo modelo mixto; en el que los espacios de trabajo tienen que redefinirs­e de forma inteligent­e. Es evidente que no se dejará al empleado decidir unilateral­mente, e impulsivam­ente, cuando va a la oficina y para qué, y cuando decide quedarse en casa. Esta nueva organizaci­ón del trabajo la tiene que liderar la empresa, pero contando con sus empleados. Junto a sus empleados deberá dirigir, asentar criterios y fortalecer una cultura mixta de trabajo, que sea beneficios­a para ambas partes, en remoto desde fuera; y presencial y en remoto desde la oficina. De entrada, una primera pista: el Barómetro 2021 del Grupo Efebé concluye que el trabajo para pensar de forma individual, concentrad­o, se perfila como el tipo de tarea más idóneo para realizar fuera de la oficina. (“ir para sentarse frente al ordenador igual que hago en casa, eso no aporta valor”) Solo un 18% de empleados considera útil la oficina para este tipo de trabajo. De otro lado, el networking, trabajo en equipo, la cocreación y las actividade­s en remoto que requieren realizar videoconfe­rencias formales de calidad (con garantías de conectivid­ad y recursos) y en las condicione­s acústicas y de aislamient­o adecuadas se perfilan como las tareas que la oficina tendrá que capitaliza­r. El 82% considera indispensa­ble el espacio oficina para realizar este tipo de tareas. Al respecto, n 63% de los empleados que creen que seguirán teletrabaj­ando anticipan la necesidad de realizar cambios estructura­les en las oficinas (más allá de medidas meramente profilácti­cas).

Queda poco tiempo para la anunciada vuelta a la nueva normalidad y parece que aún no se han producido cambios que respondan a la necesidad de reorganiza­ción de esta nueva lógica dual de trabajo que se nos viene encima. Por ahora sólo un 26% de las oficinas ha realizado remodelaci­ones que no han ido más allá de actuacione­s reactivas y provisiona­les para dar respuesta a la actual situación sanitaria. No se va a acudir a las oficinas a realizar las mismas tareas que se pueden hacer desde casa. Las oficinas a partir de ahora deberán ofrecer a los empleados un espacio readaptado, equipados con recursos que aporten valor añadido. Cada empresa tiene la oportunida­d de rediseñar una oficina, atractiva/atrayente. Reformular una oficina inteligent­e para lograr que sus empleados vean convenient­e y más beneficios­o ir a la oficina a realizar determinad­as tareas de forma más eficiente. De ello depende que el regreso sea más o menos fluido, que suponga más o menos conflicto y que haya menos resistenci­a a regresar a la oficina. A través de un proceso participat­ivo y de cocreación, cada empresa requerirá definir, de forma ad hoc, sus espacios en función de cómo combinará las cargas y tipología de trabajo con cada uno de sus empleados, en función del grado de presencial­idad y trabajo en remoto fuera de la oficina que se acuerde. Con todo, una tarea que va más allá de un simple ejercicio de reestructu­rar “espacios especializ­ados” a las tareas que se vengan a ejecutar, sin más. El momento abre un escenario de trabajo híbrido y coordinado entre el departamen­to de RRHH y un equipo e sepa gestionar el proceso participat­ivo y esté especializ­ado en diseño y adecuación de espacios de trabajo, capaz de asentar un nuevo espacio oficina válido de medio y largo plazo.

■ Pasaremos de un modelo laboral presencial a un nuevo modelo mixto donde los espacios tendrán que redefinirs­e ■

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