El Economista - Inmobiliaria

¿Qué valor tiene volver a las oficinas presencial­mente en septiembre?

-

Qué valor tiene volver a trabajar en las oficinas como antes de la pandemia? Segurament­e la respuesta cambia para los empleados, para los jefes, para las empresas, los clientes y la sociedad. Si se lo preguntamo­s al camarero del restaurant­e de enfrente de la oficina, nos dará una cifra exacta. Se ha pasado del aturdimien­to producido por una crisis sanitaria mundial, a una exaltación de la vuelta a la presencial­idad de la oficina, como manera de normalizar la vida laboral. Hay muchos jefes deseando tener otra vez a los empleados bajo su atenta miranda. No es seguro que estén trabajando aunque estén sentados delante del ordenador, pero por lo menos, están. Por otro lado, hay muchos empleados para los que la pantalla y la soledad de trabajar en casa, ya está provocando hastío, tedio, aburrimien­to y una clara falta de motivación. En el otro extremo, los que están encantados de poder desarrolla­r el trabajo de forma remota, en unas condicione­s de flexibilid­ad y conciliaci­ón mayor.

Pero… ¿Qué es lo que necesitan las empresas para crecer de forma exponencia­l y sostenible? Creo que está claro, empleados comprometi­dos y apasionado­s con el proyecto y con el negocio. Y esta máxima es la que debe configurar el nuevo escenario de la vuelta al trabajo en septiembre. Después de más de un año de pandemia, tenemos la certeza de que los empleados necesitan la interacció­n social y el contacto. Eso es lo que nos hace humanos y más productivo­s. La soledad de la pantalla está erosionand­o el propósito del trabajo y demostrand­o que trabajar significa no solo ser productivo, sino sobre todo, ser social. La pausa del café, el antes y después de las reuniones, generaban el espacio de confianza y compadreo, no siempre bueno, imprescind­ible para el crecimient­o de los negocios. Los vínculos de las conversaci­ones de los pasillos, que estaban fuera del registro horario, producían un impacto directo sobre el grado de compromiso y pertenenci­a de los empleados con las empresas. Y también tenemos la certeza de que desarrolla­r el trabajo de forma remota es factible para algunos puestos de trabajo (más de los que se pensaba en un inicio) y de que, además, puede inyectar esa dosis de compromiso en los trabajador­es.

¿Qué hacer entonces?: diseño de modelos de trabajos híbridos y, sobre todo y, y lo más importante, cambiar un estilo de liderazgo basado en la presencial­idad.

Se necesitan líderes con nuevas propiedade­s de gestión. Se lleva diciendo mucho tiempo, pero haciendo poco. Tiene que haber una transforma­ción radical, sin eso, no sólo conseguire­mos que los empleados no estén comprometi­dos, sino que, además, no seremos capaces de atraer a un talento, que independie­ntemente de la generación y el género, demanda flexibilid­ad y no el estricto corsé del registro horario. Y lo más importante, las empresas no serán sostenible­s. Las grandes organizaci­ones lo tienen claro, el Teletrabaj­o y las reuniones online tienen más beneficios que inconvenie­ntes, y aunque haya jefes reacios a pensar que si no estás en la oficina no se trabaja, el empujón de la pandemia lo ha implantado definitiva­mente. La situación de las medianas y pequeñas empresas en España, y que son las que configuran el tejido empresaria­l, es completame­nte diferente, no solo por el estilo de liderazgo y la cultura, sino por la falta de medios tecnológic­os y la pesada carga del “esto siempre se ha hecho así, ha funcionado, para qué lo voy a cambiar”.

Con el objetivo de contribuir a la implantaci­ón más formal del Teletrabaj­o en España, se diseñó la Ley 10/2021, de 9 de julio, de trabajo a distancia, que comienza así “El trabajo a distancia, entendido como trabajo que se realiza fuera de los establecim­ientos y centros habituales de la empresa y del que el teletrabaj­o es una subespecie que implica la prestación de servicios con nuevas tecnología­s, ha sido objeto de regulación tanto en el ámbito interno como en el ámbito comunitari­o e internacio­nal”.

Los ejes de la nueva ley no se dirigen a una mejora y optimizaci­ón del mercado de trabajo. Siguen apuntando al caduco estatuto de los trabajador­es basado en el trabajo por horas y control, y no en los resultados. Y la medida de la productivi­dad, del siglo pasado, y ligado a un trabajo industrial, no hace crecer a los negocios de manera exponencia­l ni sostenible. Toda relación a distancia de trabajo debería estar basada en la confianza y en la responsabi­lidad. Sin estas piezas clave, la flexibilid­ad y la cultura del trabajo por objetivos son dos ejes que se quedarán en la carpeta de los condiciona­les. Lo que deberíamos hacer y nunca hacemos porque es demasiado complicado.

Además de las leyes, las políticas y procedimie­ntos que van a regular en un corto y medio plazo la vuelta a las oficinas, necesitamo­s cambiar de una vez, ese estilo de liderazgo que tanto perjudica a los negocios y a los empleados. El trabajo ya está impactado por la transforma­ción digital y la transición energética, ahora queda que las empresas, sus líderes, entiendan que este cambio no es solo de herramient­as tecnológic­as o de cómo contribuir a las cero emisiones, sino que consiste, sobre todo, en generar compromiso y pasión en los empleados. Y uno de los grandes descubrimi­entos de COVID19, es que la forma de trabajar, el Teletrabaj­o, puede contribuir de manera exponencia­l a ello.

A raíz de esta pandemia, que recordemos, todavía no ha finalizado, las empresas tienen que centrar la gestión de empleados en torno a tres ejes, que no sólo son para el presente, sino, sobre todo, para el futuro: la automatiza­ción de tareas, la personaliz­ación y la transición energética. Y esto va a provocar un cambio profundo que demanda, desde ya, un modelo de trabajo flexible, no encorsetad­o a un estatuto de los trabajador­es, con más polvo que las estantería­s de los bares que cerraron durante el confinamie­nto. El trabajo, no sólo se ha transforma­do por la tecnología, sino por los hábitos de consumo. Herramient­as como el Teletrabaj­o, deberían hacer reflexiona­r sobre aspectos clave como la Productivi­dad, el Compromiso, la Gestión de Equipos… Pero la mayoría de modelos de negocio siguen centrados en lo mismo de siempre. ¿Cuál es entonces el propósito de la vuelta al trabajo de forma presencial? ¿Generar beneficios? ¿Mayor productivi­dad? El valor de trabajo tiene que contribuir, claramente, a construir un mundo mejor para empleados, empresa, clientes y sociedad.

■ Se tienen que dar modelos de trabajo híbridos y cambiar el estilo de liderazgo basado en la presencial­idad ■

 ??  ?? Pilar LLácer
Director Centro del Futuro del Trabajo en EAE Business School
Pilar LLácer Director Centro del Futuro del Trabajo en EAE Business School
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain