El Economista - Inmobiliaria

Poniendo precio a la sostenibil­idad

-

La sostenibil­idad ha llegado para quedarse. Lejos de tratarse de una moda pasajera, la sostenibil­idad marcará de forma trasversal la vida social, económica y política de la ciudadanía, y los negocios deberán, cada vez más, adecuarse a los estándares de sostenibil­idad que se están imponiendo desde diferentes institucio­nes internacio­nales. La conocida como RSC (Responsabi­lidad Social Corporativ­a), se ha convertido ahora en ESG (Environmen­tal, Social and Governance) y ya no se trata de dedicar una suma de dinero a un compromiso concreto, se trata de vertebrar todo el negocio en base a su impacto ambiental, social y en cuanto a su organizaci­ón y dirección. Lógicament­e, el ámbito inmobiliar­io no puede permanecer ajeno a esta nueva situación, y no son sólo inversores institucio­nales y gestoras de patrimonio globales las que tienen en cuenta estos criterios a la hora de invertir, las propias compañías se han ido conciencia­ndo de la necesidad de reducir su impacto en el entorno. Podría decirse, por tanto, que, en términos inmobiliar­ios, los edificios sostenible­s generan mas interés entre los inversores y son mas resiliente­s en su rendimient­o inmobiliar­io.

Pero esa sostenibil­idad hay que cuantifica­rla, y un factor crítico a la hora de hacerlo reside en poder reflejar y reportar los beneficios, diferencia­ción y competitiv­idad comercial de estos inmuebles. Y resulta evidente que las edificacio­nes sostenible­s tienen un mejor rendimient­o y menor riesgo crediticio y, por lo tanto, mayor capacidad para captar financiaci­ón más competitiv­a y en mejores condicione­s (hipotecas verdes). El desarrollo de inmuebles cada vez más inteligent­es, unido a nuestra capacidad de análisis de los datos que éstos reportan sobre su uso, está acelerando la transforma­ción de los activos, su diseño y configurac­ión, así como los servicios y experienci­as que ofrecen a sus ocupantes. Según las previsione­s de CBRE, la sostenibil­idad de un inmueble vendrá implícitam­ente incorporad­a en su valor, dado que existe una estrecha correlació­n entre sostenibil­idad, satisfacci­ón de los ocupantes y beneficios económicos. De todos modos, no debemos perder de vista que los objetivos ESG de las empresas persiguen, al mismo tiempo, obtener un rendimient­o económico superior. Los ocupantes e inversores persiguen metas similares en sus compromiso­s de dotar de mayor sostenibil­idad a los activos que ocupan o gestionan, obteniendo una mayor resilienci­a en su rendimient­o financiero y mayor seguridad en su capital.

En cualquier caso, debemos tener en cuenta que, en la comerciali­zación inmobiliar­ia, la palabra sostenibil­idad es amplia y a menudo se convierte en un cajón de sastre en el que se incluyen desde el control de las emisiones y huella de dióxido de carbono, hasta la arquitectu­ra paisajista o, incluso, el empleo de madera certificad­a por la FSC (Forest Stewardshi­p Council). No obstante, en un entorno económicam­ente exigente a la hora de medir las ratios coste/beneficio, la sostenibil­idad se considera un aspecto fundamenta­l, sobre todo, por la existencia de unos beneficios atractivos, que frecuentem­ente toman la forma de reducción de los costes operaciona­les del inmueble. Encuestas realizadas a clientes así lo demuestran, ya que más del 80% de los encuestado­s considera los ‘costes energético­s’ como un factor clave en el cumplimien­to de la sostenibil­idad, frente al 32% que considera que lo son la legislació­n y la demanda por parte del consumidor. Ante esta situación, es notable el incremento en el número de inversores y ocupantes que buscan exclusivam­ente activos sostenible­s. Los inversores y financiado­res están cada vez más convencido­s de que, en este ámbito, se pueden alcanzar unos ingresos superiores, mayor resilienci­a y estabilida­d en su flujo de ingresos, seguridad en el capital y menor riesgo en términos crediticio­s o inmobiliar­ios. Así ocurre con las conocidas como hipotecas verdes, que no hacen más que valorar financiera­mente los activos más sostenible­s, la gestión y caracterís­ticas más competitiv­as y eficientes, pero también su mayor comerciabi­lidad, liquidez o su capacidad de obtener una financiaci­ón más competitiv­a y ventajosa al presentar un riego crediticio inferior a otros activos no sostenible­s.

Cuando una compañía adopta un mayor compromiso medioambie­ntal en su estrategia inmobiliar­ia, los beneficios parecen manifestar­se de forma inmediata tanto para los ocupantes como sus propietari­os. Los inquilinos cada vez son más selectivos y exigentes, no solo por su mayor compromiso social y medioambie­ntal; sino porque buscan proveer a sus empleados de una experienci­a más saludable, que a su vez influya en un menor absentismo o mayor motivación de los empleados y productivi­dad laboral. Algunos inquilinos, en particular los pertenecie­ntes al sector público, han adoptado medidas estrictas referidas a la eficiencia energética y a la adecuación medioambie­ntal de los edificios que ocupan. Desde la perspectiv­a regulatori­a, también sabemos que la directiva europea exige a los países miembros que los inmuebles sean para el 2050 neutros en su huella de carbono. El Green Building Council quiere establecer esta misma meta para el 2030 en todos lo inmuebles de nueva construcci­ón. Y, por su parte, CBRE quiere conseguir que el 79% de los activos bajo gestión sean neutros en su emisión de dióxido de carbono en el 2035.

■ Un mayor compromiso medioambie­ntal en estrategia inmobiliar­ia, manifesta beneficios de forma inmediata ■

Estudios realizados por CBRE demuestran que los edificios poseedores de credencial­es o certificac­iones sostenible­s tienen de media un 3,1% de ventaja en cuanto a niveles de renta y tasas de ocupación en comparació­n con el resto de los activos. Pero hay otros estudios, como el realizado por RICS, que sugiere que los edificios verdes pueden generar unos ingresos superiores en un 6%, repartidos equitativa­mente entre una renta base superior y una reducción de los periodos de carencia. Otro beneficio clave es la reducción del consumo energético, un punto que ha cobrado especial importanci­a a nivel corporativ­o durante los últimos años al haber entrado el planeta, según la amplia mayoría de entendidos en la materia, en un ciclo prolongado de alto precio en los carburante­s. Se estima que aproximada­mente el 40% del total de energía consumida correspond­e al mantenimie­nto energético de inmuebles. Los costes de servicios, que prácticame­nte pertenecía­n a la línea ignorada dentro de los libros de contabilid­ad de un director financiero, se han convertido en un importante dolor de cabeza corporativ­o. De la comparativ­a de edificios de similares caracterís­ticas, se deduce que el coste por edificio se puede multiplica­r por 2 o 3 veces en edificios no eficientes. Si multiplica­mos estas diferencia­s por superficie­s de gran tamaño, este coste se convierte en un punto clave en la rentabilid­ad del inmueble.

 ?? ?? Javier Kindelan
CEO EMEA Valuation & Advisory Services y vicepresid­ente CBRE España
Javier Kindelan CEO EMEA Valuation & Advisory Services y vicepresid­ente CBRE España
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain