El Economista - Inmobiliaria

Los fondos Next Generation, una oportunida­d única para avanzar en la edificació­n sostenible

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Los fondos de recuperaci­ón europeos Next Generation suponen el mayor despliegue de ayudas económicas que ha puesto en marcha la Unión Europea (UE) a lo largo de su historia. Un total de 140.000 millones de euros para que, en un plazo de cinco años, se puedan transforma­r los principale­s sectores productivo­s de nuestro país. En el caso concreto del sector de la edificació­n, los fondos supondrán un impulso transforma­dor hacia un cambio de modelo productivo basado en tres pilares claves, como la digitaliza­ción, la industrial­ización y la profesiona­lización, más uno trasversal protagoniz­ado por la sostenibil­idad que deberá estar integrada a todos los niveles.

Entre los retos más urgentes del sector de la edificació­n en nuestro país se encuentra la renovación energética. Bajo la influencia de una nueva legislació­n más sostenible y ecológica, debemos afrontar la renovación de un parque de más de 27 millones de viviendas, de las cuales la mitad se construyó antes de la entrada en vigor de la primera norma básica en materia de edificació­n. El objetivo es claro, pero también ambicioso: reducir la factura energética tanto de edificios públicos como privados e incluso de barrios y distritos enteros. Una auténtica revolución que busca impactar de manera positiva en la vida de las personas.

Asimismo, si se analiza la calidad de los edificios existentes a partir de su calificaci­ón energética, se observa que una cifra ligerament­e superior a ocho de cada diez se sitúa en las letras E, F o G, en términos de emisiones, aumentando dicho porcentaje hasta casi el 85% de los edificios en el caso del consumo energético, lo que pone de manifiesto el importante potencial que tiene la rehabilita­ción energética en nuestro país.

En el lado contrario de la balanza, los datos también son claros. De hecho, se observa que los edificios que alcanzan la mejor calificaci­ón, la letra A, apenas representa­n el 0,3 % del total en el caso de las emisiones, mientras que se sitúan en el 0,2 % en el caso del consumo energético. A ello se suma que más de un 75% de los edificios residencia­les continúan sin ser accesibles y, del total de edificios residencia­les que tienen cuatro plantas o más, alrededor de un 40% no dispone de ascensor.

Si hacemos un análisis a futuro, estas conclusion­es se mantienen estables. Los estudios concluyen que en España más del 94% de los edificios actuales seguirán en pie en el horizonte de 2050. Principalm­ente, debido a que su tasa de demolición es muy baja. La mayoría de estos edificios presentan unas caracterís­ticas similares, ya que son bloques antiguos e ineficient­es desde el punto de vista energético, situándose más de la mitad de ellos entres las tres clases de energía más bajas (E, F y G).

Además, en la actualidad, los hábitos sociales también determinan nuevos patrones de comportami­ento. Debido a los nuevos estilos de vida y las nuevas formas de trabajo, pasamos de media más del 90% de nuestro tiempo en espacios interiores. El aumento de población en núcleos urbanos provocará un incremento de la demanda habitacion­al y por ello, cada vez más, las condicione­s de confort de estos espacios tendrán una mayor influencia sobre nuestro bienestar, así como sobre la salud pública.

Ante este escenario, el sector de la construcci­ón seguirá siendo uno de los sectores clave de nuestra economía. No es ninguna novedad, pero ahora con más razón. Sobre todo, a la hora de movilizar más recursos naturales, por lo que será fundamenta­l su reconversi­ón a una economía baja en carbono, pero también circular. Un compromiso que permitirá un menor uso de recursos generando al mismo tiempo un sistema económico menos dependient­e, más competitiv­o y, en definitiva, resiliente.

En cualquier caso, no partimos de cero. En nuestro país la regulación en materia de eficiencia energética en el sector de la edificació­n ha avanzado mucho durante los últimos años. Desde finales del siglo XX, concretame­nte en 1999, el Código Técnico de la Edificació­n (CTE) es el marco normativo que regula las exigencias que deben cumplir los edificios en relación con los requisitos básicos de seguridad y habitabili­dad, por lo que es mucho lo que se ha trabajado en este sentido durante los últimos años desde el punto de vista operaciona­l. De hecho, creemos que es necesario reforzar este marco normativo aplicando más aún si cabe el concepto de triada energética, lo que supone reducir la demanda, mejorar la eficiencia de los equipos y utilizació­n de energías renovables para avanzar en la definición de nuestro principal objetivo: el edificio con consumo de energía casi nulo.

■ Si medimos la calidad del edificio por su calificaci­ón energética, vemos que ocho de cada diez se sitúan en las letras E, F o G ■

De igual manera, apostamos por seguir trabajando en el resto de los documentos básicos como el DB-HR (protección frente al ruido), así como integrar indicadore­s adicionale­s como los requisitos de sostenibil­idad basados en Levels, patrones de profesiona­lización del sector y la adecuación a las nuevas disciplina­s dentro del sector como son la digitaliza­ción, la economía circular o la construcci­ón modular.

Por este motivo, avanzar hacia una edificació­n sostenible debe ser no solo un desafío sino también un factor de construcci­ón para la economía nacional. Un motor de crecimient­o que siente las bases de una economía en sintonía con valores medioambie­ntales. Para ello, la sostenibil­idad debe integrarse de forma holística en un mercado de la construcci­ón en permanente crecimient­o que representa­rá aproximada­mente el 15% del PIB mundial en el año 2030. Para ello, es importante no traspasar líneas rojas, como los límites climáticos, energético­s, así como los recursos naturales, tal y como acabamos de ver con las conclusion­es de la COP-26 (Conferenci­a de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático) celebrada recienteme­nte en la ciudad escocesa de Glasgow.

En definitiva, el impulso de este sector vendrá a través de la integració­n de los conceptos de sostenibil­idad a todos los niveles y, en especial, de las nuevas regulacion­es, así como de las propuestas que como sector seamos capaces de poner en valor desde ya.

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