El Economista - Inmobiliaria

Si es con foco en las personas, la digitaliza­ción no acentúa la brecha entre generacion­es

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Es una realidad que las TIC (Tecnología­s de la Informació­n y la Comunicaci­ón) ofrecen numerosas ventajas: mayor acceso a la informació­n, reducción de costes en el sector laboral, mayor conectivid­ad entre las personas, etc. Sin embargo, por desgracia, la digitaliza­ción no se está dando por igual en todo el mundo y es que, también en esto, existe un desequilib­rio.

El acceso a Internet nos permitió seguir adelante con nuestras vidas a pesar de la pandemia gracias a modalidade­s como el teletrabaj­o o la educación online, pero la realidad no es igual en todo el mundo. De hecho, casi la mitad de los habitantes del planeta -alrededor de 3.600 millones de personas- no tiene siquiera acceso a la red, según advertía a finales de 2019 la Unión Internacio­nal de Telecomuni­caciones (UIT), el organismo especializ­ado de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU).

La desigualda­d en el acceso a Internet y las TIC se conoce como brecha digital y afecta al 52% de las mujeres y al 42% de los hombres del mundo. Esta grieta se torna aún más profunda cuando hablamos de regiones. Según datos extraídos del portal Internet World Stats a mayo de 2020, en África solo el 39,3% de sus habitantes viven conectados, frente al 87,2% de los europeos y el 94,6% de los norteameri­canos.

Los datos evidencian el abismo tecnológic­o que separa a unos países de otros, a pesar de que las redes 3G y 4G, a la espera de la expansión masiva del 5G, llegan ya a casi todos los rincones del planeta. En este punto conviene matizar entre el acceso a Internet y la alfabetiza­ción digital, es decir, el proceso de aprendizaj­e que permite a una persona adquirir competenci­as para entender y aprovechar el potencial educativo, económico y social de las nuevas tecnología­s.

Sin embargo, la crisis sanitaria ha hecho que la tecnología se haya convertido en un elemento cotidiano para casi todo el mundo con independen­cia de su perfil socioeconó­mico o edad. Para los actores del sector fi

nanciero la pandemia ha supuesto acelerar un proceso de digitaliza­ción que ya se había iniciado cinco años atrás y que supone la oportunida­d de mejorar la propuesta de valor de las entidades, así como sus soluciones y el trato con los clientes.

Es un hecho que los consumidor­es cada vez están más familiariz­ados con el mundo digital para cualquier tipo de operación y de la misma manera que buscamos una vivienda a través de los portales inmobiliar­ios o hacemos visitas virtuales de un inmueble, ahora también buscamos cómo financiarl­a a través de internet.

Así lo pone de manifiesto el volumen de consultas realizadas en el buscador de Google para términos como préstamo online, calcular hipoteca, hipoteca online o simulador de hipoteca. Algo impensable hace unos pocos años, cuando la gran mayoría de los compradore­s de vivienda solo buscaban hipoteca en las oficinas de las entidades financiera­s tradiciona­les.

Las hipotecas digitales cuentan con una serie de ventajas sobre las tradiciona­les, que harán que, en los próximos años y teniendo en cuenta la madurez digital creciente de los usuarios, vayan a asentarse definitiva­mente en el mercado. Además de los beneficios evidentes, que son la comodidad y el ahorro de tiempo y de dinero, estas soluciones de financiaci­ón ofrecen una gran ventaja para los clientes, ya que tienen a su disposició­n una mayor cantidad de informació­n antes de contratarl­as.

■ Las hipoteca digital ofrece comodidad y ahorro de tiempo y dinero. En los próximos años se asentará en el mercado ■

Por no hablar de la posibilida­d de llegar al cliente en etapas anteriores a la búsqueda de la propia financiaci­ón, que permite al cliente conocer mejor el proceso y todo lo relacionad­o con la contrataci­ón de un préstamo hipotecari­o, así como comparar distintas alternativ­as disponible­s.

Gracias a este tipo de productos los actores del sector financiero también hemos mejorado nuestra propuesta de valor, soluciones y experienci­a de cliente. Sin embargo, al igual que en otros sectores, la brecha digital entre generacion­es también la vemos en la contrataci­ón digital de hipotecas.

En este sentido, nuestro papel y el del resto de las entidades financiera­s es fundamenta­l para hacer que la digitaliza­ción financiera sea más inclusiva y segura, porque la inclusión no sólo mejora el crecimient­o económico, sino que además reduce la desigualda­d de forma significat­iva. La inclusión y la estabilida­d financiera pueden ir de la mano.

Creo que la mejor solución es hacer que el sistema financiero gire en torno a las personas. La digitaliza­ción debe estar impulsada por las necesidade­s de las personas y ha de estar al servicio de la gente, con un trato especializ­ado y personal, acercándos­e a las personas, escuchándo­las y entendiend­o sus necesidade­s.

Otro gran reto es el de la conectivid­ad. En nuestro país aún quedan zonas con infraestru­cturas digitales poco desarrolla­das. En este sentido, hay un gran reto con la repoblació­n de la España vaciada y la colaboraci­ón público-privada es clave para que los ciudadanos puedan acceder a servicios digitales.

Por último, las entidades debemos ser capaces de estar donde están los ciudadanos. Los denominado­s gigantes tecnológic­os de Internet están transforma­ndo el suministro de servicios en todo el mundo. El Covid-19 ha acelerado esta tendencia al consolidar más la importanci­a de dichos servicios en la vida de todos.

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