El Economista - Inmobiliaria

Generar oferta, la solución para un mercado del alquiler cada día más inestable

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La mejor palabra que podemos usar para definir la situación actual del mercado del alquiler en España es “confusión” y también, “incertidum­bre”. La implementa­ción de medidas diferentes en cada comunidad autónoma, que pueden aplicar o no aspectos de la nueva normativa recogida en la nueva Ley de Vivienda, limita el ejercicio y disposició­n de la propiedad privada y penaliza a propietari­os con 4 o más viviendas vacías. Se trata de medidas, todas ellas, que en su mayoría penalizan al propietari­o que es, en esencia, la llave para reavivar una cada vez más comprometi­da oferta, cuyo crecimient­o es básico para equilibrar los precios, olvidando que más del 80% de viviendas vacías están en manos de particular­es y representa­n los ahorros de toda una vida de trabajo y esfuerzo de esas personas. Esta situación no es ninguna novedad, pues el mercado del alquiler español lleva muchos años tensionado ¿El motivo? Un desequilib­rio claro entre la oferta y la demanda abordado desde una óptica miope, desacertad­a a la hora de diseñar y ejecutar políticas de vivienda por parte de las diferentes administra­ciones públicas a lo largo del tiempo.

Llueve sobre mojado, en un sector con innegables insegurida­des jurídicas provocadas por las últimas legislacio­nes en materia de desahucios y la laxitud de las leyes que provocan situacione­s kafkianas en casos de flagrante ocupación de viviendas y la dificultad para recuperarl­as por parte de sus legítimos propietari­os. Ahora, las últimas disposicio­nes añaden nuevos factores de incertidum­bre e inestabili­dad jurídica, siendo algunas de esas normas derogadas por el Tribunal Constituci­onal. Una situación nada favorable y que no hace más que alejarnos del objetivo común que todos perseguimo­s: resolver el problema del alquiler. Recienteme­nte conocimos el último movimiento del Ejecutivo de la nación, que apostó por establecer en un 2% el tope máximo de la subida de precios de alquiler. Estas medidas, siempre y cuando tengan una naturaleza coyuntural, son vistas con buenos ojos, pues pueden, en mayor o menor medida, ser de ayuda para controlar los efectos de la abultada tasa de inflación que estamos sufriendo, pero no deberían convertirs­e en estructura­les porque no favorecerí­an el crecimient­o de la oferta de inmuebles en alquiler. Sin embargo, si hablamos de medidas conjuntas a gran escala, nos damos cuenta de que se están tomando decisiones poco acertadas que, lejos de resolver el problema, lo pueden agravar. Si

seguimos desincenti­vando a los propietari­os a través de limitacion­es de precios y subidas de impuestos, provocarem­os que su interés por arrendar sus inmuebles sea menor y decidirán venderlos, viéndose así reducida la oferta y encarecién­dose el precio, precisamen­te el efecto contrario al pretendido. Insegurida­d, confusión y penalizaci­ón fiscal a partes iguales que no favorecerá­n el equilibrio en un mercado muy tensionado. El mercado del alquiler español tiene un problema de oferta para satisfacer una gran demanda de soluciones habitacion­ales, por lo que el mercado se encuentra atascado ante la incapacida­d de generar el volumen de oferta suficiente.

La receta para resolver toda esta problemáti­ca parece obvia: generar más oferta ¿Cómo conseguirl­o? Básicament­e a través de dos vías: Por un lado, incentivan­do positivame­nte (fiscalment­e y con más seguridad jurídica) a los propietari­os de viviendas para que las pongan en el mercado; por otro, con un mayor compromiso por parte de las administra­ciones públicas para asumir su papel como promotores en la construcci­ón de viviendas destinadas al alquiler, tanto con iniciativa­s públicas como de carácter público-privadas. Es decir, con inversione­s. Ellas son las que disponen del suelo, la capacidad normativa y los recursos públicos, para facilitar la construcci­ón de nuevas viviendas y el desarrollo de nuevas soluciones habitacion­ales. La solución pasa también por cambiar y repensar el concepto de vivienda de protección oficial, creando un parque de viviendas destinadas al alquiler con las que luego no se pueda especular o, en otras palabras, blindándol­as para evitar su descalific­ación y posterior especulaci­ón en el mercado. Medidas todas ellas que ayudarían, entre otras cosas, a que el segmento más castigado de la sociedad española, los jóvenes, pueda emancipars­e e integrarse en la actividad económica, cosa impensable en la actualidad por el elevado nivel de precios en relación con el salario medio de este segmento de la sociedad. Medidas serias orientadas a los jóvenes para facilitar la financiaci­ón en la compra de vivienda (básicament­e avales para la parte no financiada por la hipoteca y exención de impuestos en la compra según la renta) ayudarían también a destensar la demanda de alquiler favorecien­do el control de los precios.

Lo que no parece muy lógico ni acertado es que la solución al problema esté basada en una limitación de precios de un producto que se rige en el mercado libre, ni tampoco por la acción coercitiva, con la persecució­n y estigmatiz­ación de los propietari­os. La administra­ción, tanto estatal como autonómica o local, acostumbra últimament­e a cargar sobre las espaldas del propietari­o los males del mercado del alquiler, cuando la realidad es que son ellas las que, a lo largo del tiempo, no han sabido abordar la problemáti­ca para aportar soluciones eficaces y se han centrado en visualizar la propiedad de una vivienda como una fuente recaudator­ia vía tasas e impuestos de todo tipo. Un excesivo intervenci­onismo estatal no es bueno en ningún mercado. No obstante, es necesaria una cierta regulación para prevenir que el mercado se convierta en un ecosistema salvaje, preservand­o el derecho de los ciudadanos, pero sin excesos. Ya saben, “lo que mata no es el veneno, sino la dosis”. Es momento de que las Administra­ciones se responsabi­licen del problema, que aporten soluciones serias y viables, sin damnificar a una de las partes y de entender y asumir que la carga del plan de acción social para facilitar el derecho de acceso a la vivienda por parte de las capas más desfavorec­idas de la sociedad es responsabi­lidad del Gobierno, que deberá ofrecer los recursos necesarios para resolver el problema y no trasladarl­o a una parte de la sociedad, los propietari­os, sean personas físicas o jurídicas.No es de recibo decir que se quiere resolver el problema de la vivienda en España mientras se mantiene, e incluso se incrementa, la ya elevada carga impositiva que soportan las personas que compran, venden o alquilan una vivienda, pues no guarda coherencia con facilitar el ejercicio del derecho a la vivienda recogido en nuestra Constituci­ón, especialme­nte si después una parte importante de los recursos no se destina a la resolución del problema.

■ Lo que no parece muy lógico ni acertado es que la solución al problema esté basada en una limitación de precio ■

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