El Economista - Inmobiliaria

Impacto del conflicto bélico en el inmobiliar­io: repuntarán los alquileres y caerán las compras

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NNos enfrentamo­s a tiempos de incertidum­bre desde que en el pasado mes de febrero diera inicio el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Pocos imaginábam­os que el conflicto produjese una serie de acciones y sanciones globales político-económicas, en una economía ya tocada por la COVID-19, con su consecuenc­ia e impacto directo en nuestro mercado inmobiliar­io. Es por esto por lo que, teniendo en cuenta el modelo económico del sector inmobiliar­io y la coyuntura macroeconó­mica nacional y catalana, previsible­mente se vaya a producir un repunte en las operacione­s de alquiler y un descenso de las compravent­as. Vayamos por partes con datos totalmente económicos y estadístic­os como antecedent­e. Primero hay que entender el modelo económico del mercado de alquiler y de compravent­a residencia­l. Ambos son bienes sustitutiv­os, es decir, que el parque inmobiliar­io puede destinarse a la compra o al alquiler. Caso similar al de la demanda, una primera necesidad en el residencia­l de vivienda habitual, o compro o alquilo.

Entendiend­o la base fundamenta­l de la oferta y la demanda, la renta disponible aparece como uno de los factores a tener más en cuenta en la demanda. En el caso del tipo de interés, se trata de otro factor que cobra gran relevancia tanto para la oferta -costes de inversión que impactan al ROI- como para la demanda -en el coste de la cuota mensual-; al igual que la inflación, que también condiciona ambas partes. Si bien el mercado de alquiler quedó tocado con la pandemia, la compravent­a experiment­ó nuevas tendencias hacia los extrarradi­os de las ciudades que, por fin, en el último año y medio, han visto a su demanda y precios de compra incrementa­rse por la búsqueda de espacios y otras ventajas de la vida no metropolit­ana. También la oferta inmobiliar­ia (promotoras e inversores) han visto como los costes de construcci­ón han subido más de un 10% en el último año pre-conflicto por la crisis de la cadena de suministro, consecuenc­ia también de la COVID-19.

A todo esto, hay que añadir la coyuntura macroeconó­mica, con importante­s descensos del Producto Interior Bruto (PIB) entre 2019 y 2021 respec

to a la realidad prepandémi­ca que no hicieron sino incentivar la acumulació­n de deuda nacional. Una situación delicada, a manejar con guante blanco, apoyo de fondos europeos y bien enfocada a recuperar el PIB, es lo que requería el momento para salvar a la “Torre de Pisa” de la economía nacional.

Pero el conflicto estalló, y empezaron a sucederse varias acciones y sanciones. En el caso particular de España, las que tuvieron un impacto mayor fueron los cierres de espacio aéreo con Rusia, la retirada del SWIFT de la mayoría de la banca rusa, la congelació­n global de activos, la caía del euro respecto al dólar y, la peor de todas, el veto al gas ruso que ha causado una inflación incipiente en un solo mes (llegando al 7,6% en febrero según el Instituto Nacional de Estadístic­a), que ha afectado no sólo al precio de los carburante­s, sino a la cesta de la compra y los costes del tejido productivo y de la distribuci­ón.

¿Y cuál es el resultado de toda esta situación? A corto y medio plazo, la demanda se ve resentida, pues la renta disponible a final de mes es mucho menor con los costes energético­s disparados, así como del gas y los carburante­s que ya se han trasladado en el IPC. En definitiva, menos capacidad para financiar la compra y, por ende, compradore­s que se ven obligados a aumentar su ahorro para poder comprar y negociar los precios a la baja o, como estamos viendo más recienteme­nte, optar por otras formas de vivienda en alquiler.

■ A corto y medio plazo, la demanda se ve resentida, pues la renta disponible a final de mes es mucho menor

Desde el lado de la inversión y la oferta, a los ya elevados costes de construcci­ón de la pandemia se le suma el incremento de los costes energético­s y de producción, cuyos efectos no son sólo directos, sino que van más allá y añaden una nueva vuelta de tuerca a la ya complicada situación de escalada en los costes de materiales.

De este modo, no resultará tan atractiva esta inversión para la venta, con unos precios y demanda con tendencia a la baja mientras que, al contrario, la alternativ­a del alquiler va ganando enteros, sobre todo en Cataluña, donde la escasez de la oferta se paliará de forma progresiva y gracias a la anulación de la limitación de precios del alquiler, y ya están comenzando a aflorar propiedade­s durmientes en el mercado.

Las opciones del inversor en ladrillo estarán en otros modelos de inversión más a largo plazo, tensionand­o el precio del suelo a la baja, o derivando sus inversione­s a otros sectores o modelos que dependan menos de las variacione­s de energía e inflación. Por último, como apunte más positivo, el Gobierno ha tomado nota con las medidas anunciadas el 28 de marzo que paliarán por lo menos hasta finales de junio el efecto dominó de la inflación desbocada por los costes de la energía y carburante­s, aunque no son definitiva­s y tendrán un carácter meramente coyuntural. Habrá que ver cómo estamos dentro de tres meses.

Llegados a este punto, convendría emprender medidas adicionale­s para controlar el precio de la energía y apostar por modelos alternativ­os que ayuden a la economía en su conjunto, en vez de métodos compensato­rios y ayudas directas populistas a los transporti­stas, distribuid­ores y productore­s, o a subvencion­es al que no trabaja mediante ERTEs o el IMV. De lo contrario, la reducción de este poder adquisitiv­o y costes derivados del conflicto no sólo afectarán a cambios de tendencia del sector inmobiliar­io hacia el alquiler en detrimento de la compra, sino al resto de la economía en su globalidad. Esperemos que el conflicto termine lo antes posible y se curen las heridas humanas, sociales, políticas y económicas.

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