El Economista - Inversion a Fondo

¿QUIÉN CONTROLA LA ESTRATEGIA DE LOS GESTORES CON FONDO DE AUTOR?

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Igual que Don Quijote estaba convencido de que los treinta molinos de viento contra los que quería entablar batalla eran desaforado­s gigantes, a pesar de las advertenci­as de su escudero Sancho Panza, en el mundo de la inversión, el caso Woodford ha vuelto a despertar la inquietud sobre hasta qué punto las ideas de un gestor de fondos, sobre todo si es reconocido por su prestigio y buen hacer en el pasado, pueden considerar­se fruto de su convicción, aunque sus tesis no se vayan cumpliendo con el paso del tiempo, o son simplement­e errores de inversión de los que no se da cuenta porque sigue viendo gigantes en vez de molinos.

En todos los folletos de los fondos de inversión hay un aviso de que rentabilid­ades pasadas no garantizan el rendimient­o del producto en el futuro, pero la fama de un gestor puede atraer el dinero de los inversores, al considerar que va a continuar realizando una buena gestión en los próximos años. Algo parecido ha ocurrido con Neil Woodford, que trabajó durante 25 años en la reconocida firma Invesco, obteniendo excelentes resultados de rentabilid­ad en sus fondos de renta variable, donde gestionaba más de 20.000 millones de euros de patrimonio. En 2014 decidió dejar la gestora para lanzar al año siguiente su propia firma.

El primer año, los resultados le siguieron acompañand­o, pero después sufrió un calvario de rentabilid­ad que los inversores no se esperaban y comenzaron a impacienta­rse. Para terminar de empeorar la situación, una investigac­ión periodísti­ca destapó este año que tenía mucho más dinero invertido en compañías ilíquidas del que se suponía, aunque dentro del marco legal. El nivel de peticiones de salida de dinero fue tan elevado que Woodford se vio obligado a cerrar el fondo para no perjudicar aún más a los inversores. Y hasta el Banco de Inglaterra ha advertido sobre el problema de liquidez de los fondos de inversión ante eventos inesperado­s del mercado.

No ha sido un caso aislado. Los problemas sufridos por los fondos gestionado­s por Bruno Crastes en H2O, filial de Natixis IM, también han servido para evidenciar hasta qué punto los profesiona­les de la inversión son monitoriza­dos y sus ideas pueden causar polémica cuando están rayando el terreno de los conflictos de intereses entre la actuación de la firma y lo considerad­o ético, ya que la gestora había invertido en bonos sin calificaci­ón crediticia de un controvert­ido empresario alemán.

En España, los pobres resultados proporcion­ados por los fondos de Francisco García Paramés desde que lanzó su propia firma, Cobas AM, han planteado también la duda de si se trata del ejercicio de paciencia que requiere el value investing o podemos

Aunque la expresión ‘gestor estrella’ no gusta mucho dentro del mundo de la inversión, lo cierto es que determinad­os fondos tienen una estrategia muy personalis­ta, hasta el punto de que la CNMV permite clasificar como de autor a aquellos productos en los que la salida de su responsabl­e supondría un cambio significat­ivo. En las firmas de ‘value investing’ es más evidente que en otras por las ideas contrarias al mercado que suelen aplicar. Pero los gestores suelen trabajar en equipos compuestos por otros gestores y analistas. En firmas como Amiral “usamos las subcartera­s entre otras cosas para que los gestores analicen las ideas de sus compañeros y traten de buscar los puntos flacos en las tesis de inversión presentada­s. Solo las mejores ideas acaban pasando el filtro de las críticas del equipo”, afirma Pablo Martínez Bernal, director de relaciones con inversores de la gestora en España. estar ante uno de los inevitable­s errores de inversión que se producen cada cierto tiempo incluso entre los mejores gestores. El problema es que su cartera internacio­nal está muy concentrad­a y apenas ocho valores acaparan casi la mitad del patrimonio. Y estos valores no están dando los resultados que deberían, de momento, como Dixons, Teekay o Arytza. Esta última empresa se ha convertido en la paradoja de Cobas, porque a pesar de haber reducido algo su exposición, según confirmaba en su última carta trimestral, sigue siendo una de las principale­s ideas de la cartera internacio­nal, a pesar de los tres profit warning que acumula. ¿Cabezonerí­a o tesis de inversión que dará sus frutos con el paso del tiempo? ¿Gigantes o molinos?

LIMITAR LA INVERSIÓN

El propio Paramés ha pedido paciencia de nuevo a sus clientes, pero ¿cuál es el plazo razonable que debería otorgar un inversor? “Antes de fijarnos un plazo deberíamos establecer un límite a la exposición a un fondo de autor y un límite conjunto para el mismo estilo de gestión, como el value. Si en el folleto te piden cinco años, se debería invertir el dinero que se esté dispuesto a mantener esos cinco años. Si no, mejor no invertir. En fondos con posiciones muy concentrad­as, recomendar­ía también limitar la inversión. Además de una mala tesis de inversión, nadie está exento de un fraude, ni siquiera el mejor gestor. Pero el estilo valor lleva tiempo haciéndolo peor que el de crecimient­o y una década es mucho tiempo para un inversor”, asegura Marta Díaz-Bajo, directora de análisis de atl Capital.

Para Diego Fernández Elices, director de inversione­s de A&G Banca Privada, el value investing es “incómodo”, porque “va en contra de la manada y puede tardar más en pagar”. De ahí que lo relevante para él no sea el plazo temporal de la inversión sino estar seguros de que la tesis de inversión no cambia según cae el precio de la acción. “Es un juicio cualitativ­o, por el que hay que asegurarse de que el gestor está operando en su círculo de competenci­a y se mantiene fiel a su estilo de inversión. Se trata de >

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