El Economista - Inversion a Fondo
‘Hic Sunt Dracones’
Incluso Draghi admitió que las políticas monetarias son cada vez menos efectivas sin medidas fiscales
hace tiempo, en los mercados de renta fija estamos entrando en territorios inexplorados de tipos anormalmente bajos, con la práctica totalidad de las curvas europeas en negativo
“Hic sunt dracones” (aquí hay dragones), es la frase en latín que se utilizaba en los mapas en la antigüedad para referirse a territorios inexplorados ¿Por qué les cuento esto? Muy sencillo, porque no me negarán que, desde hace tiempo, en los mercados de renta fija vivimos en territorios inexplorados de tipos anormalmente bajos, donde nunca hemos estado antes, con la práctica totalidad de las curvas europeas en terreno negativo, y con los inversores estrujándose la cabeza para tratar de aportar valor a aquellos ahorradores con un perfil de riesgo más bajo.
Las políticas monetarias ultra laxas que estamos viviendo en los últimos años han sido el factor determinante para este entorno de tipos en el que nos encontramos, pero no debemos olvidar que han sido políticas necesarias, que han servido para generar confianza en los mercados y alejar el fantasma de la recesión en Europa. Desde el 1 de noviembre tenemos nuevo protagonista en la película, pero el guion se mantiene. Christine Lagarde sucede a Mario Draghi al frente del BCE, una institución que, vuelvo a recalcar, ha dado soporte a la economía europea a base de fuertes bajadas de tipos e inyecciones de liquidez, medidas que como les decía han llevado a las rentabilidades europeas a mínimos históricos, de hecho, para que se hagan una idea, del total de deuda soberana emitida en euros, cerca del 70 por ciento cotiza en rentabilidad negativa.
Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas en este proceso de bajadas de tipos, siempre ha habido voces críticas acerca del efecto que estas medidas podrían tener sobre la economía en el medio y largo plazo, con unos países con un endeudamiento cada vez más elevado. Estas opiniones encontradas han ido ganando peso a lo largo de los últimos meses, especialmente tras la nueva vuelta de tuerca anunciada por Mario Draghi en su reunión de septiembre, y que supone, entre otras medidas, reiniciar el programa de compra de activos, el famoso QE, sin fecha de finalización.
¿Hasta qué punto la política monetaria resulta efectiva una vez que nos encontramos en estos niveles de rentabilidad?, ¿qué efectos perniciosos no previstos puede generar en el medio y largo plazo?. Estos son algunos de los argumentos que defienden los críticos a las medidas anunciadas. Incluso el propio Mario Draghi reconocía la cada vez menor efectividad de las políticas monetarias si no van acompañadas de políticas fiscales que ayuden a apuntalar el crecimiento en un escenario de desaceleración. El elevado endeudamiento de algunos países europeos, entre ellos el nuestro, dificulta la puesta en marcha de políticas de gasto de calado.
Lo cierto es que a día de hoy hemos desarrollado una dependencia de los Bancos Centrales y sus políticas, y corremos el riesgo de enquistarnos en esta situación en la que nunca hemos estado y perdernos en el camino de la normalización de tipos que tarde o temprano debería llegar. Quizás nos acechan los dragones en estos territorios inexplorados, o quizás, si tenemos la valentía de explorarlos bien preparados y de forma valiente, nos aguardan nuevos continentes por descubrir. Quién sabe.
En 2019 las cotizaciones de los metales industriales están sufriendo el impacto de la guerra comercial. La ralentización en el crecimiento global está impactando negativamente en los precios de estas materias primas, muy cíclicas, que se mantienen estrechamente ligadas al desarrollo de la economía mundial. Los futuros a 3 meses sobre el aluminio norteamericano caen en la Bolsa de Metales de Londres (LME, por sus siglas en inglés) casi un 22 por ciento; el estaño pierde un 14 por ciento en ese mismo mercado y el cobre cede casi un 2,5 por ciento en el ejercicio.
Sin embargo, hay un metal industrial que se ha desmarcado totalmente de las caídas generalizadas que se están produciendo en este tipo de recursos básicos: el níquel. Es la materia prima más alcista entre las 34 más cotizadas que recoge Bloomberg, con una subida del 53 por ciento en el ejercicio en la Bolsa de Metales de Londres. Su precio llegó a marcar máximos no vistos desde el desplome generalizado de las materias primas de 2014, por encima de los 18.000 dólares la tonelada. Sin embargo, desde entonces su precio ha retrocedido casi un 11 por ciento, y los expertos avisan ahora de que el rally ha llegado a su fin.
LA PROHIBICIÓN DE INDONESIA DE EXPORTAR
Las subidas en el precio del níquel en un año de preocupación por el frenazo económico se han producido por un shock de oferta. Indonesia ha decidido que va a prohibir las exportaciones del metal a partir del año que viene y la enorme capacidad de producción del país, que en 2019, según los datos de Citi, va a exportar un 12 por ciento de la oferta total de níquel mundial, o 260.000 toneladas, ha impactado en el ánimo de los inversores. En consecuencia, el banco estadounidense explicó a principios de septiembre, con los precios en 18.000 dólares, que “la confirmación por parte del Gobierno de Indonesia de que a partir del 1 de enero no se darán más permisos para la exportación nos lleva a incrementar la estimación de precios hasta los 17.500 dólares la tonelada, y para 2021 hasta los 17.000 dólares”. Es por ello que el banco recomendaba “no perseguir el rally”, y considera que lo más probable es que “los precios se mantengan planos de ahora en adelante”.
Además, la entidad estadounidense también maneja un escenario que podría producirse >
< con una probabilidad considerable, en el que la economía entraría en recesión, y la demanda de níquel dejaría de crecer. “Los riesgos para la demanda de cara al año 2020 están orientados a la baja, y vemos una probabilidad del 30 por ciento de que los precios del metal se vayan a los 14.000 dólares la tonelada en 2020”, explican. Teniendo en cuenta esta posibilidad, el banco recomienda “a los productores que consideren bajar algo su exposición”.
Además, Citi destaca cómo “los altos precios resultarán en una recuperación más rápida de la chatarra”, que se utiliza para reciclar y es una parte más del suministro de níquel al mundo.
DE ‘BACKWARDATION’ A ‘CONTANGO’
La perspectiva de precios que manejan las casas de análisis que recoge Bloomberg también apunta a que las subidas del níquel han llegado a su fin. Desde el entorno de los 16.100 dólares en los que cotiza en este momento el metal, la media de analistas encuestados espera que se produzcan caídas del 2 por ciento de aquí a final de año, cuando el metal cotizará en los
15.703 dólares por tonelada. Para el primer trimestre del año próximo la estimación de precios es todavía menor, de 15.604 dólares la tonelada.
Ahora, la estructura que presenta el mercado de futuros del metal frente al precio al que se está vendiendo al contado también es un indicador de que el níquel apunta a relajar las subidas que ha experimentado durante el ejercicio. Según los datos que recoge Bloomberg de la Bolsa de Metales de Londres, los precios al contado en este mercado se dispararon de tal forma durante las primeras semanas del mes de octubre que su diferencial con los precios de los contratos de futuro a tres meses se amplió a niveles no vistos desde antes de la crisis financiera, en 2007. Esta situación, en la que los futuros cotizan más baratos que el producto al contado, se denomina backwardation, y suele ser habitual en mercados en los que se produce una crisis de oferta, anticipando subidas a corto plazo para el metal. Los inversores
La idea de los inversores de incluir en su cartera títulos con pasaporte extranjero está ganando cada vez más adeptos en el mercado español. Las carteras expuestas a activos denominados en divisas diferentes al euro crecen y luchan contra el que está considerado como “uno de los mayores males endémicos entre los inversores nacionales”. Ampliando el caladero en el que lanzar las redes más allá de las fronteras de la eurozona, lo que pretenden muchos inversores es conseguir unos rendimientos más elevados. Sin embargo, una rentabilidad más alta implica tener en cuenta un mayor número de factores que, como en la noche de Halloween, pueden acabar dando mucho miedo... o no. >
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Y es que el efecto divisa puede erosionar o incrementar sensiblemente la rentabilidad de una cartera si no se invierte con productos que tengan cubierto este efecto, como los fondos hedged o de cobertura. Por eso, se han desarrollado herramientas que permiten compensar los vaivenes de las divisas... o potenciarlos si se quiere aprovechar una determinada tendencia. En este sentido, existen varias formas de lidiar -en uno u otro sentido- con el impacto del tipo de cambio a parte de invirtiendo al contado en el mercado de forex.
Una de ellas es hacerlo a través de un fondo de divisas o ETF (producto cotizado). Por ejemplo, el inversor de la eurozona puede posicionarse en contra del dólar y usarlo para defenderse de una apreciación del euro. Si sube la moneda común, ganaría lo mismo que la pérdida ocasionada en su cartera por la depreciación del billete verde. El coste será la comisión que cobre el fondo más la operativa del bróker. Por contra, puede aprovechar también para invertir con el mismo vehículo a favor de la moneda estadounidense y enfatizar las ganancias obtenidas de un alza del billete verde. Otra vía es usar derivados como futuros, opciones o CFD, que ofrecen un gran abanico de posibilidades. “La sofisticación de los departamentos financieros y la búsqueda de una mayor competitividad empresarial y control de riesgos ha hecho que su uso aumente”, aseguran desde Afex, especialista en gestión de riesgos cambiarios, desde donde aseguran haber incrementado la búsqueda de soluciones ad hoc para cada cliente porque “hay un producto para cada necesidad”.
Además, otra opción es entrar en fondos monetarios que estén denominados en divisa extranjera. Una vía por la que el inversor asume un riesgo adicional, el del tipo de cambio, pero también puede conseguir retornos más elevados si elige con tino.
Una vez seleccionados los vehículos para conseguir maximizar o reducir el efecto divisa, la cuestión es identificar el mejor momento en el que utilizarlos. Sobre todo, a sabiendas del riesgo de ver mayores descensos que afronta uno de los pares más negociados del mundo, el euro/dólar. “Una vuelta hacia los 1,035 dólares ganaría
Australia es un país afortunado dirigido principalmente por personas de segunda categoría que comparten su suerte. Vive de las ideas de otras personas y, aunque su gente común es adaptable, la mayoría de sus líderes -en todos los campos- carecen de curiosidad sobre los eventos que los rodean, que a menudo los toman por sorpresa”. Así describía Donald Horne a este territorio en su libro The lucky country (El país afortunado), que se publicó en 1964. Aunque el origen de estas palabras tuviera un carácter peyorativo, el título de la obra se convirtió en un apodo para la nación, y desde el punto de vista del mercado y la >
< inversión, en una realidad. La última vez que, en teoría, Australia sufrió una recesión, Mijail Gorbachov aún ocupaba el poder en la URSS y el régimen soviético daba sus últimos coletazos ante la inminente caída del Telón de acero. En estos treinta años, su leyenda se ha agrandado a saltos de canguro a medida que transformaba su sistema bancario en uno de los más competitivos del mundo -lo que le llevó a sortear la crisis financiera de 2008- mantenía a raya su deuda, impulsaba a máximos sus tasas de empleo, crecía a base de la industria de la extracción, multiplicaba su PIB y escalaba en todos los rankings internacionales de calidad de vida.
¿Por qué invertir en Australia? Desde la gestora Camdrian citan entre sus ventajas que se trata de “una economía estable y que está creciendo, con una base industrial mucho más diversa que la minería y un mercado de renta variable que ha ofrecido sólidos rendimientos a largo plazo”. Prueba de ello es que su indicador de referencia, el S&P/ASEX 200, alcanzara el pasado 30 de julio una nueva marca al renovar máximos nunca vistos en los 6.874,7 puntos, el valor más alto de su historia, y que suponía superar los niveles previos al colapso de la burbuja inmobiliaria estadounidense en 2007. Un hito que se ha producido, precisamente, en un periodo de incertidumbre en los mercados por las tensiones comerciales entre Washington y Pekín, un conflicto al que Australia está muy expuesto por su perfil exportador. De hecho, las alzas estuvieron impulsadas en un mes de relativa calma gracias a los resultados empresariales del sector minero y la expectativa de que la Reserva Federal (Fed) recortase los tipos de interés -lo que reduce el coste de financiación de los principales bancos australianos- como finalmente hizo un día más tarde. Desde entonces, el índice cae en torno a un 2 por ciento, pero en 2019 arroja ganancias del 19 por ciento.
Con una capitalización bursátil que ronda los 600 millones de dólares australianos, su principal índice –que aglutina a las mayores 200 empresas cotizadas del país– cuenta con un peso importante del sector financiero y de materias primas y, en menor medida, de la industria sanitaria e inmobiliaria. No obstante, desde Aberdeen Standard Investments defienden la oportunidad de generar valor que representan las compañías de pequeña capitalización. “Si se eliminan las 100 principales empresas del ASEX 200, la concentración de acciones se reduce y las exposiciones cambian drásticamente, proporcionando un conjunto de oportunidades de inversión más equilibrado, rico y diversificado”, observa Michelle Lopez, jefa de renta variable australiana.
Por otra parte, a finales de septiembre el Banco de la Reserva de Australia (RBA) redujo en un cuarto de punto su tipo de interés hasta el 0,75 por ciento -alcanzando su mínimo histórico- y abriendo la puerta a que pueda haber recortes adicionales. Esta bajada es la tercera reducción que lleva a cabo la institución desde principios del mes de junio, cuando decidió revisar a la baja su política monetaria después de tres años sin cambios. Una decisión fundamentada en la preocupación de la entidad por la caída del consumo doméstico y del precio de la vivienda, la desaceleración del crecimiento y el incremento de la tasa de desempleo, lo que lanzó a los inversores a comprar deuda y llevó a la rentabilidad del bono australiano a diez años a marcar su nivel más bajo en el 0,885 por ciento el pasado 9 de octubre. Aunque el inversor español no suele tener muy presente a la bolsa australiana a la hora de invertir, desde nuestro país sólo es posible acceder a dos fondos de renta variable en euros según los datos de Morningstar, y a ninguno de renta fija. Uno de ellos es el Barings Australia A EUR Inc, que en el año sube más de un 17 por ciento y en la última década arroja una rentabilidad anualizada del 4,5 por ciento. El otro es el Candriam Eqs L Australia N EUR Cap, que avanza un 26 por ciento en 20019 y a diez años, un 5 por ciento -ver gráfico-.