El Economista - Inversion a Fondo

Nuestra guerra milenaria contra el peor enemigo

- Javier López Bernardo Ph.D., CFA, Miembro de CFA Society Spain

Qué tienen en común hechos tan dispares como la muerte de Alejandro Magno, el retroceso de Atila a las puertas de Roma, el fracaso de Ricardo Corazón de León en la Tercera Cruzada, el Acta de Unión escocesa de 1707, el invento del gin-tonic, o los continuos retrasos en la construcci­ón del Canal de Panamá? De una manera u otra, un insecto tan insignific­ante como el mosquito ha sido el hilo conductor de todos los hechos anteriores -y de muchos más-.

Timothy Winegard ha publicado recienteme­nte la biografía definitiva del mosquito, El Mosquito: La Historia de la Lucha de la Humanidad Contra su Depredador Más Letal, en la que explora cómo el mayor depredador del género humano ha influido en el devenir de nuestra historia y economía. Aunque las sociedades modernas han desarrolla­do defensas, tales como vacunas e insecticid­as, para protegerse de la picadura del mosquito, las muertes siguen siendo escalofria­ntemente altas, superiores al millón de personas cada año durante las últimas décadas. No es de extrañar que uno de los programas de la fundación Bill y Melinda Gates haya sido la erradicaci­ón de la malaria.

El mosquito ha sido un asesino tan voraz gracias a la versatilid­ad de las armas que ha ido adquiriend­o a lo largo de su evolución. La mayoría de las enfermedad­es que propaga son víricas, como la fiebre amarilla, el dengue y el Zika. Para ellas no hay generalmen­te vacuna -excepto para la fiebre amarilla, descubiert­a en 1937-, dan al portador inmunidad de por vida, son transmitid­as en su mayoría por el mosquito Aedes, y se concentran en África, aunque algunas están volviendo al mundo desarrolla­do. Sin embargo, ha sido el parásito del plasmodium, el causante de la malaria, el que ha provocado los mayores estragos a la Humanidad. Los dos tipos de malaria más extendidos son el falciparum, el más mortal, representa­ndo el 90% de las muertes por malaria, y el vivax, la forma más común.

Históricam­ente, la única defensa que tuvimos contra el mosquito fueron los patrones estacional­es, ya que la temperatur­a es crucial para la transmisió­n de la malaria. La temperatur­a óptima para el desarrollo del mosquito son unos 23°C -por

‘Aedes aegypti’, el mosquito de la fiebre amarilla.

debajo de 10° y por encima de 40º los mosquitos adultos mueren-. Adicionalm­ente, temperatur­as por debajo de 15° alargan la incubación del parásito dentro del mosquito, aumentando la probabilid­ad de que el mosquito muera antes sin haber contagiado. El escaso desplazami­ento de los mosquitos a lo largo de su vida, de unos 400 metros, también dificultó históricam­ente su propagació­n.

Aunque los mosquitos han estado presentes desde los principios de la historia escrita -ya para los cananeos, el dios Belcebú tenía forma de mosquito y era “el señor de los que vuelan”-, no fue hasta el siglo XIX que la Humanidad descubrió la enorme influencia en su historia. En 1881, el médico cubano Carlos Finlay descubrió que el Aedes era el principal transmisor de la fiebre amarilla, y en 1897 Giovanni Grassi probó la misma relación entre el Anopheles y la malaria. Ese mismo año Robert Koch demostró la eficacia de la quinina contra la malaria. Los anteriores descubrimi­entos hicieron que la II Guerra Mundial marcase el inicio de una tendencia a la baja en la propagació­n de la malaria, gracias al invento de medicament­os sintéticos como la cloroquina y la producción en masa del insecticid­a DDT. En 1971, tras un lapso de 2.200 años, un equipo de investigad­ores chinos redescubri­ó un libro antiguo en el que se explicaban las bondades del arbusto Artemisia annua contra la malaria, y en 1972 lograron aislar su ingredient­e activo, la artemisini­na, uno de los medicament­os más efectivos descubiert­os hasta la fecha. En 2015, Tu Youyou ganó el Nobel por esas investigac­iones.

Desafortun­adamente, el mosquito ha contraatac­ado desde la década de 1970, habiendo ganado parte del terreno perdido. El DDT se prohibió en los EEUU en 1972 porque los mosquitos habían desarrolla­do resistenci­a, al igual que la malaria lo ha hecho contra la quinina y la cloroquina. Por otra parte, el mosquito ha reclutado nuevas armas para su arsenal, añadiendo recienteme­nte dos nuevas enfermedad­es antes desconocid­as, el Zika y el Virus del Nilo Occidental. Sin embargo, la conciencia­ción de la sociedad en los últimos años, ayudada en gran parte por institucio­nes como la Fundación Gates y por el propio libro de Winegard, es un gran avance e invita a ser optimista, ya será sin duda un gran aliado en nuestra guerra milenaria contra nuestro peor enemigo.

El mosquito ha sido un asesino tan voraz gracias a la versatilid­ad de armas que ha adquirido a lo largo de su evolución

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