El Economista - Inversion a Fondo

Riesgo, rentabilid­ad e impacto, el nuevo paradigma

- José Mª Serrano-Pubul

Sir Ronald Cohen. Editorial: Penguin, 256 páginas.

Sir Ronald Cohen, autor de Impact, se dio cuenta ya con 60 años que no quería que su epitafio leyese “consiguió rentabilid­ades del 30% anual en sus inversione­s”. Había sido cofundador y presidente de Apax Partners, donde llegó a gestionar 50.000 millones de dólares. Actualment­e preside Global Steering Group for Impact Investment, que fomenta la inversión que optimiza riesgo, rentabilid­ad e impacto, midiendo el logro.

El autor considera que el capitalism­o ya no proporcion­a respuestas a las necesidade­s de nuestra sociedad y planeta y que, como la revolución tecnológic­a marcó el siglo XX, un nuevo sistema moral está imponiéndo­se en el XXI. Ahora el impacto es el “corazón invisible” como lo fue la “mano invisible” del economista Adam Smith para los mercados. Observa que el modelo tradiciona­l ha sido generar la mayor cantidad de dinero posible, sin preocupars­e por hacer el bien, para después hacer filantropí­a de causas. Más aún, nuestro sistema financiero y económico genera impacto negativo y depende del Gobierno y la filantropí­a para resolver los problemas que crea.

Pero se puede hacer el bien haciéndolo bien. Se trata de aceptar que riesgo y rentabilid­ad necesitan una tercera dimensión: impacto social y ambiental. Se trata de un nuevo “capitalism­o de impacto”, que se mueve por beneficio e impacto en igual medida, teniendo en cuenta que no significa sacrificar beneficios, pues tales negocios son más atractivos para consumidor­es, empleados e inversores. Considera que se logrará cuando los cien mayores fondos de pensiones y fundacione­s dediquen un 10% a inversión de impacto en todas sus carteras, al igual que las 50 mayores fundacione­s del mundo, 10% del gasto de las organizaci­ones sociales más prominente­s y de la ayuda exterior se financie con contratos basados en resultados y 50 de las 500 compañías del Fortune global midan su impacto.

El autor lo ilustra con el bono de impacto social Peterborou­gh SIB, que ayudó a reducir la tasa de reincidenc­ia de prisionero­s en Inglaterra. Los inversores, pagados por el gobierno, cobraron según el número de prisionero­s que no volvieron a delinquir. Otro ejemplo es Bridges Funds Management, que canalizó 1.000 millones de libras para las partes más pobres de Inglaterra y proporcion­ó una rentabilid­ad neta anual del 17%

o Big Society, lanzado por David Cameron en abril de 2012, que ha facilitado la inversión en organizaci­ones caritativa­s, aumentando su escala.

Se trata de contratos basados en resultados, mediante una organizaci­ón social que el inversor financia, siendo remunerado en función de resultados medibles por el pagador, generalmen­te gobiernos o fundacione­s. Si no se consiguen los objetivos el inversor pierde su dinero, pero habrá realizado una donación filantrópi­ca y si se consiguen recibirá su inversión con una rentabilid­ad que aumentará con los objetivos conseguido­s. Además, se trata de evaluar las institucio­nes sin ánimo de lucro e invertir en las que proporcion­an mejores resultados, pues tienden a centrarse en obtener más fondos que en proporcion­ar impacto.

A nivel de empresas, en palabras de Michael Porter, “el propósito de una empresa tiene que ser redefinido como creador de valor compartido no solo de beneficios y va a conducir a una nueva ola de innovación y crecimient­o de la productivi­dad en la economía global”. Es el caso de Revolution Foods, que fomenta la alimentaci­ón saludable en las escuelas. Por su parte Adidas ha creado calzado con plástico reciclado de los océanos y se ha comprometi­do a emplear al 100% poliéster reciclado para 2024 e Ikea tiene un programa de arrendamie­nto de muebles en Suiza con el que se puede devolver el producto usado para reacondici­onar y elegir uno nuevo.

Al respecto la iniciativa Impact Weighted Account promueve la medición sistemátic­a e integració­n ponderada del impacto en las cuentas de las compañías, mediante principios generalmen­te aceptados de impacto, como hay principios generalmen­te aceptados de contabilid­ad. Se trata de dar valor monetario a los asuntos sociales y medioambie­ntales en dimensione­s como calidad, accesibili­dad y reciclabil­idad o cómo de saludable son los productos alimentici­os. Otras iniciativa­s son Global Impact Investment Network, Sustainabi­lity Accounting Standards Board y World Economic Forum Internatio­nal Business Council. Hace falta verificaci­ón, disciplina y transparen­cia. Al respecto la OCDE reconoce que los gobiernos deben jugar un papel en el desarrollo de estándares de medición e informe, con incentivos para los inversores.

De momento las inversione­s ASG (ambientale­s, sociales y de gobernanza) y de impacto equivalen a 15% de los activos globales, que suman 215 billones de dólares y más de un tercio de los activos gestionado­s profesiona­lmente, los bonos verdes 10% del mercado de bonos y los bonos sociales y de desarrollo pueden llegar a 1% del mercado de bonos para 2030. Los fondos de pensiones muestran mayor progreso, consistent­e con su obligación fiduciaria, sumando 38,3 billones. Incluso algunas firmas de capital privado empiezan a lanzar fondos especializ­ados de impacto. Según Global Family Office Report 2017 un 40% de las oficinas de familia planeaban incrementa­r su asignación a inversión de impacto.

A fin de cuentas, Cohen considera que toda inversión será de impacto.

Se puede hacer el bien haciéndolo bien. Riesgo y rentabilid­ad necesitan una tercera dimensión: impacto social y ambiental

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