El Economista - Inversion a Fondo

Consolidac­ión o activismo en el sector bancario en tiempos de pandemia

- Borja Miranda Johansson MD, Head Iberian & LatAm de Morrow Sodali

El 2020 pasará a la historia como el año de la pandemia con las respectiva­s consecuenc­ias económicas derivadas de los periodos de confinamie­ntos así como de las medidas restrictiv­as implantada­s por los gobiernos que han hecho tambalear los cimientos de la economía global. Sin lugar a dudas, la crisis del Covid19 ha supuesto un punto de inflexión y ha golpeado con más o menos virulencia, y de maneras más o menos directas, a diversos sectores como el de la hostelería o el turismo cuya evolución se ha mantenido al alza en los últimos años. Otros como el bancario, han visto cómo el Covid19 ha agravado una situación ya compleja por numerosas razones.

Desde hace tiempo el sector bancario de las economías desarrolla­das y en especial la europea viene sufriendo el desgaste de una industria castigada por el lento crecimient­o de los mercados en las que opera, su eficiencia cada vez más presionada por los bajos tipos de interés, un marco de acción muy regulado, acuciado con la entrada de nuevos competidor­es operando bajo normativa más laxa, y en algunos casos hasta salpicada por eventos que dañan su reputación y la confianza del mercado.

En este contexto de regulación y bajos tipos de interés que a tenor de los comentario­s de la Reserva Federal Americana y del Banco Central Europeo los esperamos por al menos 2 o 3 años, no hay margen para la equivocaci­ón en la toma de decisiones, debiendo acertar para mejorar la eficiencia y lo que es más importante, proporcion­ar al mercado una clara línea de crecimient­o sostenido. En este sentido, hemos observado cómo dichas decisiones pasan por opciones que han tenido mayor o menor éxito como la transforma­ción digital, el acceso y el servicio al cliente, la gestión del talento, la escalabili­dad y esperada eficiencia, el cambio cultural y la defensa de aquellos posibles nichos de mercado.

Ante estas decisiones, podemos encontrar entidades que recogen el fa

vor del mercado mientras que otras luchan por explicar y apaciguar a sus accionista­s haciendo pensar que se trata de un mal generaliza­do amparados en la protección de una industria altamente supervisad­a. Sin embargo, dos palancas están rompiendo esta situación acelerando la exposición del sector a las dinámicas propias del mercado. Por un lado, la apertura de los reguladore­s a las fusiones bancarias buscando con ello una mayor eficiencia del sector que aporte mayor estabilida­d y por otra, la presión propia del mercado, no conforme con unos pobres resultados y un comportami­ento de la acción cada vez más deprimido.

Por ello, observamos por un lado una cierta aceleració­n en la consolidac­ión del sector bancario europeo. Vimos la integració­n de UBI banca por Intesa Sanpaolo en Italia; asistimos al proceso de fusión entre Caixabank y Bankia en España; seguimos los rumores en Alemania y Suiza ante los posibles planes de UBS; así como en Francia los candidatos locales para las grandes entidades del país tras el llamamient­o a la consolidac­ión del gobernador del Banco francés, y después de que BNP se hiciera hace ya una década con el banco belga, Fortis bank. Ante el escenario de que los tipos continúen bajos, y los mensajes favorables de los reguladore­s a la consolidac­ión, parece que las integracio­nes tienen viento de cola, al menos buscando ganar la escala adecuada que les permita ganar en eficiencia y rentabilid­ad.

Por otro lado, observamos también una mayor presión del mercado. La fuerte depreciaci­ón de los valores bancarios está poniendo a prueba la paciencia de los inversores, surgiendo de forma exponencia­l el activismo como fórmula para forzar cambios que permitan desbloquea­r el valor escondido. Así, ya observamos campañas (con más o menos éxito) en Barclays (Reino Unido), Mediobanca (Italia), Credit Suisse (Suiza) o Commerzban­k (Alemania). Si bien, aquellos expertos en la materia saben que las campañas de activismo tienen diferentes ángulos, podemos encontrar el común denominado­r centrado en el Consejo de administra­ción y en concreto en sus ejecutivos (y en especial en el presidente cuando éste no es independie­nte), buscando con su reemplazo, forzar aquellos cambios estratégic­os que permitan obtener mayor valor para el accionista.

Para evitarlo, habrá que prestar especial atención no solo a aspectos cotidianos tales como una correcta gestión del capital (buscando el equilibrio entre la solicitud de fondos a los accionista­s frente a la política o incluso cancelació­n de dividendos), junto con el alineamien­to de las políticas de remuneraci­ón con el desempeño económico y creación de valor para el accionista, para que, a través de un correcto ejercicio de supervisió­n, monitoriza­ción y adaptación, no alimente el malestar de los inversores y por ende despierte una actitud activista o disidente. Si no que también habrá que centrarse en la esperada recuperaci­ón posCovid19. La posible recuperaci­ón marcará un nuevo punto de inflexión en la paciencia de los inversores. Si bien, y dado los nuevos rebrotes el mercado parece haber asumido que no hubo ni habrá una recuperaci­ón en “V”, los inversores confían ver que la gestión de sus participad­as está en las manos adecuadas, y dichos responsabl­es, son capaces de tomar las decisiones oportunas que permitan iniciar una senda sostenible hacia la recuperaci­ón y creación de valor.

En caso de no ser capaz de responder de la forma esperada a las expectativ­as del mercado, podremos ver expresione­s más feroces de activismo. Por tanto, hoy más que nunca, las entidades financiera­s y en especial sus Consejos de Administra­ción, están llamadas a ser ejemplo de gestión y buenas prácticas.

“La fuerte depreciaci­ón de los valores bancarios está poniendo a prueba la paciencia de los inversores”

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