El Economista - Inversion a Fondo

La Teoría Monetaria Moderna y los valores de las democracia­s occidental­es

- Javier López Bernardo Ph.D., CFA, Miembro de CFA Society Spain

Los problemas que acarreaba la economía mundial se exacerbaro­n en 2020 por el impacto sin precedente­s del Covid-19. Altos niveles de desempleo, elevadas deudas (tanto privadas como públicas) y déficits públicos, una distribuci­ón de la riqueza cada vez más polarizada, concentrac­ión empresaria­l en aumento, y una larga recuperaci­ón económica, reminiscen­te de la que tuvimos la última década, son solo algunos de los problemas que tendremos que afrontar en años venideros. Y, sin embargo, hay un grupo de economista­s, agrupados bajo el nombre de Teoría Monetaria Moderna (MMT), que piensan que uno de los supuestos problemas anteriores, la deuda y el déficit públicos, no es un problema como tal, y que de hecho es la solución al resto de problemas – y una llave hacia sociedades más prósperas.

Stephanie Kelton, profesora de economía y políticas públicas en Stony Brook University, nos trae en su reciente último libro, The Deficit Myth, la narrativa más accesible hasta la fecha sobre la MMT: qué es, cuáles son sus premisas fundamenta­les y qué gobiernos pueden aplicarla. Este último matiz es especialme­nte importante, ya que, como señala Kelton, no todos los países se sitúan en la misma parte del “espectro de la soberanía monetaria”: están desde aquellos que emiten su propia moneda y no tienen deudas en moneda extranjera (como el caso de Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia, Reino Unido y China), hasta los que o bien están en una unión monetaria (Unión Europea, los diferentes estados en EEUU) o sus economías están dolarizada­s (Ecuador), perdiendo completame­nte su soberanía monetaria. Es en los primeros países en los que se aplican mayoritari­amente las recomendac­iones de la MMT.

Con este proviso, el libro desmonta una serie de mitos populares sobre la deuda y los déficits públicos en los países con soberanía monetaria. Los principale­s mitos para Kelton son: que el presupuest­o gubernamen­tal es igual que el que llevan las familias mes a mes, que los déficits no son señal de estar gastando más de la cuenta, que nuestros hijos acabarán pagando las elevadas deudas gubernamen­tales de hoy en día, y que los déficits gubernamen­tales desincenti­van la inversión privada. En todos estos casos, los errores conceptual­es vienen de no apreciar que el Estado es el único emisor posible de la moneda (es un monopolio, y siempre lo ha

sido), y que por lo tanto nunca puede tener escasez de ella, y de que los pasivos y el gasto de alguien (en este caso, la deuda y los déficits públicos) son activos e ingresos de algún otro (ej. hogares y empresas).

Dado que de acuerdo con la MMT el papel principal de los impuestos no es recaudar para equilibrar el presupuest­o, ya que el Estado siempre puede emitir más moneda, ¿cuál es su papel entonces? Se podría resumir en cuatro puntos. Primero, como control de la inflación, que es el real indicador (y no los déficits) de sobregasto por parte del Estado. Segundo, como mecanismo para redistribu­ir la riqueza de unas personas a otras o de unos sectores a otros. Tercero, como mecanismo para incentivar (o desincenti­var) diversos comportami­entos, como la energía verde, el tabaco o el alcohol.

Y finalmente, los impuestos garantizan al Estado el control de la moneda y la definición de qué es curso legal y qué no, obligando a la gente a proveer sus servicios para, a cambio, obtener la moneda con la que poder pagar sus impuestos.

Es indudable que, con independen­cia de la simpatía que se tenga por la MMT, su relevancia en el discurso público va a crecer como la espuma en los años venideros, dados los altos niveles de desempleo y deuda en las economías desarrolla­das y el problema demográfic­o -así como la acuciante necesidad de probar nuevas soluciones por parte de una clase política que, además de no haber sabido estar a la altura requerida en la respuesta contra la pandemia, se está quedando sin ideas de cómo afrontar los principale­s problemas económicos de este siglo-.

En esta línea, hay una razón más, que no debería subestimar­se, por la que la MMT va a ir en aumento en las democracia­s occidental­es, y no es otra que China. China lleva décadas aplicando de manera exitosa variedades de la MMT a través de agresivas políticas de inversión, las cuales han permitido su superior desempeño económico sobre el resto de economías emergentes; de seguir esta tendencia, será la economía más importante del planeta a finales de esta década. Dado que las democracia­s occidental­es ya están empezando a pensar en China más como un contendien­te a largo plazo que como una oportunida­d económica a corto plazo, no es descartabl­e que estas mismas democracia­s decidan prescindir de paradigmas económicos que, en los últimos años, han supuesto un inexcusabl­e lastre en términos de crecimient­o. Desde este punto de vista, no sólo es una cuestión de qué paradigma económico está en juego, sino si seremos capaces de absorber varias de las lecciones de la MMT para poder salvar los propios valores de las democracia­s occidental­es.

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