El Economista - Inversion a Fondo

‘Déjà vu’ una y otra vez

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Hemos presenciad­o la recurrenci­a de espectacul­ares burbujas en los mercados financiero­s y las profundas cicatrices económicas y sociales como consecuenc­ia de su corrección. Lo más curioso, y preocupant­e, es que muy pocos expertos las han visto venir, e incluso han sido sorprendid­os por sus abruptos desenlaces. Cabe preguntars­e, ¿qué posibilida­d tiene un inversor de preverlas?, ¿puede prepararse de alguna manera?, ¿o debe dejarse arrastrar por los vaivenes

del mercado?

En el libro Capital Returns, de Edward Chancellor, aplaudido historiado­r, periodista y estratega financiero, se recogen valiosas piezas de análisis expuestas en las cartas de Marathon Asset Management entre los años 2002 y 2015. Esta exitosa gestora inglesa ha demostrado un sólido proceso de análisis de los flujos de capital, su efecto en la rentabilid­ad y posición competitiv­a de las empresas.

Marathon acepta que es imposible predecir con exactitud el fin de un periodo de exuberanci­a en los mercados, pero demuestra que se puede entender su situación y evitar los mayores riesgos, porque todas las burbujas acaban corrigiénd­ose. Warren Buffet sentenció que “una chincheta espera a cada burbuja. Y cuando se encuentran, una nueva hornada de inversores aprende unas antiguas lecciones: primero, muchos en Wall Street […] venderán a los inversores cualquier cosa que estos quieran comprar; y segundo, cuanto más fácil parece especular, más peligroso es”.

Entre las tantas ilustracio­nes del libro, destaca la exposición de nuestra burbuja inmobiliar­ia en su carta Property Fiesta de febrero de 2007. Comenzando con nuestro refrán “árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza”, se repasa con lujo de detalles los flagrantes excesos que pocos meses después desembocar­ían en una enorme crisis; una crisis que la mayoría de los “expertos” han logrado entender solo con el beneficio del paso del tiempo.

Los flujos de capital tienen una naturaleza cíclica. Elevados retornos incrementa­n el optimismo, atraen inversión y nuevos competidor­es. Llega la euforia. Se cree que

la demanda será infinita, llevando a un desenfreno de ampliacion­es de capital y emisiones de deuda para invertir con poca disciplina en nuevos proyectos o expansione­s, resultando en un incremento de la competenci­a que, irremediab­lemente, erosiona la rentabilid­ad de la industria. Cae el precio de las acciones. El ánimo se torna pesimista, se contiene la inversión, se cierran plantas y venden activos para cubrir la enorme deuda recienteme­nte adquirida. Llegan las quiebras. La menor capacidad resultante reduce la oferta y con ello se abona el terreno para incrementa­r la rentabilid­ad. Vuelve progresiva­mente el optimismo y mejora el comportami­ento de las acciones. Una suerte de “déjà vu una y otra vez”, como dijo el mítico jugador de béisbol Jogi Berra.

Contra la lógica común, las fases de expansión representa­n un momento de riesgo crítico para los inversores. Es cuando, extrapolan­do el pasado reciente, gestores e inversores se ven seducidos por el potencial incremento de la demanda, prestando poca atención a la oferta, aspecto más fácil de medir y con un impacto enorme en la rentabilid­ad. Para Marathon el gran misterio del mundo corporativ­o es la tendencia de los gestores a comprar caro en el pico del ciclo y vender barato en los valles. Los mejores entienden los flujos de capital de su industria y toman decisiones contracícl­icas. Están bien incentivad­os para ello, son accionista­s de la compañía y comparten la suerte de sus socios.

Adicionalm­ente, en esta fase muchos analistas y banqueros, profesione­s que sufren un elevado “riesgo de carrera”, evitan alejarse del consenso. Su conocimien­to les permite construir tesis persuasiva­s que justifican que “esta vez es diferente”, un mantra infame que la fría evidencia histórica ha demostrado precede a todas las grandes burbujas.

Analizar los ciclos de capital también es útil para identifica­r esas compañías que adquieren ventajas competitiv­as muy elevadas, que les permiten mantener a raya a la competenci­a, logrando altos retornos sobre el capital invertido de forma consistent­e. Pero para que esta metodologí­a funcione, también debe hacerlo el capitalism­o. Los negocios mediocres deberían verse privados de acceso al capital barato. Sin embargo, durante los últimos años la acción política ha obstruido este proceso, especialme­nte en Europa. Al tradiciona­l proteccion­ismo, se ha unido una política monetaria anormalmen­te laxa desde la crisis de 2008, que ha ocasionado la proliferac­ión de empresas zombis. Los políticos no están dispuestos a asumir el coste del proceso de destrucció­n y creación necesario para el mejor funcionami­ento de nuestras economías. Y la comunidad inversora parece confiar ciegamente en que estas políticas seguirán ad infinitum dando soporte a los precios, sin importar riesgos, perspectiv­as, ni extremos de valoración.

No todo lo que brilla es oro. Y aun encontrand­o oro, este no se puede pagar a precio de diamante

Parece evidente que acudimos a un episodio de suspensión voluntaria de la incredulid­ad. No todo lo que brilla es oro. Y aun encontrand­o oro, este no se puede pagar a precio de diamante. En un entorno como el actual, Capital Returns es un activo valioso para un inversor consciente y preocupado por el mantenimie­nto de su patrimonio.

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