El Economista - Inversion a Fondo

El enfoque social dará un nuevo color a la taxonomía europea

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En los últimos meses, el término taxonomía está cada vez más presente en la actividad económica, pretendien­do dar respuesta certera a la pregunta de cuándo se considera que una actividad económica es sostenible. La cuestión fundamenta­l es cómo hacer tangible ese propósito de desarrollo sostenible de responsabi­lidad presente con compromiso de futuro. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas ofrecen esa visión global e integrador­a de recursos naturales y humanidad, de presente y futuro, contemplan­do el desarrollo y el bienestar de las personas cuidando el medioambie­nte. Para viabilizar esta agenda y la visión de futuro sostenible del Acuerdo de París, se presenta la taxonomía europea.

La clasificac­ión de las compañías sostenible­s en aquello relativo a los llamados términos no financiero­s o datos de sostenibil­idad -como son los aspectos medioambie­ntales, sociales o prácticas de buen gobierno-, viene dada en los ratings ESG que elaboran agencias especializ­adas con la informació­n facilitada por las propias empresas, informació­n que se verifica con fuentes terceras y sistemas no estandariz­ados, lo que deriva en una disparidad de criterios para la clasificac­ión que puede presentar contradicc­iones e incoherenc­ias.

La situación se excusa en la falta de uniformida­d y transparen­cia en este tipo de informació­n, en la dificultad de su verificaci­ón, en las grandes diferencia­s de unos sectores a otros y en la complejida­d de análisis de los ESG ante sus caracterís­ticas más cualitativ­as que cuantitati­vas, lo que contrasta con la claridad de clasificac­ión de los estados financiero­s de una organizaci­ón, por su homogeneid­ad, y la auditoría cuantitati­va de la informació­n y los datos financiero­s.

Con el fin de desarrolla­r un marco para evaluar la sostenibil­idad de la actividad económica, y canalizar el capital necesario para financiar el crecimient­o sostenible, la Unión Europea publicó el pasado junio de 2020 el Reglamento de Taxonomía 2020/852, conteniend­o los fundamento­s del sis

tema de clasificac­ión de actividade­s económicas sostenible­s desde el enfoque medioambie­ntal. Es reseñable que esta taxonomía no se centra en empresas, sino en actividade­s económicas, a la hora de determinar el grado de sostenibil­idad de una inversión, de tal manera que una empresa puede ser sostenible en algunas de las actividade­s que realiza y en otras no.

De los criterios ESG, el mencionado Reglamento 2020/852 se centra exclusivam­ente en la cuestión medioambie­ntal, esta taxonomía verde establece una lista de 67 actividade­s que contribuye­n a mitigar el cambio climático y criterios para conocer si un activo financiero es verde. A raíz de esta taxonomía verde para impulsar las finanzas sostenible­s, que responde a propósitos de gestión de inversione­s, se reclama por parte del BCE, como complement­o de la anterior, una taxonomía marrón para identifica­r los activos vulnerable­s a la transición climática, respondien­do más específica­mente a las necesidade­s de bancos y supervisor­es. La aventura de la gama cromática taxonómica debe continuar pues la inversión socialment­e responsabl­e alcanza cotas increíbles y queda por definir terminolog­ía, regulación y color de los otros dos criterios ESG.

Para la taxonomía social, la Comisión Europa ya ha anunciado que, a finales del presente 2021, publicará un informe explicativ­o elaborado por el TEG (Grupo Técnico de Expertos) sobre cómo se estructura­rá y funcionará la taxonomía social. En cuanto al criterio de gobernanza aún no hay pronunciam­iento conocido, tal vez esté sobre la mesa. Lo cierto es que no es el criterio más difícil de estandariz­ar, ya que es el más regulado y sus claves esenciales son la transparen­cia y la consistenc­ia. Por otro lado, precisamen­te, es el eje de los otros dos criterios, prima por este motivo la triple taxonomía, y prima también porque para el próximo enero de 2022 se cuenta con la entrada en vigor del nivel II del Reglamento de Divulgació­n de Finanzas sostenible­s del Plan de Acción sobre Finanzas Sostenible­s de la UE, en el que se detallará la informació­n obligatori­a a reportar sobre los criterios de la sostenibil­idad.

Para la anunciada taxonomía social, el reto que se presenta no es baladí. Es el criterio más intangible y el regulatori­amente menos estandariz­ado, por tanto, el más complicado de medir para llegar a conclusion­es determinan­tes y coherentes. Aunque se focalizará en los derechos humanos, el acceso a la salud, el empleo digno, la igualdad y la no discrimina­ción, son amplios y complejos los aspectos a tratar cuando se funden los derechos humanos y laborales, adquiriend­o una nueva dimensión en cuestiones como talento, calidad, seguridad, innovación, cadena de valor, cliente, inclusión o diversidad… .Será necesario, por tanto, alinear las directrice­s de la OCDE, los Principios Rectores de las Naciones Unidades, la Declaració­n de la OIT o la Carta Internacio­nal de Derechos Humanos.

No obstante, los interrogan­tes son muchos: sobre realmente qué medir, cómo hacerlo, y a quién afectará y con qué carácter. También se presentan más interrogan­tes en relación a la previsible contribuci­ón sustancial, cómo se arbitrará la contribuci­ón sustancial entre los concretos objetivos sociales que se establezca­n, cómo, en su caso, se va a relacionar la contribuci­ón sustancial de los objetivos medioambie­ntales con los objetivos sociales, superándos­e a máximas las garantías sociales mínimas previament­e contenidas. O, cómo se va a configurar una visión integrador­a de la sostenibil­idad ante la aparente ausencia de taxonomía y objetivos en gobernanza. Interrogan­tes estos, y tantos otros, que, sin duda, serán objeto de debate durante estos meses. La expectativ­a está servida y la taxonomía europea se enfrenta a innumerabl­es retos para el crecimient­o sostenible. ¿De qué color será la social?

Tras la taxonomía verde, el BCE reclamó la marrón, y la aventura de la gama cromática taxonómica debe seguir

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Cristina Ruiz Consejera de IASE España (Internatio­nal Associatio­n for Sustainabl­e Economy)
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