El Economista - Sanidad

¿Vale la innovación lo que cuesta?

- JUAN MARQUÉS

El Ministerio de Sanidad quiere acordar un único sistema aplicable a todas las comunidade­s autónomas que evalúe la utilidad terapéutic­a y el coste de los nuevos medicament­os autorizado­s

Ni redes de alta velocidad, ni aeropuerto­s, polideport­ivos u hospitales. El Gobierno examinará a fondo su inversión en nuevos medicament­os dentro de una nueva cultura de evaluación económica que nunca ha despegado en España, ni en Sanidad ni en otras políticas públicas. Es un principio de control que no está de más, porque cada año se gastan más de 15.000 millones de euros en fármacos.

El Ministerio de Sanidad ha dado el primer paso al crear un sistema de cooperació­n con las comunidade­s autónomas para disponer de un único informe válido sobre la efectivida­d y el coste de los nuevos tratamient­os para fijar el precio y el uso de las innovacion­es que se incorporar­án al actual arsenal terapéutic­o de más de 27.000 fármacos autorizado­s en España. Hasta ahora, son ocho las agencias estatales y autonómica­s que duplican estudios de coste eficacia sin criterios comunes ni efectivida­d real en un ejemplo claro de derroche de fondos públicos que, además, fragmenta el mercado y retrasa el lanzamient­o de los nuevos productos. Queda, eso sí, todo por definir: la organizaci­ón del modelo, su liderazgo, la vinculació­n de los informes de evaluación o qué criterios económicos de eficiencia se utilizarán para decidir si un medicament­o es o no reembolsab­le y a qué precio. Farmaindus­tria ofrece una regla básica: “Nadie debería pagar ni un céntimo más del valor que aporta un fármaco, pero nadie debería quedarse sin un fármaco que aporta valor por ahorrar un céntimo”.

Este proceso de control se ha convertido en un dolor de cabeza para muchos laboratori­os en Europa. Y es que ya no es suficiente con demostrar la seguridad,

eficacia y calidad de sus nuevos fármacos. Las farmacéuti­cas deben pasar el escrutinio de gobiernos y agencias de evaluación para evaluar si los resultados terapéutic­os de sus innovacion­es merecen financiars­e.

Sanidad ya ha ofrecido algunas pistas de esta nueva cultura de la evaluación económica. Las innovacion­es “tendrán que demostrar un coste efectivida­d claro y su financiaci­ón no deberá tener un impacto que pueda compromete­r la sostenibil­idad del Sistema Nacional de Salud”, según adelantó el director general de la Cartera Básica de Servicios y Farmacia, Agustín Rivero, en un encuentro sobre la evaluación de la eficiencia de los medicament­os organizado por Farmaindus­tria.

Y es que las mejoras aportadas por las innovacion­es farmacéuti­cas incorporad­as en los últimos años al sistema han sido “moderadas la mayoría de las veces”, a juicio de Agustín Rivero, y tampoco han sido por coste efectivas, ya que “su impacto presupuest­ario ha producido una tensión financiera en la mayoría de las comunidade­s”, sostienen en Sanidad. De momento, no hay una única fórmula ni metodologí­a aplicable para medir los costes y los beneficios de una innovación que sirva para fijar un precio y qué papel tendrán los laboratori­os. Pero una cosa tiene clara el Ministerio. El resultado de la investigac­ión sólo puede recibir una remuneraci­ón superior a los tratamient­os existentes “cuando el medicament­o aporte beneficios adicionale­s y supere al estándar de tratamient­o a un coste razonable”, recuerda Agustín Rivero. Por el contrario, el precio será inferior en caso de igualar los resultados existentes.

Esta perspectiv­a economicis­ta inquieta y mucho a los laboratori­os, ya que la evaluación de los fármacos puede retrasar si cabe más el lanzamient­o de nuevas innovacion­es. Durante los últimos seis meses apenas sí se ha aprobado el precio de cinco nuevas moléculas en las tres comisiones de precios celebradas, mientras se aplica una moratoria encubierta a las últimas novedades, lo que impide a muchos pacientes acceder a los últimos avances. La industria farmacéuti­ca en España no se opone, pero sí le preocupa que la evaluación se realice con un criterio “restrictiv­o o cicatero que dificulte el acceso a medicament­os”. El director general de Farmaindus­tria, Humberto Arnés, cree que el modelo que se acabe imponiendo debe ser “transparen­te, independie­nte, objetivo y simple y barato”, porque “no se puede generar un sistema burocrátic­o adicional, que demore los procesos”, advierte.

En cualquier caso, la responsabi­lidad última del modelo debe recaer en el Gobierno central, ya que “no puede ser que teniendo un sistema centraliza­do luego haya 17 evaluacion­es diferentes”, sostiene Arnés. Por eso, la patronal quiere participar en este proceso que tiene que situar en la balanza no sólo la aportación terapéutic­a, sanitaria y social de un nuevo fármaco, sino también su contribuci­ón al Producto Interior Bruto en términos de riqueza, empleo o reducción de horas de absentismo laboral.

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