La gripe repercute en la economía
Con el nombre científico de virus influenza, provoca costes derivados de las bajas laborales y del incremento de hospitalizaciones por complicaciones de la propia enfermedad. Como contra todos los virus, la mejor prevención es la higiene en las manos
Costes laborales por bajas y aumento de hospitalizaciones por este virus
Tras unos días en los que el protagonismo infeccioso ha recaído en las bacterias periprotésicas, llega el momento de los agentes virales. Como cada otoño, toca hablar de la influenza o gripe; una enfermedad enormemente contagiosa y que ocasiona en el hombre una infección aguda del aparato respiratorio. La gripe representa un grave problema socio-sanitario a nivel mundial, debido principalmente al aumento de la mortalidad y a los costes económicos derivados de las bajas laborales y del incremento de hospitalizaciones por complicaciones de la propia enfermedad.
A lo largo de los meses de octubre y noviembre comenzarán en todas las comunidades autónomas las campañas de vacunación antigripal. Sin duda, la mejor medida preventiva frente a síntomas tan frecuentes como el malestar general, el dolor de cabeza intenso, los dolores musculares más o menos difusos, la fiebre y los episodios de tos.
El virus influenza tipo A es el principal causante de las epidemias de gripe. Tiene gran poder para alterar su estructura de manera continua e irrumpir cada año, en el hemisferio norte, con mayor o menor virulencia dependiendo de los cambios en la estructura celular. Estas mutaciones son las responsables de que las vacunas deban revisarse todos los años para poder proteger de las cepas que acecharán este otoño e invierno.
Se recomienda la vacunación a todas las personas a partir de los 50 años de edad y a todas aquellas que pertenezcan a un grupo de riesgo para la gripe. Dentro de ellos se encuentran las personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares de carácter crónico. Se han de incluir el asma y otras afecciones menos conocidas pero de vital importancia, tales como la displasia broncopulmonar y la fibrosis quística. Otro grupo de riesgo lo constituyen las personas con cualquier tipo de patología crónica que puedan comprometer el aparato respiratorio por aumento de secreciones o disfunciones neuromusculares. Son relevantes los enfermos con problemas metabólicos crónicos, como la diabetes mellitus, insuficiencia renal, anemias y enfermedades hepáticas ya instauradas. La inmunodepresión es buen aliado de las infecciones virales, incluida la debida a medicación o a VIH.
El personal médico, de enfermería y otros trabajadores del ámbito sanitario así como los trabajadores de instituciones
cerradas, deben cumplir con la vacunación antigripal.
A nivel laboral tampoco se han de olvidar los trabajadores en asistencia domiciliaria de personas de alto riesgo. Conductores de Servicios Públicos de Transportes, bomberos, policías, militares, protección civil y todos los profesionales que desempeñan servicios esenciales para la Comunidad también han de vacunarse anualmente.
La vacuna está contraindicada en personas alérgicas a alguno de sus componentes y las que hayan tenido una reacción alérgica de tipo severo a una vacuna previa. Si usted es de los que ha comenzado con síntomas gripales y picos febriles agudos, sepa que habrá de esperar a que la fiebre remita y consultar con su médico cuál es el mejor momento para vacunarse. El Centro de Salud o el Servicio de Medicina Laboral y Servicio de Prevención en su puesto de trabajo, son los lugares idóneos para acudir durante estos días en busca de información y buenos consejos en materia preventiva. Adecuadas prácticas de higiene, tanto respiratoria como de manos son imprescindibles para evitar el contagio gripal. Es de sobra conocido que el lavado de manos es la mejor medida para disminuir la transmisión indirecta de cualquier agente infeccioso. En lavabos y aseos públicos cada vez es más frecuente encontrar pegatinas o pequeños folletos que ayudan a recordar un correcto lavado de manos. Se debe prestar especial atención al dorso de las manos y a las yemas de los dedos, ya que suelen olvidarse con frecuencia. Es habitual mojar las manos antes de aplicar una dosis de jabón en la palma; sin embargo, en manos muy sucias se aconseja aplicar el limpiador de manos específico directamente sobre la piel antes de mojarlas.
Para evitar el contagio entre los trabajadores es aconsejable cubrirse la boca y la nariz cuando se tosa o estornude con pañuelos de un solo uso y tirarlos a la papelera. Es algo evidente, que sin embargo en muchas ocasiones solemos pasar por alto.
La higiene personal es un aspecto clave en la cadena de transmisión viral. Hay que evitar compartir utensilios tales como vasos, platos o cualquier tipo de material de aseo en contacto con la saliva y mucosas de las personas ya infectadas. Es bueno, también, evitar aglomeraciones en espacios cerrados o mal ventilados.
Si, a pesar de todo, hemos sido vencidos por el virus influenza, deberemos guardar reposo, ingerir abundantes líquidos evitando el consumo de alcohol y tabaco. El control de la fiebre se puede conseguir con antitérmicos y analgésicos recomendados por el médico.
No intente automedicarse y, por supuesto, olvide el uso de antibióticos. La gripe es un proceso viral y los antibióticos no tienen efecto salvo si hay riesgo de sobreinfección por otros gérmenes. Si la sintomatología no desaparece a pesar del tratamiento y se prolonga más de siete o diez días, es el momento de acudir al profesional médico. Y es que cuando se está en medio de la adversidad y la enfermedad, ya es tarde para ser cauto.