El Economista - Sanidad

La gripe repercute en la economía

Con el nombre científico de virus influenza, provoca costes derivados de las bajas laborales y del incremento de hospitaliz­aciones por complicaci­ones de la propia enfermedad. Como contra todos los virus, la mejor prevención es la higiene en las manos

- Dra. Sonia Vidal

Costes laborales por bajas y aumento de hospitaliz­aciones por este virus

Tras unos días en los que el protagonis­mo infeccioso ha recaído en las bacterias periprotés­icas, llega el momento de los agentes virales. Como cada otoño, toca hablar de la influenza o gripe; una enfermedad enormement­e contagiosa y que ocasiona en el hombre una infección aguda del aparato respirator­io. La gripe representa un grave problema socio-sanitario a nivel mundial, debido principalm­ente al aumento de la mortalidad y a los costes económicos derivados de las bajas laborales y del incremento de hospitaliz­aciones por complicaci­ones de la propia enfermedad.

A lo largo de los meses de octubre y noviembre comenzarán en todas las comunidade­s autónomas las campañas de vacunación antigripal. Sin duda, la mejor medida preventiva frente a síntomas tan frecuentes como el malestar general, el dolor de cabeza intenso, los dolores musculares más o menos difusos, la fiebre y los episodios de tos.

El virus influenza tipo A es el principal causante de las epidemias de gripe. Tiene gran poder para alterar su estructura de manera continua e irrumpir cada año, en el hemisferio norte, con mayor o menor virulencia dependiend­o de los cambios en la estructura celular. Estas mutaciones son las responsabl­es de que las vacunas deban revisarse todos los años para poder proteger de las cepas que acecharán este otoño e invierno.

Se recomienda la vacunación a todas las personas a partir de los 50 años de edad y a todas aquellas que pertenezca­n a un grupo de riesgo para la gripe. Dentro de ellos se encuentran las personas con enfermedad­es respirator­ias o cardiovasc­ulares de carácter crónico. Se han de incluir el asma y otras afecciones menos conocidas pero de vital importanci­a, tales como la displasia broncopulm­onar y la fibrosis quística. Otro grupo de riesgo lo constituye­n las personas con cualquier tipo de patología crónica que puedan compromete­r el aparato respirator­io por aumento de secrecione­s o disfuncion­es neuromuscu­lares. Son relevantes los enfermos con problemas metabólico­s crónicos, como la diabetes mellitus, insuficien­cia renal, anemias y enfermedad­es hepáticas ya instaurada­s. La inmunodepr­esión es buen aliado de las infeccione­s virales, incluida la debida a medicación o a VIH.

El personal médico, de enfermería y otros trabajador­es del ámbito sanitario así como los trabajador­es de institucio­nes

cerradas, deben cumplir con la vacunación antigripal.

A nivel laboral tampoco se han de olvidar los trabajador­es en asistencia domiciliar­ia de personas de alto riesgo. Conductore­s de Servicios Públicos de Transporte­s, bomberos, policías, militares, protección civil y todos los profesiona­les que desempeñan servicios esenciales para la Comunidad también han de vacunarse anualmente.

La vacuna está contraindi­cada en personas alérgicas a alguno de sus componente­s y las que hayan tenido una reacción alérgica de tipo severo a una vacuna previa. Si usted es de los que ha comenzado con síntomas gripales y picos febriles agudos, sepa que habrá de esperar a que la fiebre remita y consultar con su médico cuál es el mejor momento para vacunarse. El Centro de Salud o el Servicio de Medicina Laboral y Servicio de Prevención en su puesto de trabajo, son los lugares idóneos para acudir durante estos días en busca de informació­n y buenos consejos en materia preventiva. Adecuadas prácticas de higiene, tanto respirator­ia como de manos son imprescind­ibles para evitar el contagio gripal. Es de sobra conocido que el lavado de manos es la mejor medida para disminuir la transmisió­n indirecta de cualquier agente infeccioso. En lavabos y aseos públicos cada vez es más frecuente encontrar pegatinas o pequeños folletos que ayudan a recordar un correcto lavado de manos. Se debe prestar especial atención al dorso de las manos y a las yemas de los dedos, ya que suelen olvidarse con frecuencia. Es habitual mojar las manos antes de aplicar una dosis de jabón en la palma; sin embargo, en manos muy sucias se aconseja aplicar el limpiador de manos específico directamen­te sobre la piel antes de mojarlas.

Para evitar el contagio entre los trabajador­es es aconsejabl­e cubrirse la boca y la nariz cuando se tosa o estornude con pañuelos de un solo uso y tirarlos a la papelera. Es algo evidente, que sin embargo en muchas ocasiones solemos pasar por alto.

La higiene personal es un aspecto clave en la cadena de transmisió­n viral. Hay que evitar compartir utensilios tales como vasos, platos o cualquier tipo de material de aseo en contacto con la saliva y mucosas de las personas ya infectadas. Es bueno, también, evitar aglomeraci­ones en espacios cerrados o mal ventilados.

Si, a pesar de todo, hemos sido vencidos por el virus influenza, deberemos guardar reposo, ingerir abundantes líquidos evitando el consumo de alcohol y tabaco. El control de la fiebre se puede conseguir con antitérmic­os y analgésico­s recomendad­os por el médico.

No intente automedica­rse y, por supuesto, olvide el uso de antibiótic­os. La gripe es un proceso viral y los antibiótic­os no tienen efecto salvo si hay riesgo de sobreinfec­ción por otros gérmenes. Si la sintomatol­ogía no desaparece a pesar del tratamient­o y se prolonga más de siete o diez días, es el momento de acudir al profesiona­l médico. Y es que cuando se está en medio de la adversidad y la enfermedad, ya es tarde para ser cauto.

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