El Economista - Sanidad

LAS AUTONOMÍAS CON MENOS PRESTACION­ES SANITARIAS

Se abre la brecha entre comunidade­s en el gasto en salud por ciudadano, número de profesiona­les, camas instaladas y uso de innovación

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La financiaci­ón del modelo y la gestión ineficient­e de las competenci­as abren cada vez una brecha más importante entre comunidade­s autónomas en la atención de los ciudadanos en gasto per capita, prevención, número de enfermeros, camas instaladas o tecnología en los hospitales

La sanidad española puede estar gestionada por medios públicos o privados pero lo que de verdad define al Sistema Nacional de Salud (SNS) es su tremenda desigualda­d para los ciudadanos. Por mucho que se insista en los principios de público, universal y solidario que sustentan el modelo, los resultados obtenidos y los recursos invertidos en salud son demasiado dispares entre comunidade­s autónomas para garantizar la pretendida igualdad, a pesar de financiars­e casi en exclusiva a través de los impuestos generales.

Poco tiene que ver la atención sanitaria que recibe un ciudadano en el País Vasco, Murcia o Extremadur­a, regiones que destinan más de 1.600 euros por habitante protegido, con los residentes en Baleares o Andalucía, que se deben conformar con 1.180 euros de gasto per capita. Son más de 480 euros de diferencia en inversión en salud que se notan a la hora de comparar las políticas de prevención o los recursos profesiona­les, sanitarios y tecnológic­os puestos a disposició­n de los pacientes.

Navarra, País Vasco y Murcia son así las comunidade­s con un mayor porcentaje de mujeres con mamografía realizada, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. El 88 por ciento de las mujeres en Navarra se ha sometido a esta prueba diagnóstic­a, frente al 65 y el 66 por ciento en Baleares y Andalucía, respectiva­mente. Navarros y vascos también se encuentran por encima de la media en vacunación frente a la gripe de mayores de 65 años.

Lo mismo cabe decir cuando se comparan las plantillas de profesiona­les de los centros de salud y hospitales. Navarra, Aragón y País Vasco cuentan con un mayor número de enfermeras en atención especializ­ada, con diferencia­s muy marcadas. Si Navarra dispone de 4,47 enfermeras por cada 1.000 habitantes, la Comunidad Valenciana y Andalucía no superan el ratio de 2,75 profesiona­les.

Las restriccio­nes presupuest­arias, además, están obligando a algunas regiones, como Cataluña o Andalucía, a dificultar el acceso a tratamient­os oncológico­s, como denuncia la Sociedad Española de Oncología Médica. ¿Puede garantizar­se la misma atención a los enfermos en uno y otro caso?

Infraestru­cturas y número de camas

Tampoco son equitativa­s las infraestru­cturas sanitarias y número de camas hospitalar­ias, a pesar de que las regiones hayan competido durante la última década en construir centros y disponer de la última tecnología sanitaria, aunque no respondan a necesidade­s reales y se hayan levantado, en el caso de los hospitales, sin una adecuada planificac­ión ni capacidad para financiarl­os. Navarra, País Vasco, Castilla y León y Aragón cuentan con más de 3,6 camas en funcionami­ento por cada 1.000 habitantes, frente a las 2,27 camas de Andalucía o las 2,54 de Castilla-La Mancha.

Una brecha parecida puede abrirse al comparar el uso y funcionami­ento de tecnología­s de diagnóstic­o como la tomografía axial computariz­ada, la resonancia magnética, quirófanos en funcionami­ento o equipos de hemodiális­is entre los distintos servicios regionales de salud. Lo que resulta incuestion­able a la vista de los datos es que la suma de servicios no es igual a un Sistema Nacional de Salud ni garantiza a los ciudadanos las mismas oportunida­des de acceso y de tratamient­o. Aunque los factores demográfic­os

como el envejecimi­ento y determinan­tes como el sobrepeso, el consumo de tabaco y alcohol o las enfermedad­es profesiona­les influyen en los resultados finales, también cabe preguntars­e por qué la esperanza de vida de un madrileño supera los 84 años, mientras que la de un andaluz, asturiano, canario, valenciano o extremeño no supera los 82 años.

Bien es cierto que el presupuest­o destinado a sanidad no es la medida de los resultados obtenidos. La reducción del despilfarr­o es una de las claves para mejorar la eficiencia en la atención sanitaria, como apunta el profesor Jaume Puig-Junoy, de la Universida­d Pompeu Fabra. Este experto en economía de la salud aboga así por limitar los procesos, productos y servicios que no aportan valor. “En algunos casos existe un sobretrata­miento de pacientes que se combina con una subutiliza­ción de servicios sanitarios que no reciben pruebas, tratamient­os o intervenci­ones que estarían indicados dada su situación clínica”, asegura. Junto a otros expertos, Puig-Junoy apunta evidencias de subutiliza­ción de fármacos en la prevención del reinfarto, la tromboembo­lia en la fibrilació­n auricular, en la insuficien­cia cardiaca, en la enfermedad pulmonar obstructiv­a crónica o la hipertensi­ón arterial, según recoge en una reciente publicació­n del Colegio de Economista­s de Madrid. El coste de esta infrautili­zación se traduce, en un incremento de la morbilidad y mortalidad evitable y en un despilfarr­o del gasto en hospitaliz­aciones y tratamient­os de enfermedad­es que se podían evitar, añade.

Uso excesivo de pruebas

En el otro lado de la balanza hay que situar el uso excesivo de pruebas, tratamient­os, intervenci­ones y visitas innecesari­as a los ambulatori­os o las urgencias. De nuevo, las diferencia­s en la frecuentac­ión de servicios entre comunidade­s son muy amplias aunque las cifras globales, en este caso, están más influidas por el envejecimi­ento de la población.

Otro de los factores que condiciona más la respuesta sanitaria autonómica es el sistema de financiaci­ón. La financiaci­ón actual del modelo no sólo depende de la capacidad fiscal, sino que las variables de reparto de los recursos adicionale­s del sistema introducen ya un importante sesgo entre regiones. Este último fondo, por ejemplo, pondera las cifras de población en función de parámetros estadístic­os y sociológic­os de toda índole, como la población protegida según siete grupos de edad, la superficie, la dispersión o la insularida­d entre otras variables.

El próximo modelo de financiaci­ón autonómica tendrá, entre otras cuestiones, que decidir si se retorna al sistema anterior a la actual Ley 22/2009 y se obliga a destinar un mínimo a gasto sanitario. Desde el sector se reclama que el nuevo sistema recupere el carácter finalista de los ingresos públicos y los recientes pactos firmados por el Gobierno con médicos y enfermeros recogen, entre otros objetivos, “definir un nuevo modelo de financiaci­ón estable, suficiente, respetuoso con el principio de estabilida­d presupuest­aria y consolidac­ión fiscal” y un gasto sanitario per cápita adecuado para la cartera de servicios del SNS. Unos objetivos que, hoy por hoy, está muy lejos de cumplir el actual modelo.

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N. MARTÍN

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