Carlos González
Presidente de Cofares
La democracia significa contraste de pareceres, diversidad, tolerancia, elección y, probablemente también, alternancia. La farmacia española está inmersa ahora en la evolución que se va a producir en ella como consecuencia del proyecto de ley de Servicios Profesionales y el de Unidad de Mercado que en los próximos meses se debatirán y entrarán en vigor en el año 2014. No hay que tener temor a que el desarrollo de este debate comprometa nuestro futuro, haciendo que algunas cosas cambien. El verdadero problema de la farmacia española es que la ausencia de debate en la misma con respecto a lo que queremos que sea nuestro futuro, tomando como base la excelencia actual de nuestro desarrollo profesional, crea en algunos sectores de nuestra profesión un temor que considero injustificado. Las regulaciones profesionales y empresariales están íntimamente vinculadas al debate. Este siempre es enriquecedor si conocemos de antemano lo que piensan y desean las partes que se implican en el mismo. Y a estas alturas todos conocemos que en los países de nuestro entorno se han ido produciendo movimientos con respecto a la naturaleza jurídica de la farmacia, que han sido pilotados a veces por los propios profesionales farmacéuticos y otras, al margen de ellos. En aquel caso siempre las regulaciones han sido mucho más armónicas y flexibles y han respetado, por tanto, el modelo de farmacia que en cada país, aun siendo diverso, está vigente con sus propias peculiaridades.
En los casos en los que la farmacia no ha participado en la provisión de alternativas cara a su futuro, las regulaciones han sido drásticas infringiendo un duro golpe a las expectativas asistenciales del modelo y generando, por tanto, una revolución que sólo ha beneficiado a aquellos que habían apostado por ella en su análisis y en su génesis. Un ejemplo de regulación armónica es la que se ha producido en Francia. Un ejemplo de revolución es el cambio que se ha activado en Portugal.
No quiero para el modelo de farmacia en nuestro país una revolución. Sí deseo una evolución que salga de las ideas del sector, contrastándolas, por supuesto, en el marco democrático con todos aquellos interesados en el modelo asistencial de farmacia de nuestro país, sin temores, con criterios que garanticen el magnífico servicio asistencial que supone hoy en día la farmacia española. Pero con interés de resolver muchos problemas que atañen a nuestra situación económica, vinculados a la modernización del marco legislativo en que se encuadra nuestra actividad profesional. Con absoluto respeto a la competencia perfecta que suponen más de 21.000 establecimientos al servicio de un proyecto asistencial y con el objetivo de que la eficiencia del modelo se traduzca en el empleo adecuado de los recursos que el sistema pone a disposición de la prestación farmacéutica. Es un debate que la farmacia española no puede eludir y en la medida en la que nos impliquemos en él a fondo, ahuyentaremos el riesgo de que otros tomen decisiones por nosotros, lo que sería algo que yo ni deseo ni recomiendo.