Sanidad: su paso al debate político le impide reformarse
El debate sanitario ha entrado en esta legislatura a formar parte del manual político. La sanidad ya se puede utilizar desde entonces como recurso electoral para trasladar al ciudadano el mensaje del miedo. Y así, es imposible el cambio
Las empresas sanitarias, sobre todo las farmacéuticas, suelen ponerse de ejemplo como uno de los sectores más seguros, aquellos en los que en tiempos revueltos se consideran inversiones sin demasiados riesgos. En bolsa son además reconocidos como valores refugio en momentos de crisis. Sin embargo, hace relativamente poco tiempo en nuestro país -seguramente en esta última legislatura-, que la sanidad entró de lleno en el debate político. Y lo hizo como un elefante en una cacharrería. Apareció el fantasma de la privatización y todo se fue al traste.
El debate sanitario entró a formar parte del manual político. La sanidad ya se podía utilizar desde entonces como recurso en el traslado a la sociedad del mensaje del miedo al votante. La sanidad pública no se vende y quieren privatizar los hospitales públicos para dárselos a las empresas, fueron de los lemas más repetidos. Más allá del éxito de este discurso -que lo tuvo-, el verdadero miedo no ha llegado a la población. El principal problema es que ese miedo se ha instalado en la clase política dirigente. Pocos parecen ya dispuestos a darle un verdadero repaso al funcionamiento de su sistema sanitario para ver cómo hacerlo eficaz y que cubra las necesidades básicas de una sociedad occidental desarrollada. No son recortes, son reformas, aseguran los expertos.
Hoy damos en estas páginas algunas fórmulas que proponen hasta cien de ellos, de todo signo e ideología. Esperamos que sean escuchados. Pero pinta mal. El Grupo Parlamentario Socialista ya ha adelantado que suprimirá todo tipo de gestión privada en los hospitales públicos, como la que se intenta llevar a cabo en varios centros sanitarios de Madrid. Sin más debate que el seguidismo de la llamada marea blanca.
El sector echa en falta una política que ofrezca estabilidad y que no esté expuesta a continua revisión y cambio para obtener pírricos ahorros a corto plazo. También para las farmacéuticas, que ven cómo, cada vez más, son otros países del entorno los agraciados con las inversiones de sus matrices internacionales.
Sin pactos a la vista, salvo los acuerdos firmados con médicos y enfermeros que los sindicatos de clase han recurrido ante los tribunales, la sanidad lleva camino de convertirse en un objeto de hacer y deshacer, como ocurre con la educación.