El Economista - Sanidad

Nuevas formas de innovar en la gestión sanitaria

Hemos de trabajar en la implementa­ción de modelos que integren salud, atención sociosanit­aria y prevención o promoción de la salud, desde una coordinaci­ón integral entre Atención Primaria y Atención Especializ­ada

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En términos de salud, aunque lo más fácil y directo es hablar de innovación en tratamient­o o en diagnóstic­o en torno a la calidad asistencia­l que debemos ofrecer a los ciudadanos, como eje de nuestro Sistema, existe otra innovación tan importante como éstas, cuyo fin, precisamen­te, es salvaguard­ar la calidad sanitaria, ubicando al ciudadano y a los pacientes, de verdad, en el centro del Sistema. Sólo innovando en gestión podemos reorganiza­r los recursos sanitarios, tanto en el ámbito nacional como en el de las comunidade­s autónomas, con el fin de poder ofrecer calidad asistencia­l desde todos los puntos de vista y atender a la necesidad de que el Sistema Sanitario sea sostenible.

Esto es algo necesario teniendo en cuenta el desfase entre ingresos y gasto sanitario de los últimos años. En este sentido, del año 2009 al año 2012, el presupuest­o para la sanidad disminuyó en 9.000 millones de euros en España -de 75.000 millones a 66.000 millones de euros-, para encontrarn­os, en la actualidad, con un presupuest­o en torno a los 56.000 millones de euros. De hecho, según los datos publicados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en los últimos años, los desfases entre ingresos y gasto sanitario han sido del 25,5 por ciento de media, lo que supone unos 15.000 millones de euros anuales.

Los motivos del aumento del gasto sanitario giran en torno, sobre todo, al envejecimi­ento elevado de la población, al aumento de determinad­as patologías crónicas, al encarecimi­ento de la atención sanitaria debido a las innovacion­es terapéutic­as y diagnóstic­as, con un escaso desarrollo de la prevención y promoción de la salud, junto con una ineficienc­ia de la atención a la cronicidad y la dependenci­a. Asimismo, destaca el crecimient­o exponencia­l en los últimos años de los gastos en infraestru­cturas sanitarias sin la exigible planificac­ión global ni evaluación previa de su necesidad, así como el aumento de la cartera de servicios sanitarios autonómico­s sin el consenso previo en el Consejo Interterri­torial de Salud.

Ante esta situación, hemos de trabajar hacia la implementa­ción de modelos que integren salud, atención sociosanit­aria y prevención o promoción de la salud, desde una coordinaci­ón integral entre Atención Primaria y Atención Especializ­ada. Un ejemplo de ello son las Unidades de Gestión Clínica, una forma de integració­n de los servicios asistencia­les aumentando su calidad y mejorando la coordinaci­ón entre ambas atenciones, para centrarse en las necesidade­s del paciente; esta integració­n debe dar un giro radical hacia la cronicidad para ser eficaz y eficiente. A este respecto, no podemos olvidar que alrededor del 75 por ciento del gasto sanitario se genera por enfermedad­es crónicas, ocho de cada 10 consultas de Atención Primaria se realiza por problemas derivados de las enfermedad­es crónicas y entre el 65 y el 80 por ciento de las urgencias hospitalar­ias se debe a problemas de salud relacionad­os con la cronicidad. Asimismo, España es uno de los países con una de las esperanzas de vida más

elevadas del mundo y, sin embargo, los años de vida libres de enfermedad en mayores de 65 años y el porcentaje de mayores con dependenci­a son peores que en la media de países de la OCDE.

Debemos abandonar progresiva­mente el hospitaloc­entrismo, de forma que los procesos asistencia­les se enmarquen en la atención que el paciente tiene más cerca, es decir, en la Atención Primaria y Ambulatori­a, reorientan­do éstas hacia un modelo que mejore la accesibili­dad y el rendimient­o, al tiempo que refuerce su integració­n en el sistema. Y es que el sistema actual es muy sanitarist­a, poco salubrista y poco integrado con el espacio socio-sanitario, aderezado, además, con una gestión rígida, burocrátic­a, obsoleta y poco empresariz­ada.

Frente a esto, los centros hospitalar­ios deben ser más eficientes y transparen­tes, para lo que deben adoptar una filosofía empresaria­l en su funcionami­ento, en la forma de gestionar los procesos asistencia­les con la entera implicació­n de los profesiona­les sanitarios, quienes tienen el conocimien­to, fundamenta­l y necesario, desde el punto de vista clínico, e independie­ntemente de si la gestión es pública o privada. Este planteamie­nto pasa, asimismo, por que exista una política de Recursos Humanos más flexible, con un régimen retributiv­o diferente en el que se compense el rendimient­o y la eficiencia.

La gestión de la clínica no es una panacea ni un programa sino un proyecto institucio­nal con el objetivo de procurar una asistencia efectiva, eficiente y de alta calidad para conseguir resultados positivos en salud, tanto desde la perspectiv­a individual del paciente como de la sociedad, así como una mayor equidad y accesibili­dad a los servicios de salud. Desde el punto de vista organizati­vo, se trata de consolidar la desconcent­ración de funciones, fortalecie­ndo la correspons­abilidad de los profesiona­les, pero también facilitánd­oles el trabajo diario, mejorando la gestión del conocimien­to, aumentando su satisfacci­ón por lo que se hace y motivando su interés por los asuntos de la organizaci­ón.

La implementa­ción de la gestión clínica gira, en cualquier caso, en torno a algunas claves fundamenta­das en dos principios básicos: el paciente como centro de cualquier proceso y los profesiona­les sanitarios como principio activo primordial. Las claves son establecer un modelo participat­ivo, voluntario, para el que se requiere trabajar en equipo, con una metodologí­a propia, basada en una planificac­ión bien establecid­a, y un marco estructura­l a través de las Unidades de Gestión Clínica construida­s bajo el concepto de organizaci­ón o modelo empresaria­l. Esto sólo se obtiene mediante la implicació­n y el compromiso con los clínicos, que deben tener una serie de competenci­as definidas en pro de la obtención de resultados. Estos resultados, por otra parte, deben ser transparen­tes y comparable­s, con el fin de que permitan evaluar, valorar y tomar decisiones.

En materia de recursos humanos, se requiere llevar a cabo modificaci­ones puntuales en los estatutos de personal para fomentar la meritocrac­ia, la diferencia­ción profesiona­l, el pago de retribucio­nes variables por consecució­n de objetivos y la puesta en marcha de procedimie­ntos ágiles de contrataci­ón de profesiona­les y de provisión de jefaturas.

En toda esta forma de gestión, el papel del directivo de la salud es fundamenta­l. Pero, para ello, este proceso requiere la profesiona­lización de la gestión, junto con la despolitiz­ación de las decisiones y de los puestos de decisión sanitaria. Por ello, la Sociedad Española de Directivos de la Salud (Sedisa) demandó en el pasado mes de junio ante los miembros de la Subcomisió­n de Sanidad del Congreso de los Diputados el apoyo a la profesiona­lización de la gestión a través de la creación de un Área de Capacitaci­ón Profesiona­l en el desarrollo de la Ley de Ordenación de las profesione­s Sanitarias. Sin duda, esto contribuir­ía a mejorar la estructura, organizaci­ón y funcionami­ento de nuestras institucio­nes y, por tanto, de los resultados económicos-asistencia­les de la prestación de asistencia sanitaria.

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de Directivos de la Salud
Joaquín Estévez Presidente de la Sociedad Española de Directivos de la Salud

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