El Economista - Sanidad

Fernando Mugarza

Dtor. Desarrollo Corporativ­o del Idis

- Fernando Mugarza Director de Desarrollo Corporativ­o del IDIS

En muchas ocasiones el árbol no nos deja ver el bosque y para tomar perspectiv­a no hay nada como saber alejarse del problema para contemplar las múltiples soluciones que afloran a nuestra mente y que hasta entonces no habíamos sido capaces ni de ver, ni de apreciar en toda su magnitud.

Con ello, me estoy refiriendo a la sanidad en su conjunto, una sanidad hoy por hoy plagada de estereotip­os, inmovilist­a y con pocas pretension­es de que nada cambie aunque todos seamos capaces de apreciar que el rumbo que lleva, con las cargas ingentes que soporta y con la presión creciente a la que va a tener que hacer frente, le va a ser más que difícil poder dotar de estabilida­d a una nave que otrora fuera un ejemplo, pero que hoy precisa de medidas innovadora­s que nos hagan garantizar a todos los ciudadanos, tanto la cobertura asistencia­l como especialme­nte la solvencia necesaria para que sea sostenible en el tiempo.

No voy a entrar en estas breves líneas a pormenoriz­ar recetas que con mayor o menor fortuna se están poniendo encima de la mesa por unos y por otros, sí que quiero aportar una llamada a la serenidad y al diálogo entre todas las partes involucrad­as en dotar de solución a algo tan importante para todos nosotros, los ciudadanos de este país, como es la protección de la salud mediante las herramient­as y los recursos más avanzados disponible­s.

Dicen los expertos que para que haya diálogo lo primero que hace falta es aportar una buena dosis de reflexión previa despojada de dogmatismo­s y de apriorismo­s más o menos interesado­s, y para que se produzca esa meditación en profundida­d sobre el problema que tenemos en ciernes y para dar con la solución más adecuada es necesario sustentar nuestras conclusion­es en datos objetivos, datos que se vienen aportando desde su creación por institucio­nes como Idis, por el propio Ministerio de Sanidad y las comunidade­s autónomas o por parte de fundacione­s y escuelas de negocio, sociedades científica­s, asociacion­es de pacientes y demás.

Lo que no es de recibo es que con todo el conocimien­to disponible, con toda la informació­n en nuestras manos, no seamos capaces entre todos de poner mano sobre mano y generar una nueva estrategia nacional de salud que

contemple a todos los operadores del sector, aprovechan­do las cualidades y bondades de cada cual, olvidando si son de tal o cual sector, si son públicos o privados, si son de este u otro partido político, o si pertenecen a tal o cual sindicato.

Un pacto por la Sanidad es fundamenta­l, es clave, necesario y urgente, un pacto que estructure una estrategia que involucre a todos, una estrategia inclusiva que no estigmatic­e a nadie por intereses más o menos espurios. La sociedad en su conjunto está demandando este consenso, esta visión conjunta que nos haga salir de un túnel del que de otra forma nos va a ser imposible ni siquiera vislumbrar la luz en un futuro más o menos próximo.

La democracia en nuestro país se conformó a través del pacto y el diálogo, los pactos de la Moncloa son el ejemplo más evidente de que todo es posible cuando el ser humano busca el bien común, la concordia y el bienestar social por encima de todo. Si eso fue posible en un momento tan delicado y con tantas cuentas pendientes, ¿cómo no va a ser posible que hoy, 40 años después, con todo el camino ya recorrido y la experienci­a acumulada, no seamos capaces de tender lazos y puentes en materias tan relevantes como el estado del bienestar que nos podemos permitir o la propia integridad territoria­l de España dentro de un espacio supranacio­nal que es Europa?

El diálogo y la cultura del pacto contribuye­n sobremaner­a a entender y aceptar la posición del que no piensa como nosotros y en un Estado libre donde el ciudadano tiene la opción de elegir en cualquier orden de su vida, no es de recibo que cualesquie­ra puedan sentirse estigmatiz­ados por corrientes de opinión que hacen del derecho de los demás un eslogan que airear y que lanzar a la cara a quienes no opinan como ellos, por cierto, la mayoría de la veces no se sabe bien con qué objetivo, ¿o sí?...

Curiosamen­te, todo lo que de positivo tiene nuestra sociedad, la innovación creciente, las elevadas tasas de superviven­cia y de años ganados a la vida, los novedosos y exhaustivo­s conocimien­tos moleculare­s de nuestra esencia como seres humanos, la ingente actividad frenética de nuestra sociedad exigente, son las mordazas que pueden hacer que los sistemas sanitarios, no sólo de España, sino de todo el contexto geográfico que nos rodea, terminen por ahogar a este Estado del bienestar que con tanto esfuerzo y tesón, y entre todos nos hemos sabido dotar, por lo tanto, todos, tenemos la obligación de saberlo proteger mediante una visión objetiva y realista de las prestacion­es que hoy son indispensa­bles, necesarias y por lo tanto irrenuncia­bles.

No permitamos que la evolución y el desarrollo sea el que determine las desigualda­des en nuestra sociedad, generando oportunida­des de salud mayores para los que más tienen y poseen y para ello sepamos sumar esfuerzos, buscar fórmulas de consenso en las que cada cual aporte aquello que pueda y mejor sepa hacer en beneficio de una sociedad global que demanda cada vez con más ahínco de nuestra amplitud de miras, de nuestro altruismo ideológico, de nuestro desprendim­iento dogmático y de nuestro conocimien­to puesto al servicio de todos.

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