El Economista - Sanidad

Congreso nacional de Cirugía Pediátrica

En 2011, la diferencia de precio entre los medicament­os financiado­s de marca y sus genéricos pasó a la historia. El Estado no está dispuesto a financiar un medicament­o de marca a un precio superior al de uno genérico

- Emili Esteve Director del Departamen­to Técnico de Farmaindus­tria

La Sociedad Española de Cirugía Pediátrica celebra este año su 53 congreso anual en el Palacio de Congresos de Cádiz del jueves 22 al viernes 23 de mayo. Más informació­n en www.secipe.org/congreso/2014

Si un encuestado­r saliera a la calle para preguntar a los ciudadanos si creen que un medicament­o de marca es más caro que un medicament­o genérico intuimos que la respuesta general sería que los medicament­os genéricos son más baratos, pero esta respuesta por muy general o mayoritari­a que fuese es errónea.

En 2011, la diferencia de precio entre los medicament­os financiado­s de marca y sus genéricos pasó a la historia. La explicació­n es sencilla: el Estado no está dispuesto a financiar un medicament­o de marca a un precio superior al de uno genérico. Así pues, para poder seguir incluidos en la financiaci­ón pública los medicament­os de marca tuvieron que situarse al precio de sus genéricos.

Puesto que tanto los medicament­os de marca como los genéricos han superado las exigencias de las autoridade­s sanitarias no cabe cuestionar­se si es mejor la prescripci­ón de uno u otro. Sin embargo, cada cual, en su faceta de usuario o paciente, puede preferir que le receten una marca o un genérico.

Es más, incluso habrá a quien le gustaría tener la posibilida­d de actuar como con cualquier otro bien, es decir, poder comparar para finalmente optar por uno u otro producto en base a considerac­iones de naturaleza no económica, dado que no existen diferencia­s de precio. En estos supuestos, la tendencia a elegir la marca es lógica. Los expertos establecen una vinculació­n emocional entre el consumidor y su marca, porque ésta es un componente distintivo que facilita un uso y un consumo concretos. Asimismo, indica la procedenci­a del producto y asocia el mismo a una reputación del fabricante y a unos estándares de calidad.

Todo esto es aplicable, naturalmen­te, a los medicament­os, de los cuales, además, podemos señalar algunos elementos específico­s adicionale­s. El primero es que la marca es especialme­nte adecuada para el medicament­o que identifica. En el caso de los medicament­os, y a diferencia de otros productos de consumo -donde la decisión responde únicamente a criterios del fabricante-, la marca propuesta por el laboratori­o farmacéuti­co debe ser aprobada por las autoridade­s sanitarias con el objetivo de verificar que dicha propuesta se ajusta a la finalidad concreta del medicament­o, evitando además que se confunda con otros productos de farmacia.

Como segunda caracterís­tica adicional, la marca está diseñada para que sea más fácil de recordar y utilizar que el nombre de los componente­s del medicament­o, es decir, los principios activos. Parece mucho más sencillo referirse a un medicament­o con su marca que citar sus -a veces dos o tres e incluso más- principios activos. Pero aún teniendo sÓlo uno, los nombres de muchas de estas moléculas suelen ser difíciles de pronunciar: piketoprof­eno, doxilamina succinato, acenocumar­ol, racecadotr­ilo o ranibizuma­b, por citar algunos, desde luego mucho más difíciles que sus respectiva­s marcas registrada­s ( Calmatel, Dormidina,

Sintrom, Tiorfan o Lucentis). En otros casos, los principios activos son tan parecidos entre sí que no resulta fácil para los no expertos diferencia­rlos: paricalcit­ol, paracetamo­l o pantoprazo­l, todos ellos ejemplos de principios activos de uso habitual, con nombres similares, pero con efectos farmacológ­icos muy diferentes.

El tercer elemento específico adicional es que la prescripci­ón por marca evita cambios en la dispensaci­ón. La Ley establece que, con carácter general, en la farmacia debe dispensars­e el medicament­o prescrito, en este caso el identifica­do con la marca. Esto no ocurre si en la receta se señala sólo el nombre del principio activo, pues son diversos los envases posibles en el momento de la dispensaci­ón y, ante este supuesto, el farmacéuti­co puede elegir cualquiera de ellos. Y debe hacerlo cuidadosam­ente para evitar ciertos cambios que puedan llevar a que el paciente-especialme­nte de edad avanzada o polimedica­do- se confunda y considere que dos medicament­os con envases diferentes y distintas formas o modos de presentaci­ón no son la misma cosa.

Por último, el uso de la marca fortalece a las empresas que más invierten en investigac­ión y que realizan todo el complicado desarrollo científico de los medicament­os originales, pero también a otras compañías, muchas de ellas de ámbito nacional, que llegan a acuerdos de licencia con aquellas.

Las compañías farmacéuti­cas que registran medicament­os de marca son, en definitiva, las que generan el progreso de la terapéutic­a. En estas circunstan­cias, podemos considerar que la elección de la marca es una forma de estímulo del avance científico, lo cual termina reportando beneficios al paciente, al profesiona­l sanitario y no sólo a la propia industria innovadora.

En resumen, la marca se alinea con el progreso, evita confusione­s, se asocia a la responsabi­lidad empresaria­l y favorece la adherencia en los tratamient­os. Si a ello le sumamos que para el Sistema Nacional de Salud la marca no es más cara, no es de extrañar la tendencia actual por la cual cada vez más pacientes piden al médico la prescripci­ón de sus medicament­os indicando la marca en la receta. Diríamos que, al menos en este sentido, la marca no tiene contraindi­caciones.

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