El Economista - Sanidad

La formación y cualificac­ión en sanidad

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La asombrosa rapidez con la que hoy en día se producen avances en las ciencias médicas genera un flujo de nuevos conocimien­tos y técnicas de diagnóstic­o y tratamient­o que obligan a una continua renovación o actualizac­ión de los conocimien­tos de todo el personal sanitario, no sólo en busca de mejorar la atención a los pacientes, sino también por el anhelo personal de nutrir las competenci­as profesiona­les aprendidas con tanto esfuerzo durante los años previos de estudio.

Equilibrar esta necesidad de constante actualizac­ión con los costos que representa a veces no es fácil, particular­mente cuando existe una crisis económica de por medio. En esta disyuntiva, no es de extrañarse que varias institucio­nes dedicadas a la atención de salud, especialme­nte las pequeñas, recorten los gastos de formación profesiona­l privilegia­ndo otras necesidade­s probableme­nte urgentes. No obstante, la formación del personal sanitario, si bien no entra en la categoría de lo urgente, es absolutame­nte necesaria para el presente y el futuro de las institucio­nes de salud.

Esta primera reflexión viene a raíz de que, habitualme­nte, los presupuest­os de las organizaci­ones sanitarias destinados a programas formativos y de actualizac­ión de los agentes de salud, son reducidos, cada vez más. La paradoja es que para mantener un nivel competitiv­o las institucio­nes necesitan invertir en la permanente capacitaci­ón de sus médicos y asistentes. Por ejemplo, los datos de 2012 señalan que el promedio de inversión anual en la formación de los profesiona­les sanitarios fue de 70 euros por persona. ¿A cuánto conocimien­to o preparació­n se puede acceder por esa suma?

La importanci­a de una continua formación tiene efectos mucho más allá de las personas, ya sean médicos, enfermeros, gestores y administra­dores que conforman los distintos niveles de atención de los servicios de sanidad. No se trata solamente de cuánto sabe cada uno, se trata más bien de cuánto avanza o, en su defecto, cuánto retrocede una sociedad entera respecto a los logros de bienestar y calidad de vida proporcion­ados por el sistema de salud de una comunidad. Actualment­e, en España, este sistema puede responder todavía a la demanda de la población gracias a los intereses que le producen anteriores inversione­s en la formación del personal. Pero es evidente que esto no será así por mucho tiempo, precisamen­te porque la realidad va modificánd­ose constantem­ente y para adaptarse a ella, los agentes sanitarios requieren un tipo de actualizac­ión multifacét­ica, capaz de otorgarles la seguridad de que cuentan con las suficiente­s capacidade­s, sólidas y concretas, para actuar a la altura de los desafíos que se les presenten y que son, por regla general, complejos.

De todo ello extraemos algunas conclusion­es lógicas: a

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