Anticoagulación: el reto de hacer lo correcto
La semana pasada se celebró el Día Internacional del Paciente Anticoagulado, un día señalado que sirve para concienciar a la población de la realidad de muchos pacientes, desconocida en parte por el gran público, al que sólo le suenan algunas de las consecuencias de un mal control de la anticoagulación, como es el ictus, la segunda causa de muerte en España -la primera en la mujer- y la causa más importante de invalidez o discapacidad grave en adultos. En España, hay en la actualidad unos 800.000 pacientes que reciben tratamiento anticoagulante y la gran mayoría de ellos padecen fibrilación auricular no valvular, que es la arritmia más frecuente en la población, y son anticoagulados para prevenir un ictus u otras embolias. Para conseguir este objetivo, la mayoría reciben los anticoagulantes clásicos - dicumarínicos o antivitamina K-, con de más de 50 años de historia, eficaces, pero complejos de manejar, ya que tienen un estrecho margen terapéutico y su efecto es variable entre los pacientes, por tanto, precisan controles frecuentes para el ajuste de las dosis. Apesar de la amplia experiencia de uso, al menos el 40% de estos pacientes presenta un nivel de anticoagulación fuera del rango terapéutico y, por tanto, están expuestos a un riesgo aumentado de ictus o de hemorragias graves. Estos pacientes hoy tienen una alternativa tan eficaz o más que la clásica, segura y coste-efectiva: los nuevos anticoagulantes orales (Naco), que llegaron al mercado español hace ya cinco años, previamente aprobados por las agencias reguladoras americana, europea y española, y cuentan, además, en nuestro país desde 2012 con unas directrices específicas sobre su uso en el ámbito del SNS: el Informe de Posicionamiento Terapéutico (IPT) de la Aemps y del Ministerio de Sanidad, en cuya elaboración y aprobación participaron las comunidades autónomas, y que define los criterios de utilización de los Naco en los pacientes con fibrilación auricular para la prevención del ictus.
Una de las ventajas de los Naco respecto a los dicumarínicos es su efecto predecible a dosis fijas estandarizadas, no precisando controles rutinarios, con menos molestias e incertidumbre para al paciente. Además, su corta vida media permite un manejo clínico más sencillo. Sin embargo, su utilización es aún limitada, en torno al 10% sobre el total de la anticoagulación en España -menos que los países de nuestro entorno- pero con gran heterogeneidad entre comunidades, lo que indica un amplio margen de mejora. El criterio de equidad dentro del SNS debe garantizar el acceso a tratamientos que realmente aporten valor. El coste y el esfuerzo de la