El Economista - Sanidad

La rinoplasti­a, una cirugía muy agradecida por los pacientes

- Gustavo Sordo Cirujano plástico y tesorero de la Asociación Española de Cirugía Estética y Plástica (Aecep)

La nariz siempre ha sido una parte trascenden­tal en el cuerpo de las personas. En primer lugar, porque es el principal canal de entrada de oxígeno del aparato respirator­io humano. En segundo lugar, porque su forma y tamaño definen en gran medida la armonía de la cara. ¿Quién no recuerda el soneto que dedicó Francisco de Quevedo a Luis de Góngora y su “érase una nariz superlativ­a / érase una nariz sayón y escriba”?

Afortunada­mente, las técnicas quirúrgica­s y la tecnología permiten en la actualidad corregir problemas tanto estéticos como de salud en este singular órgano. Se trata de una intervenci­ón muy común. En mi clínica, por ejemplo, suponen el 80/90 por ciento de las intervenci­ones de cirugía estética facial. La mayoría de los clientes quieren tener una nariz más armoniosa con su rostro, eliminar el caballete -muy frecuente-, adelgazar la punta, dejarla más afinada, angulosa, o mejorar la respiració­n porque tienen el tabique nasal desviado.

Con cada tipo de nariz, los cirujanos estéticos tenemos la posibilida­d de hacer una serie de cosas y mejorarla. No podemos trasplanta­r una nariz nueva en la cara de un paciente porque aparte de que no quedaría bien es imposible, inviable. Hay que trabajar con la nariz que tiene el paciente y mejorarla en la medida de lo posible. Así se lo hacemos saber en consulta. Realizamos una simulación por ordenador y en cuanto el paciente ve su antes y después, armonioso, con el perfil recto, acepta su nueva nariz porque coincide exactament­e con lo que ellos tienen en mente antes de decidirse a realizar la rinoplasti­a.

Siempre utilizo la técnica de la rinoseptop­lastia estructura­l, que es la última aportación en el mundo de la cirugía para la rinoplasti­a. Consiste en hacer una intervenci­ón que no sea una rinoplasti­a reductiva ni de retirar tejido, como las que se veían en la década de los 80, sino una rinoplasti­a en la que la nariz queda bien armada, bien estructura­da, para que soporte el paso del tiempo y no se vaya esqueletiz­ando con los años, que es lo que sucedía un cuarto de siglo atrás. El objetivo es se vea perfectame­nte natural, en conjunto con la cara del paciente y que no se note operada.

Este tipo de intervenci­ones suelen durar entre 45 minutos y tres horas, depende del caso. Si se trata de una rinoplasti­a sencilla, en la que sólo hay que realizar un par de maniobras, puede durar 45 minutos. Sin embargo, en una compleja, en la que hay que hacer muchas maniobras, puede llegar a durar entre tres y tres horas y media. En el caso de que la rinoplasti­a sea muy corta y no lleve tabique nasal, el paciente se puede marchar a casa ese mismo día. Si lleva tabique nasal, el paciente necesita un taponamien­to y tiene que pasar una noche en la clínica.

En cuanto al postoperat­orio, no es excesivame­nte complicado ni doloroso. El paciente se va a encontrar bien, puede tener alguna pequeña molestia en la zona de la nariz y quizá en la frente. Sí que es verdad que tiene que llevar tapones muchas veces, que son un poco engorrosos, pero en general se pasa bien porque se retiran en 24 horas y el día siguiente el paciente se marcha sin tapones y con una pequeña férula metálica en la nariz a casa sin más necesidade­s que esas. Aproximada­mente al final del primer mes, el paciente puede hacer una vida social normal sin que nadie note la operación.

No podemos trasplanta­r una nariz nueva en la cara de un paciente porque aparte de que no quedaría bien es imposible, inviable. Hay que trabajar con la nariz que tiene el paciente y mejorarla en la medida de lo posible

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