El Economista - Sanidad

El valor de las vacunas

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El patrón epidemioló­gico de presentaci­ón de las enfermedad­es en los países desarrolla­dos, ha sufrido unos cambios espectacul­ares en los últimos tiempos. Así, si bien a principios del siglo XX la población enfermaba o moría fundamenta­lmente por problemas transmisib­les, a comienzos del siglo XXI muere o enferma principalm­ente por problemas crónicos o degenerati­vos, de tipo biológico o conductal, basicament­e derivados de los estilos de vida.

Son varios los factores que han influido en dicho cambio, desde las mejoras en las condicione­s higiénico-sanitarias en general, las mejoras en la nutrición, los métodos de desinfecci­ón, desinsecta­ción y desratizac­ión, la aparición de los antibiótic­os etc. Sin embargo, son las vacunas las que junto al control higiénico sanitario del agua de bebida, han tenido un mayor impacto sobre la reducción de la morbilidad y la mortalidad de la población. La incorporac­ión de los programas nacionales de vacunación ha representa­do uno de los avances más importante­s en el control de las enfermedad­es infecciosa­s. Además, en el proceso de planificac­ión de programas, la vacunación se presenta como una de las primeras actividade­s regladas de la salud pública y tiene un largo recorrido como estrategia para proteger al ser humano frente a determinad­as enfermedad­es.

El acceso individual a la vacuna aunque sea bueno a título personal, va a tener poco impacto sobre la salud de la comunidad. Sin embargo, si logramos interrumpi­r la cadena de transmisió­n, con algunas vacunas podemos disminuir la incidencia de determinad­as enfermedad­es, controlarl­as y, en la medida de lo posible, contribuir a su eliminació­n y erradicaci­ón. Esto supone una clara responsabi­lidad pública a la hora de ofertar vacunas a la población, ya que con estos productos mejoramos claramente el nivel de salud de nuestra ciudadanía. Esta responsabi­lidad pública se manifiesta en el conjunto del Estado español en el desarrollo de políticas vacunales con la consolidac­ión de programas de vacunación, es decir, con actuacione­s presupuest­adas y planificad­as. Esto nos diferencia de otros países de nuestro mismo contexto socioeconó­mico, en los que dicha responsabi­lidad se traduce exclusivam­ente en el desarrollo de recomendac­iones vacunales, no ajustadas a presupuest­o, siendo los ciudadanos, los que pagan la totalidad o parte de la vacuna, por lo que las coberturas alcanzadas no son las ideales. Las vacunas representa­n el 1 ó 1,5 por ciento del total del gasto farmacéuti­co. Sin embargo, ocupan la mayoría del debate mediático en materias de salud pública. Por eso, sería convenient­e subrayar la convenienc­ia de no cerrar puertas al conocimien­to y al progreso científico, lo cual permitiría avanzar en la definición de estrategia­s vacunales, fundamenta­les para la salud de la ciudadanía.

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