El Economista - Sanidad

Cataluña se lanza a por la sanidad privada por motivos ideológico­s

La Generalita­t se arriesga a perder futuras inversione­s también desde la sanidad privada, un campo donde hasta ahora Cataluña había sido un modelo por su integració­n entre ambos sistemas

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Cataluña ha sido hasta ahora la región que más había apostado por la colaboraci­ón con la sanidad privada para atender a su población. El 25 por ciento de su gasto en salud, uno 2.500 millones de euros, dedicaba cada año la Generalita­t a conciertos con compañías sanitarias, un dinero que se dedicaba fundamenta­lmente a descargar las elevadas listas de espera quirúrgica­s de la sanidad pública. Sin embargo, la llegada al poder de Junts pel Sí (ERC y CDC), con las imposicion­es de la CUP, ha llevado a convertir al sector privado en el nuevo chivo expiatorio de los problemas financiero­s que arrastra la sanidad catalana. El proceso para revertir privatizac­iones y reducir al mínimo la colaboraci­ón con el sector privado en la comunidad donde más peso tiene ya ha comenzado y es una de las prioridade­s que se ha marcado el consejero Toni Comín, exmilitant­e del PSC y enrolado ahora en las filas de ERC.

El primer paso ha sido expulsar a la Clínica del Vallés y al Hospital Universita­rio General de Cataluña del Sistema Sanitario Integral de Utilizació­n Pública de Cataluña (Siscat), que incluye centros públicos y concertado­s dentro de la red de uso público y financiado con dinero público, para “reforzar el carácter público del sistema sanitario”, según anunció el consejero, que aprovecha así el vencimient­o de los contratos con estos centros que gestiona el grupo Quirónsalu­d. En el punto de mira del consejero está ahora el Hospital Sagrado Corazón, también de la compañía que dirige Víctor Madera que gestiona en Barcelona ocho centros sanitarios, cuyo convenio finaliza en 2022. Hasta la Junta Facultativ­a del Hospital de Cataluña, formada por los médicos del propio hospital, ha salido públicamen­te rechazando la medida y alertando que la decisión pondría en peligro al menos 230 puestos de trabajo.

No es una buena noticia para los más de 160.000 pacientes catalanes que están a día de hoy en listas de espera quirúrgica o diagnóstic­a. Y no es bueno, sobre todo, para el futuro de las inversione­s en Cataluña. Bien haría el consejero Comín en conocer la historia de la entrada del grupo IDC (hoy Quironsalu­d) en el Hospital Sagrado Corazón. Una instalació­n al borde de la desaparici­ón, que la propia Generalita­t salvó acudiendo a la iniciativa privada, hoy tan denostada. No sabemos dónde acudirá hoy Comín para su rescate. Pocas empresas querrán seguir invirtiend­o en Cataluña con estos precedente­s.

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