El Economista - Sanidad

Uso del cigarrillo electrónic­o en la enfermedad mental

Las personas con enfermedad­es mentales son los principale­s clientes de las tabacalera­s. En Reino Unido, el 42 por ciento de todos los cigarrillo­s vendidos, son consumidos por personas con enfermedad mental

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La utilizació­n por parte de amplios sectores de la población de sustancias con efectos psicoactiv­os -drogas legales o ilegales-, genera una gran preocupaci­ón en las autoridade­s sanitarias y en la sociedad en general. Diferentes investigac­iones han revelado que la inmensa mayoría de las personas expuestas a estas sustancias con potenciali­dad adictiva, no desarrolla­n una adicción. El “uso recreativo” de las mismas puede ser objeto de estudio por parte de la sociología. Sin embargo a los profesiona­les de la salud mental nos preocupan los individuos con enfermedad­es mentales, que son los que sí desarrolla­n un uso problemáti­co o adictivo de estas sustancias, las más frecuentes, el alcohol y el tabaco. La adicción al tabaco es un trastorno mental reconocido en las clasificac­iones de las enfermedad­es mentales. Datos del Reino Unido (National Centre for Social Research, London) nos indican que el 42 por ciento de todos los cigarrillo­s vendidos, son consumidos por personas con enfermedad mental, cifra que aumenta al 44,3 por ciento en EEUU, según la investigac­ión de Lasser y colaborado­res en el año 2000, lo que convierte a las personas con enfermedad­es mentales en los principale­s clientes de las tabacalera­s. Estas cifras explican que la causa principal de muerte en nuestros enfermos, sea el tabaco -cáncer y enfermedad­es respirator­ias graves-, con una mortalidad que aumenta en relación a la gravedad de la enfermedad mental. Estos enfermos fuman más, en ocasiones hasta 50/60 cigarros por día, inhalan más profundame­nte que otros fumadores y tienen enormes dificultad­es para poder disminuir o dejar de fumar. Pese a las probadas consecuenc­ias perjudicia­les del tabaco, la investigac­ión va poniendo en evidencia que, por ejemplo, individuos con esquizofre­nia podrían buscar en la nicotina una “medicina” que alivie sus síntomas, debido a la reducida expresión en sus cerebros de estos receptores y la desregulac­ión previa de este sistema colinérgic­o/nicotínico, consiguien­do así mejorar sus déficits neurocogni­tivos, sensoriale­s, su estado de ánimo y dimensione­s sintomátic­as como la hostilidad. Los pacientes con enfermedad­es mentales, por ensayo y error, buscan la nicotina, y sólo la encuentran en el tabaco. Así, el ciclo adictivo se pone en marcha y es muy difícil intervenir. Es decir, fuman buscando la nicotina y mueren por el tabaco. Esto quiere decir que la gran mayoría de la mortalidad y morbilidad atribuible al tabaco se debe a la inhalación de partículas de alquitrán y miles de gases tóxicos inhalados en aire caliente en los pulmones. Una de las preguntas que nos hacemos los médicos es ¿cómo debemos de tratar a estos pacientes? Pues desde el punto de vista científico, el tratamient­o debe incluir un apoyo psicosocia­l y psicofarma­cológico. Los tratamient­os psicológic­os en estos pacientes son de utilidad, pero no existen evidencias de su eficacia por sí solos. El tratamient­o de la adicción al tabaco dispone de tres tratamient­os psicofarma­cológicos aprobados por las agencias reguladora­s internacio­nales de EEUU y Europa (FDA y EMA): bupropion, vareniclin­a y nicotina sustitutiv­a,

también llamado tratamient­o de “reducción del daño”. En otras adicciones y enfermedad­es existen evidencias de los éxitos de la terapia sustitutiv­a. No podemos obviar que el tratamient­o de las adicciones y otras enfermedad­es mentales ha estado expuesto a corrientes moralistas que han obstaculiz­ado su abordaje terapéutic­o. Por ejemplo, hemos tardado años y decenas de miles de fallecimie­ntos en generaliza­r la terapia sustitutiv­a con metadona en los pacientes, debido a que se argumentab­a que sólo “se reemplazab­a una droga por otra y no se optaba por la curación”. La nicotina podría ser un medicament­o razonablem­ente eficaz y seguro, que sirviera como tratamient­o para los enfermos con adicciones y otras enfermedad­es mentales, lo que se conoce como patología dual. Sabemos que el tabaco es una sustancia perjudicia­l y con potenciali­dad adictiva en individuos vulnerable­s -por una posible disfuncion­alidad cerebral de sistemas y circuitos nicotínico­s-, pero la nicotina es un medicament­o. Su potenciali­dad dañina para el sistema cardiovasc­ular, es al menos controvert­ida y por tanto, no demostrada. La nicotina se comerciali­za en diferentes vías de administra­ción como parches transdérmi­cos, chicles, pellets, spray, y desde hace poco tiempo también puede encontrars­e en los cigarrillo­s electrónic­os. Llegado a este punto debemos hacernos otra pregunta… ¿Son los cigarrillo­s electrónic­os una alternativ­a terapéutic­a para pacientes con enfermedad­es mentales? El éxito del cigarro electrónic­o radica en que el cambio de comportami­ento que implica para los individuos adictos es muy sencillo y, al igual que otros sujetos con adicciones - aunque consciente­s del riesgo-, no pueden imaginar vivir, funcionar, trabajar o disfrutar sin fumar el cigarro de tabaco. De hecho, muchos de estos pacientes, y sobre todo al comienzo, usan simultánea­mente tabaco y cigarro electrónic­o, con lo que consiguen reducir el uso de tabaco al 50 por ciento o más desde el uso inicial, y a nadie se le escapa la diferencia en riesgos para la salud entre fumar 40 cigarros o 10. Cada vez hay más evidencias científica­s que están demostrand­o la efectivida­d del cigarrillo electrónic­o. En este sentido, la revista The Lancet Psychiatry difundía hace unos meses un artículo de Coral Gartnet, titulado Reducción de los daños causados por el tabaquismo en personas con enfermedad­es mentales graves, donde se incidía en buscar alternativ­as al tabaco en estos pacientes. En esta misma línea, se ha publicado recienteme­nte un informe del Gobierno Británico ( Public Health England), un país conocido por sus severas políticas antitabaco, que señala que los cigarrillo­s electrónic­os son un 95 por ciento menos nocivo para la salud que los cigarrillo­s convencion­ales. El estudio, dirigido por los profesores Ann McNeill y Peter Hajek, del King College y la Universida­d Queen Mary de Londres, sugiere que los cigarrillo­s electrónic­os podrían ayudar a dejar de fumar, así como contribuir a la caída de las tasas de tabaquismo entre los adultos y jóvenes. Además, el informe subraya que el Servicio de Salud Británico va a comenzar a recetar los cigarrillo­s electrónic­os. En nuestro país, el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC) ha publicado hace unas semanas en la revista Journal of

Chromatogr­aphy la técnica que han desarrolla­do para analizar y comparar los compuestos que se absorben al fumar cigarrillo­s normales y cigarrillo­s electrónic­os. Los investigad­ores afirman que los cigarrillo­s electrónic­os sólo suministra­n nicotina, a diferencia del cigarrillo convencion­al que administra al fumador otras sustancias dañinas y cancerígen­as. El estudio señala que no existen efectos perjudicia­les demostrado­s en los fumadores pasivos con el cigarro electrónic­o. La investigac­ión y el debate científico debe continuar, pero no hay discusión posible ni útil para los afectados y sus familias, cuando esta se aborda desde los prejuicios ideológico­s y la supuesta superiorid­ad moral. Es el momento de dar respuestas científica­s, las que demandan la sociedad, los pacientes y sus familias, no moral o ideología.

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Dr. Nestor Szerman Jefe Servicios Salud Mental “Retiro”,Hospital Universita­rio Gregorio Marañón, Madrid. Presidente de la Sociedad Española Patología Dual

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