Los biosimilares podrán ahorrar 1.500 millones
España podría reducir entre un 30 y un 40 por ciento la factura de los ocho medicamentos biológicos más vendidos en los próximos cinco años, gracias al lanzamiento de sus versiones equivalentes
España podría reducir entre un 30 y un 40% la factura de los medicamentos más vendidos
El desarrollo de los medicamentos biosimilares se ha convertido en la gran promesa de ahorro farmacéutico para los sistemas de salud que permitirá financiar la innovación de los próximos años y reducir el fuerte crecimiento previsto en el gasto en medicamentos del 4-7 por ciento anual durante los próximos años.
Pero hacer realidad esta promesa no será ni mucho menos fácil. Todo dependerá de las estrategias de acceso a estos fármacos que cada país ponga en marcha. Es lo que aseguran los expertos de IMS Health, que han cifrado el ahorro potencial acumulado de estos productos entre 50.000 y 100.000 millones de euros en el año 2020.
Gracias a los nuevos medicamentos que son comparables a sus biológicos de referencia, España podría ver así rebajada su factura farmacéutica entre 1.500 y 2.000 millones de euros en los ocho biológicos más vendidos que perderán su patente entre 2015 y 2020.
El cálculo es el resultado de aplicar un descuento del 40 por ciento sobre el precio actual de los biológicos que sirven de referencia a los futuros biosimilares. Esta cifra se reduciría a 74.000 millones de euros si su precio fuese un 30 por ciento menor, según el último informe de la consultora sobre el sector que cuenta con financiación de Novartis, una de las multinacionales farmacéuticas más interesadas en el desarrollo de biosimilares.
El millonario recorte de la factura farmacéutica se limita a valorar el impacto económico de los ocho principales medicamentos biosimilares que se lanzarán al mercado durante los próximos cinco años en Estados Unidos y los cinco mercados europeos más importantes: Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y España. El cálculo no tiene en cuenta el coste añadido que para los sistemas de salud supondrá ampliar el uso de las nuevas terapias, más baratas que sus medicamentos de referencia.
Quedan fuera del análisis economías tan potentes como la
japonesa, la china o los mercados de los países emergentes, para calibrar la importancia estratégica de estos tratamientos. Los ocho medicamentos biológicos que pierden su patente en los próximos cinco años -Adalimumab, Insulina glargina, Etanercept, Infliximab, Rituximab, Peg-figrastim, Trastuzumab, Follitroplin Alfa- suman ventas conjuntas en la actualidad de 42.300 millones de euros. Sin la entrada de biosimilares, la factura acumulada de España en estos ocho fármacos ascendería a 5.000 millones de euros entre 2016 y 2020.
Oportunidad para reducir el déficit
Sólo con abrir el mercado a la competencia de los biosimilares, los sistemas de salud de las cinco principales economías europeas podrían rebajar su factura farmacéutica en más de 10.000 millones de euros entre 2016 y 2020. Un ahorro basado en la competencia sobre la molécula original, que excluye la competencia indirecta de las ventas de otros fármacos o terapias de la misma clase. La introducción de versiones biosimilares de la hormona eritropoyetina redujo los precios un 24 por ciento en España, un 39 por ciento en Francia y hasta el 55 por ciento en Alemania en 2015.
El potencial de ahorro de los biosimilares parece claro. Un recorte en el precio del 30 por ciento por tratamiento en las ocho moléculas biológicas más vendidas que perderán su exclusividad en los próximos cinco años podría generar ahorros acumulados de 15.000 millones de euros en estos cinco países. España podría recortar así su gasto farmacéutico en 1.500 millones de euros.
Hay que tener en cuenta que en la última década se han comercializado cerca de 80 nuevas moléculas biológicas y que el valor de mercado de las nuevas terapias se disparará hasta los 390.000 millones de dólares en 2020. Muchos de estos tratamientos, incluidos Humira de Abbvie y Herceptin de Roche, están a punto de perder la protección de patente en los próximos años, por lo que se abre un nuevo mercado para el desarrollo de biosimilares desde que se aprobara el primero de esta clase en 2006, la hormona del crecimiento (somatropina) de Sandoz, la división de medicamentos genéricos de Novartis.
Nuevos laboratorios como Samsung Bioepis, Celltrion, Apogen, la española mAbxience o Mabion ya han solicitado autorizaciones de comercialización para sus versiones biológicas que también están desarrollando grandes fabricantes de medicamentos como Sanofi, Amgen o Boehringer Ingelheim, entre otras muchas compañías.
Alemania sería uno de los países modelos, a juicio de la consultora, ya que ha comenzado a formar a sus médicos y a estimular la prescripción de biosimilares. Noruega y Dinamarca también estarían incentivando a sus galenos para que promuevan estos medicamentos. Otros países como Bélgica han llegado a un acuerdo entre Gobierno, industria y profesionales para que los biosmilares alcancen el 20 por ciento de las nuevas prescripciones. Austria sería, en cambio, el ejemplo contrario al imponer reducciones obligatorias de precios que han acabado por excluir del mercado algunos biosimilares, perjudicando así a los pacientes.
Algunas lecciones
Los analistas extraen algunas lecciones de las distintas experiencias en marcha en Europa. Centrarse solo en la bajada de precios conlleva el riesgo de perder oportunidades de ahorro al hacer el mercado menos atractivo para los fabricantes y reducir sus incentivos para invertir en el desarrollo y comercialización de futuros productos biosimilares, sostienen los analistas. Por otra parte, enfocarse en el precio y coste de adquisición a expensas del volumen pone en riesgo la competencia y reduce el nivel de elección del médico que también podría limitar el acceso del paciente al tratamiento. Debe garantizarse por ello un equilibrio entre médicos, pacientes y la sostenibilidad de los sistemas de salud.
En definitiva, la irrupción de biosimilares más baratos permitirá ampliar el uso de estos fármacos y el acceso más temprano y de más pacientes a tratamientos que son por lo general muy costosos y que conllevan fuertes restricciones por parte de los reguladores o las agencias de evaluación, lo que supondrá un beneficio para la salud de los pacientes, apunta la consultora.