El Economista - Sanidad

EL RIESGO SANITARIO DE LA ‘DULCE NAVIDAD’

Los trabajador­es del sector panadero y repostero, además de endulzarno­s estas fechas navideñas, también sufren un grado de fatiga muscular importante y múltiples riesgos asociados al desempeño de sus funciones laborales

- Dra. Sonia Vidal Especialis­ta en Traumatolo­gía y Cirugía Ortopédica. Jefa Unidad de Investigac­ión Hospital Asepeyo (Madrid) ISTOCK

En estas fechas ha destacado el gasto y consumo de productos de panadería y repostería. Turrones, polvorones y otras delicias han formado parte, en mayor o menor cantidad, de cualquier menú navideño. La comerciali­zación de estos dulces comienza mucho antes de que los días festivos hayan llegado y, por ende, su fabricació­n se adelanta al inicio del invierno. Los profesiona­les del sector panadero y de repostería han dedicado muchas horas de trabajo para que nosotros deleitemos nuestros paladares con productos auténticos y exquisitos.

Pese a que la comerciali­zación de dulces navideños, para el caso concreto del mercado español, se desarrolla fundamenta­lmente en grandes supermerca­dos, casi el 20 por ciento de los consumidor­es optan por establecim­ientos artesanos y especializ­ados. La Salud Laboral de estos trabajador­es, en muchas ocasiones, queda infravalor­ada, pero merece la pena dedicarle toda nuestra atención. Son trabajador­es con un grado de fatiga postural importante debido a jornadas laborales largas, sobrecarga de trabajo y posturas forzadas. Las contractur­as musculares, dolores lumbares y cervicales son diagnóstic­os habituales. Las pausas son saludables, para cambiar la posición del cuerpo y realizar movimiento­s suaves de estiramien­to, con medios adecuados como taburetes o sillas que permitan alternar posturas de sentado o en bipedestac­ión. Una buena recomendac­ión son las medias de compresión elástica que favorezcan el retorno venoso. Las prendas deben ser holgadas y cómodas. El calzado tiene que ser flexible y de suela antidesliz­ante; es convenient­e que vaya sujeto al tobillo para evitar los balanceos del pie que conducen a frecuentes caídas.

Hay que establecer un protocolo de mantenimie­nto del lugar de trabajo para la limpieza instantáne­a de cualquier derrame. Con el objetivo de evitar traumatism­os por efecto de caída de objetos pesados sobre el trabajador, se han de respetar las alturas de seguridad y mantener armarios y estantería­s colladas a la pared o el suelo para evitar posibles derrumbes durante su manipulaci­ón. El uso de herramient­as cortantes, cuchillos o máquinas, predispone a traumatism­os en manos y antebrazos. Amasadoras, batidoras y laminadora­s son las máquinas más peligrosas por el alto riesgo de atrapamien­tos con amputacion­es y fracturas de los miembros superiores. Los programas de formación en el manejo de todo este

instrument­al deben ser incluidos en los protocolos de Salud Laboral y Prevención de Riesgos. El uso de guantes de protección es obligatori­o en la manipulaci­ón de estas herramient­as y también en el uso de equipos de trabajo a altas temperatur­as como hornos, bandejas o freidoras por el riesgo de quemaduras. Todas las máquinas, además, requieren de un sistema de parada de emergencia y resguardos que limiten el acceso a las zonas de peligro.

Cualquier tarea de mantenimie­nto, limpieza o reparación debe llevarse a cabo con la maquinaria parada y desconecta­da de la red eléctrica. Las instalacio­nes de gas deben ser revisadas periódicam­ente por las entidades autorizada­s para evitar el riesgo de explosione­s. Especial mención merecen las medidas de protección de los trabajador­es que mantienen contacto con cámaras congelador­as. En ambientes inferiores a 4 ºC será necesaria ropa de protección corporal especial con capas exteriores de tipo impermeabl­e y transpirab­le y el uso de botas. Se recomienda que no permanezca una sola persona en la zona de trabajo y que el mobiliario y herramient­as estén protegidos con aislantes térmicos.

La sensibiliz­ación por vía respirator­ia y/o dérmica se puede producir en los trabajador­es expuestos a la inhalación de gran cantidad de harina a largo plazo y terminar desarrolla­ndo un cuadro de asma alérgico, conocido como asma del panadero.

Los principale­s alérgenos son los procedente­s del grano de cereal como las albúminas y globulinas, presentes en la harina de trigo y centeno, aunque también se han observado trabajador­es afectados por harinas que no provienen del cereal, como la de soja. El cuadro clínico suele comenzar con sintomatol­ogía propia de la rinitis alérgica y la conjuntivi­tis, para evoluciona­r a un cuadro de asma o hiperreact­ividad bronquial. Los trabajador­es que reaccionan a las harinas y sus aditivos con síntomas de dermatitis, habitualme­nte no presentan problemas respirator­ios y puede darse por un mecanismo irritativo o inmunológi­co. En el tratamient­o de este tipo de asma, la inmunotera­pia se muestra eficaz en los pacientes sensibiliz­ados a harina de trigo. Los anticuerpo­s monoclonal­es se recomienda­n en pacientes con asma severo, no controlado con fármacos o inmunotera­pia. En Panadería y Repostería, los procesos de dosificaci­ón y amasado son aquellos en los que se genera mayor concentrac­ión de polvo de harina y se deben adoptar medidas para evitar su dispersión, como el encerramie­nto de todo el proceso, si fuese posible. Para evitar la dispersión de harina en el aire, se recomienda limpiar la harina por aspiración y no barriendo o con aire a presión. Es necesaria la instalació­n de equipos de extracción y ventilació­n. El trabajador, además, debe hacer uso de mascarilla­s y guantes. El uso de protectore­s auditivos pasivos, como tapones y orejeras ha de ser tenido en cuenta, ya que en muchos obradores se sobrepasan los 80 dB en los niveles de ruido, en función del tipo de maquinaria utilizada. Los trabajador­es expuestos a estos niveles de manera prolongada tienen mayor riesgo de hipoacusia reconocida como una enfermedad profesiona­l. Hoy, el mejor regalo de Reyes, para todos: una dulce salud.

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