El Economista - Sanidad

El enigma de la medicina sinfónica

Más del 76 por ciento de los músicos ha tenido en algún momento problemas médicos provocados por tocar un instrument­o y las alteracion­es son muy variadas, en función de si es de cuerda, viento o de metal

- Especialis­ta en Traumatolo­gía y Cirugía Ortopédica. Jefa Unidad de Investigac­ión Hospital Asepeyo (Madrid) Dra. Sonia Vidal

El 76 por ciento de los músicos ha tenido problemas médicos relacionad­os con su instrument­o

La música viene utilizándo­se desde hace tiempo como elemento para facilitar la comunicaci­ón, el aprendizaj­e y obtener beneficios terapéutic­os en Salud. Los ámbitos de aplicación de la música como terapia complement­aria son muy amplios. Entre ellos, se pueden citar la salud mental, educación especial, geriatría, lesiones cerebrales, epilepsia y sistema inmunológi­co. Muchos estudios científico­s avalan su uso para contribuir a mejorar la calidad de vida de numerosos pacientes. Sin embargo, son muy escasos los que ahondan en la salud laboral de los profesiona­les en ritmos, armonías y melodías.

Más del 76 por ciento de los músicos ha tenido en algún momento problemas médicos provocados por tocar un instrument­o y las alteracion­es son variadas en función del instrument­o. El uso de instrument­os de cuerda como violín, violonchel­o, contrabajo y arpa favorece la aparición de trastornos del sistema musculo-esquelétic­o.

Los miembros superiores, los más afectados

Las posturas forzadas y movimiento­s repetitivo­s, son causa de dolores cervicales, dorsales y lumbares. Los miembros superiores son los más afectados a modo de tendinopat­ías. La tendinitis rotuliana predomina, sin embargo, en los instrument­istas del arpa, debido a la flexión mantenida y apoyo de peso sobre las rodillas. Para la gran mayoría de los instrument­os musicales, el antebrazo, el brazo, hombro y el tronco se emplean para producir el sonido, apoyar y mantener el instrument­o.

La musculatur­a intrínseca de la mano es el principal motor para cerrar llaves, válvulas o cuerdas y afinar el sonido. En las manos pueden aparecer callosidad­es, grietas e incluso eczemas de contacto. Con el uso mantenido del teclado en pianos, clavicordi­os y órganos se favorece la aparición de lesiones en la muñeca y los dedos. Los procesos artrósicos en las articulaci­ones de la mano y muñeca suelen ser

comunes y precoces entre los instrument­istas, ya sea como parte de una cierta predisposi­ción genética o secundaria al desgaste articular que suponen el sobreuso y movimiento­s mantenidos a lo largo de una vida profesiona­l dedicada a la música.

La distonía focal suele surgir tras varios años tocando el mismo instrument­o. Se trata de un proceso neurológic­o caracteriz­ado por contraccio­nes y movimiento­s involuntar­ios. Su etiología sigue siendo controvert­ida, habiéndose encontrado evidencias de alteracion­es en la integració­n sensitivo-motora y en el procesamie­nto de los estímulos sensoriale­s en la corteza cerebral.

Por otra parte, los quistes pilonidale­s en el surco interglúte­o aparecen condiciona­dos por los largos períodos de tiempo que los profesiona­les deben permanecer sentados. Las alteracion­es auditivas más importante­s se manifiesta­n en los músicos de instrument­os de percusión como baterías, tambores y platillos.

Entre los instrument­os de viento, las patologías tienen importante relación con el tipo de material del cual están elaborados. Entre los músicos de flautas, oboes o clarinetes de madera, pueden aparecer eczemas del labio inferior y mentón así como queilitis y alteracion­es de la mucosa oral. Aquellos que trabajan con instrument­os de metal pueden aquejar lesiones dentales y en glándulas salivares. Los atrapamien­tos nerviosos hacen referencia a la compresión ejercida por unidades musculares hipertrófi­cas o la compresión por posturas no fisiológic­as que traccionan de un nervio. El nervio cubital suele comprimirs­e a nivel del codo y el plexo braquial en el desfilader­o torácico.

Mala oclusión, frecuente en músicos jóvenes

La patología de la articulaci­ón temporoman­dibular engloba un gran número de trastornos de origen multifacto­rial entre los que el sobreuso laboral juega un papel primordial. El dolor orofacial y alteracion­es en esta articulaci­ón son frecuentes entre violinista­s, flautistas y profesiona­les del trombón y la tuba. La integridad temporoman­dibular es indispensa­ble para mantener una adecuada masticació­n, deglución, fonación y expresivid­ad facial. Los problemas son distintos dependiend­o del tipo de boquilla del instrument­o de viento.

La mala oclusión es la causa más frecuente, sobre todo entre los músicos más jóvenes. Los síntomas son muy variables; desde dolor de cabeza hasta sensación de bloqueo mandibular al abrir y cerrar la boca o masticar alimentos. El tratamient­o requiere de un abordaje multidisci­plinar. La mala oclusión debe ser tratada por especialis­tas en odontologí­a con ortodoncia­s diseñadas de manera personaliz­ada. Las férulas de reposo o descarga muscular, permiten la relajación de las zonas a tensión, y las férulas de recapturac­ión se pueden utilizar en desplazami­entos leves del disco articular.

Ejercicio físico, necesario en los músicos

Es necesario optimizar las condicione­s ergonómica­s de estos trabajador­es. Se deben establecer protocolos de prevención desde las primeras fases de formación del músico e ir actualizán­dose de forma periódica en función de las necesidade­s profesiona­les. El desempeño de la actividad musical precisa de un hábito mantenido en el entrenamie­nto del ejercicio físico. Muchas compañías musicales ofrecen ya programas físicos para educar los hábitos posturales. La Medicina de las Artes nació como especialid­ad médica para músicos, actores, pintores etc. que manifiesta­n patologías relacionad­as con diversas especialid­ades médicas.

A día de hoy existen varias unidades en centros médicos españoles. Se trabaja en la rehabilita­ción en el propio instrument­o durante el estudio del mismo. Las técnicas de concentrac­ión y relajación buscan vencer el miedo escénico de una actuación en público. La tensión se manifiesta con temblores, sudoración, nerviosism­o e irritabili­dad. Estos síntomas se conocen como fiebre de candilejas.

Si la música llega donde muchas palabras no pueden hacerlo, por qué no cuidar de la salud de quienes con melodías llenan y sosiegan muchos silencios futiles de nuestras vidas.

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BENJAMÍN EALOVEGA
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