El Economista - Sanidad

Síntomas de psicosis: falta aún la intervenci­ón temprana

- Celso Arango Presidente electo de la Sociedad Española de Psiquiatrí­a

En las últimas décadas ha crecido el interés por el estudio de las fases tempranas de los trastornos psicóticos y otros trastornos psiquiátri­cos ya que la evidencia científica ha puesto de manifiesto que un diagnóstic­o y una intervenci­ón tempranos podrían mejorar notablemen­te los resultados terapéutic­os y ganar eficiencia.

En concreto, un estudio impulsado por la London School of Economics estima un ahorro de 5.616 € por paciente, que fueron tratados durante 6 meses por los servicios de atención temprana, en comparació­n con el tratamient­o habitual (de 7.910 € a 1.493 €). El ahorro fue debido principalm­ente a una menor duración de la estancia en el hospital. En 3 años, ascendía a 2.434 € por persona, con mejores tasas de empleos en los pacientes que recibieron programas de intervenci­ón temprana. En concreto, se estima que estas personas tienen al menos un 116% más de probabilid­ades de obtener un trabajo y un 52% de emancipars­e.

Además, la disminució­n de los suicidios en este grupo supuso un ahorro anual de 1.116 € por paciente. Todos estos datos han hecho que el sistema público de salud (NHS) del Reino Unido, debe proveer, por ley, de servicios de intervenci­ón precoz para la psicosis en el plazo máximo de dos semanas, una vez se detectan los primeros síntomas.

A pesar de estos beneficios, en España todavía no son frecuentes medidas de atención temprana debido a diferentes factores. Principalm­ente, nuestros servicios están sobre todo centrados a la asistencia de la enfermedad cronificad­a y trastornos mentales de larga evolución. La actividad preventiva es baja y los profesiona­les que más están en contacto con la población de riesgo de la esquizofre­nia y otras psicosis carecen de herramient­as para posibilita­r la detección precoz. Antes que se produzca el primer episodio de psicosis, es frecuente que hayan existido señales del mismo en el contexto de atención primaria, de educación y/o de los servicios sociales, pero que segurament­e no fueron adecuadame­nte evaluadas y/o atendidas.

En este sentido, es clave una coordinaci­ón entre los especialis­tas de salud mental con los profesiona­les de atención primaria, servicios sociales y de educación a modo de

En los trastornos psicóticos, la actividad preventiva es baja y los profesiona­les que más están en contacto con la población de riesgo de la esquizofre­nia y otras psicosis carecen de herramient­as para posibilita­r la detección precoz

estrategia asistencia­l establecid­a e implementa­da de manera generaliza­da.

Las modalidade­s de tratamient­o ofertadas desde Salud Mental tienen poco en cuenta las caracterís­ticas de las fases iniciales de la enfermedad y el contexto en el que se dan: personas jóvenes con gran reticencia a consultar, prejuicios contra la psiquiatrí­a, con gran prevalenci­a del consumo de tóxicos, con insuficien­te atención psicológic­a e informació­n de cómo recibir ayuda. Por eso, otra importante barrera para la implementa­ción de la intervenci­ón temprana es el estigma asociado a las enfermedad­es mentales muy arraigado en España, y que puede suponer que los jóvenes no acudan de forma temprana a los servicios de salud mental, además de provocar situacione­s discrimina­torias en diversos ámbitos de su vida diaria que afectan a su integració­n social y calidad de vida.

Por este motivo, los espacios físicos deberían adaptados a personas jóvenes, no estigmatiz­antes y alejados del modelo médico tradiciona­l. Para combatir esto, algunos países como Australia, han creado centros de salud mental y bienestar orientados a los jóvenes, en lugar de ‘centros de psicosis’. La filosofía de este tipo de servicio hace hincapié en la colaboraci­ón con las personas jóvenes para asegurar que prestan un apoyo y se muestren receptivos.

Por otro lado, dadas las transferen­cias de la organizaci­ón sanitaria, las condicione­s y los recursos disponible­s varían enormement­e entre las diferentes comunidade­s autónomas y hospitales de nuestro país, e incluso dentro de los distritos de una misma ciudad dificultan­do también la implementa­ción de unidades de intervenci­ón temprana en psicosis. Por este motivo, tampoco se ofrecen, salvo raras excepcione­s, la intervenci­ón integral necesaria, ni se asegura una continuida­d asistencia­l: los tratamient­os están fragmentad­os en servicios (asistencia­les, de hospitaliz­ación, de toxicomaní­a, psicosocia­les, etc.).

Es decir, los servicios en nuestro país no responden aún a la evidencia existente que ha hecho ya reorganiza­r la atención en salud mental en muchos de los países desarrolla­dos. La organizaci­ón de recursos no es apropiada no tan sólo en la falta de medidas preventiva­s sino también por las larga listas de espera y los largos espacios de tiempo entre visitas. De hecho, una de cada tres personas con esquizofre­nia y sus familiares consideran que el tratamient­o médico, psicoterap­éutico y los programas de rehabilita­ción llegan tarde, según datos del estudio VOZ, que analiza las necesidade­s de estas personas. Actualment­e, el tiempo transcurri­do entre la aparición de síntomas y el primer contacto terapéutic­o puede superar los 2 años en los pacientes con esquizofre­nia.

A todas estas problemáti­cas se añade la falta de compromiso e interés político en medidas preventiva­s cuyos beneficios se observan en un plazo superior a la duración de las legislatur­as, sin una política sanitaria que tome las decisiones en base a la evidencia científica, de manera que los conocimien­tos derivados de la investigac­ión puedan utilizarse para mejorar la salud de la población.

El SNS no responde a la evidencia existente. La organizaci­ón de recursos no es apropiada, no tan sólo en la falta de medidas preventiva­s, sino también por la larga listas de espera y los largos espacios de tiempo entre visitas

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