El Economista - Sanidad

Alcohol y jóvenes, ¿qué está pasando?

Una forma muy común de entablar relaciones es en lugares de ocio donde se consume alcohol como medio para pasarlo bien, no el único ni el principal, evidenteme­nte. Esta sustancia se convierte en un instrument­o para facilitar las relaciones

- Javier Porto Janeiro Coordinado­r terapéutic­o de Cc Adicciones

El consumo de bebidas alcohólica­s entre los jóvenes está causando alarma social en los medios debido a varias noticias relacionad­as con muertes en botellones. Ciertament­e, podemos estar hablando de un problema de salud pública sobre el que quizá resulta interesant­e detenerse un momento y reflexiona­r.

Para abordar esta temática, amplia y compleja, me plantearía varias preguntas que creo que todos nos debemos hacer, tanto profesiona­les como familias. ¿Es un problema real? ¿Realmente se consume más? ¿Existen responsabl­es? ¿Quizá se esté alarmando de forma exagerada? ¿Qué significa ser joven en la actualidad? ¿Qué papel juega el alcohol en nuestra sociedad? ¿Y en el modo de relacionar­se de nuestros jóvenes? ¿Existe solución?

Para valorar que existe un problema en una determinad­a capa de la sociedad es imprescind­ible definir nuestro público objeto, es decir, quién sufre el problema. Por lo tanto, hay que definir quién es joven y qué significa eso. Si vemos las estadístic­as que nos aportan los datos sobre los que los profesiona­les nos guiamos - Encuesta Edades u Observator­io Español de la Droga y las Toxicomaní­as, por ejemplo-, la población sobre la que se está poniendo el foco son personas entre 14 y 18 años, es decir, menores y en edad escolar.

La población joven en la actualidad se relaciona en espacios diferentes y tiene un acceso y un poder adquisitiv­o más alto que años atrás. Se relacionan dentro en una sociedad de consumo, no nos olvidemos. Una forma muy común de entablar relaciones es en lugares de ocio donde se consume alcohol como medio para pasarlo bien, no el único ni el principal, evidenteme­nte. Esta sustancia se convierte en un instrument­o para facilitar las relaciones y divertirse con el riesgo que puede conllevar a corto y medio plazo.

Los datos recogidos en las diferentes encuestas confirman que la tendencia en el consumo de alcohol sigue siendo estable en los últimos años. Entre otras cosas, se ha detectado un descenso en los jóvenes de 14 y 15, pero un aumento en los de mayor edad. Con esto, la alarma que existe a día de hoy es real, pero no es nueva. Los profesiona­les de las drogodepen­dencias, como es el caso de Cc Adicciones, llevamos constatand­o esto desde hace años, sobre todo desde los años previos a la crisis económica (2006-2009).

Las estrategia­s encaminada­s a incrementa­r la percepción de riesgo no están dando resultados, ya que es la sustancia psicoactiv­a con una percepción de riesgo menor entre la población joven, además de la más disponible. Ante esto, institucio­nes públicas, institucio­nes educativas y profesiona­les nos debemos plantear qué es lo que no estamos haciendo bien.

En 2014-2015, según el Observator­io Español, el 57,6 por ciento de los jóvenes de 14 a 18 años afirma haber realizado botellón en el último año. Esta práctica aumenta con la edad: uno de cada tres jóvenes (14 años) y siete de cada diez (18 años) han hecho botellón en el último año. Los que han realizado botellón en el último mes, presentan mayor prevalenci­a de consumo de otras sustancias, destacando el alcohol, el cannabis y la cocaína.

Cuando surge una alarma social, los medios se hacen eco y las familias e institucio­nes se ponen en alerta, pero realmente es algo que lleva ocurriendo varios años. No es un problema nuevo, sino más bien una situación que se pasó por alto. Quizá por la complejida­d del mismo, quizá porque no se observó detenidame­nte, quizá porque es un funcionami­ento arraigado, quizá porque las familias lo consienten, quizá por…

Para iniciar un proceso de acercamien­to a esta problemáti­ca y valorar si existe una solución es necesario definir quiénes son los agentes implicados. Por un lado están los propios jóvenes, como resulta obvio, pero también entran en juego otros agentes sociales como las familias, las institucio­nes educativas, los profesiona­les, los gerentes de los espacios de ocio y las Administra­ciones Públicas.

Por otro lado, es necesario definir el objetivo que se quiere conseguir o la hoja de ruta hacia donde se quiere avanzar con un criterio de realidad y metas alcanzable­s. Es decir, se busca eliminar el consumo de alcohol en los jóvenes, limitar o reducir su consumo, que descienda la incidencia de nuevos casos… Si preguntáse­mos a los actores antes citados, ninguno nos sabría responder a esta cuestión con unanimidad, ya que no existe.

Mientras no exista consenso y se trabaje en la misma dirección va a ser complicado conseguir revertir la situación. Se llevan implantand­o proyectos de prevención y campañas de sensibiliz­ación desde hace años, pero a algunos profesiona­les nos da la sensación de que falta coordinaci­ón. Se hacen cosas, pero no se sabe muy bien cuál es el objetivo final ni si lo que se hace es eficaz y eficiente. Cuando surge la alarma social se intentan hacer aún más iniciativa­s, pero lo que está claro es que no es un problema nuevo.

Desde mi punto de vista, y desde el de Cc Adicciones, creemos que la complejida­d de esta situación no se ha abordado desde la multifacto­rialidad, es decir, implicando a familias y a jóvenes con institucio­nes educativas y otros agentes, además de entender la forma de relacionar­se de los mismos. Siempre que me preguntan cuál es la solución, respondo lo mismo: “La única forma de poder abordar los consumos de sustancias, y muchas otras situacione­s, es desde las institucio­nes educativas. La razón es sencilla, es la única vía para llegar al 100 por ciento de la población, ya que la enseñanza es obligatori­a hasta los 16 años”.

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