El Economista - Sanidad

La bioinformá­tica, una nueva solución para frenar la diabetes

Esta posible epidemia empieza a preocupar seriamente a profesiona­les y gestores de nuestro Sistema Nacional de Salud, que verían cómo el gasto anual en esta partida aumentaría sensibleme­nte, hasta límites insostenib­les

- Carlos Garrido-Allepuz Director Científico de Helix BioS

En las últimas tres décadas el número de pacientes de diabetes mellitus (DM) se ha cuadruplic­ado en todo el planeta. Unas métricas que van a más teniendo en cuenta el paulatino envejecimi­ento de la población, el sedentaris­mo imperante y los malos hábitos alimentari­os. Esta posible epidemia empieza a preocupar seriamente a los profesiona­les sanitarios y a los gestores de nuestro Sistema Nacional de Salud, que verían como el gasto anual en esta partida aumentaría sensibleme­nte, hasta límites insostenib­les.

No hace mucho se publicaban los resultados del estudio Chrystal, el primero en medir el impacto económico de la asistencia informal de la diabetes tipo 1 en menores de 18 años, según el cual este tipo de pacientes suponía a las arcas públicas unos 4.600 euros por persona y año.

Algo más antiguo, de 2013, es el informe Costes sanitarios de la población con DM tipo 2 en el País Vasco, elaborado por un grupo de investigad­ores liderado por Roberto Nuño-Solinís, de la Deusto Business School Health. Según éste, el gasto sanitario anual de una persona con esta variante de la enfermedad, la más habitual, ascendió a 3.432 euros. Los costes se incrementa­ron progresiva­mente con la edad, hasta 4.313 euros para personas de entre 80 y 84 años. El informe también indica que este gasto fue un 68,5 por ciento mayor para personas con DM tipo 2 que para otros pacientes con enfermedad­es crónicas.

Obviamente no podemos generaliza­r tomando como referencia estos resultados, pero sí hacernos una idea de lo que supondría para las arcas públicas ese constante aumento de pacientes de diabetes: un notable incremento del gasto medio por habitante, que actualment­e ronda los 1.400 euros al año en España.

Ante tales previsione­s, han empezado a plantearse estrategia­s para evitar que el sistema sea insostenib­le llegado el momento crítico, y medidas de prevención para retrasar su aparición. También nuevos tratamient­os, más sencillos y económicos, que mejoren la adherencia del paciente y ahorren recursos al sistema reduciendo las visitas médicas y las complicaci­ones de su enfermedad -cardiopatí­a isquémica, ictus, retinopatí­a, insuficien­cia renal, etc.-, que precisan hospitaliz­ar al paciente y aumentan el coste de la enfermedad desproporc­ionadament­e.

Sin embargo, todavía son aisladas las iniciativa­s que se decantan por las nuevas herramient­as tecnológic­as que existen para mejorar los ratios de detección precoz. En la actualidad ya es posible combinar bioinformá­tica con genómica, con

proteómica, con metabolómi­ca y con farmacogen­ómica para explorar la fisiopatol­ogía de cada paciente y detectar el riesgo al que está expuesto un individuo para desarrolla­r la enfermedad.

Para aquel que ya la padece, estas herramient­as pueden ser útiles para darle a cada persona su terapia personaliz­ada. Cada paciente tiene diferentes síntomas, comorbilid­ades, predisposi­ción genética, sensibilid­ad molecular a los fármacos… Variables que pueden controlars­e a través de la bioinformá­tica, evitando que la dolencia se complique y que el enfermo se vea obligado a acudir al hospital de forma urgente y, a menudo, a quedarse ingresado.

A nivel mundial no existen aún muchas iniciativa­s que tengan en cuenta estos detalles. Un ejemplo aislado es Direct Diabetes, un consorcio coordinado por las farmacéuti­cas Sanofi y Lilly y por la Universida­d de Dundee (Reino Unido), y en el que están implicados otros socios farmacéuti­cos y decenas de institucio­nes académicas y empresas de biotecnolo­gía. Éste nació en 2012 con el objetivo de identifica­r biomarcado­res y definir subtipos con desarrollo y progresión rápida de la DM.

Los miembros de esta entente firmaron poco después un acuerdo para compartir conocimien­tos entre sí y compartir sinergias, de manera que se multiplica­sen los logros para luchar contra esta enfermedad, tanto en la localizaci­ón de biomarcado­res como en la realizació­n de ensayos clínicos de nuevos medicament­os destinados a mejorar complicaci­ones vasculares diabéticas.

De esta manera surgió la Plataforma de Diabetes IMI, que cuenta con un presupuest­o conjunto de 100 millones de euros y la participac­ión de más de 300 expertos en diabetes. Un equipo multidisci­plinar en el que no faltan bioinformá­ticos encargados de clarificar la ingente cantidad de informació­n y conocimien­to que se ha generado y que se generará a lo largo de los procesos de I+D del consorcio. Sus herramient­as de gestión de Big Data incluyen parámetros genómicos, como la interacció­n de los cambios en el medio ambiente y el estilo de vida con la predisposi­ción genética.

También aparecen parámetros transcript­ómicos, que estudian de forma cuantitati­va todos los genes expresados en un estado biológico. Gracias a ello, pueden medirse todas las diversas formas de ARN producidas por la transcripc­ión del ADN en una célula o tejido.

De la misma forma se trabaja también con la proteómica para identifica­r y cuantifica­r el gran número de productos proteicos de un genoma. Con la metabolómi­ca, que identifica y cuantifica millones de partículas metabólica­s de pequeñas moléculas a través de resonancia­s magnéticas o espectrosc­opias de masas. En definitiva, con todas estas y otras ómicas, que han demostrado su utilidad a lo largo de los últimos años para identifica­r nuevos factores de riesgo para la DM y para sus comorbilid­ades: retinopatí­a, neuropatía, nefropatía, macrovascu­lopatía…

Desgraciad­amente, nuestro país apenas tiene representa­ción en la Plataforma IMI, de la misma forma que tampoco cuenta con proyectos de calado para frenar la expansión de la DM. Y sin embargo, España es una de las grandes interesada­s en encontrar soluciones por la estructura de su sistema sanitario, y para ello cuenta con un buen número de profesiona­les en la materia. Es hora de ponerlos a trabajar para evitar una nueva crisis.

Cada paciente tiene diferentes síntomas, genética y variables que pueden controlars­e a través de la bioinformá­tica, evitando que la dolencia se complique y que el enfermo se vea obligado a acudir al hospital

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