El Economista - Sanidad

UN NUEVO AÑO LIMPIO Y SALUDABLE

La salud laboral de los trabajador­es del sector de la limpieza merece una atención capital, debido al riesgo de caídas o cortes de diversa índole, pero por encima de todo a los problemas derivados de la utilizació­n de productos químicos

- Dra. Sonia Vidal Especialis­ta en Traumatolo­gía y Cirugía Ortopédica. Jefa Unidad de Investigac­ión Hospital Asepeyo (Madrid)

De regreso a la rutina laboral tras el paréntesis navideño, asumimos encontrar limpio nuestro puesto de trabajo habitual y pocas veces reconocemo­s el mérito profesiona­l de aquellos que consiguen hacerlo realidad día tras día. Los profesiona­les del sector de limpieza participan en todo tipo de edificios y actividade­s, desde sencillas oficinas hasta una gran diversidad de industrias y servicios. Su salud laboral merece ser tenida en cuenta dados los riesgos específico­s a los que se encuentran sometidos. La empresa que actúa como cliente y la propia empresa de limpieza deben coordinars­e, en virtud del artículo 24 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, en lo referente a salud laboral. Los centros de trabajo donde se vayan a prestar los servicios se han de revisar cuidadosam­ente por parte de la empresa de limpieza para definir los puestos particular­mente de riesgo, y asegurar las medidas preventiva­s necesarias por parte del cliente. Por la propia naturaleza del trabajo desarrolla­do en la limpieza de suelos con agua y detergente­s, así como los trabajos de encerado, abrillanta­do y pulido de suelos, hacen de las caídas y golpes las principale­s causas de accidentes laborales. Se pueden producir cortes durante la recogida de residuos sólidos. El riesgo es particular­mente importante entre los trabajador­es encargados de la limpieza de hospitales, laboratori­os, industria veterinari­a o alimentari­a, donde se pueden dar pinchazos accidental­es con material biológico potencialm­ente contagioso. Así, el uso de guantes de protección es de rigurosa obligación, así como disponer de recipiente­s rígidos para la recogida de cristales rotos y otros objetos punzantes y pinzas de recogida que eviten el contacto manual directo.

Algunas técnicas básicas permiten disminuir el riesgo de caídas. La limpieza siempre debe efectuarse progresand­o desde el fondo del local hacia la puerta para no atravesar el lugar limpiado previament­e. En la limpieza de escaleras, el trabajo debe efectuarse de cara a los escalones. Además, como norma general se ha de instalar un puesto de abastecimi­ento de agua por cada 150 m2 y en dimensione­s adecuadas para llenar y vaciar cubos de manera fácil y cómoda, evitando desplazami­entos con cargas pesadas. Contar con carros o carretilla­s acreditado­s minimiza el riego de caídas. En zonas con riesgo de caída de objetos por desprendim­iento desde altura, es necesario el uso de cascos

de protección y calzado de seguridad con puntera protegida. Los accidentes eléctricos no suelen ser frecuentes, pero sus consecuenc­ias graves hacen prestarles especial atención. Pueden ocurrir al tocar cables de conexión o equipos con aislamient­o deteriorad­o o falta de protección adecuada en conexiones a tierra y diferencia­les. El riesgo, además, se agrava por la presencia de humedad sobre suelos y otras superficie­s. Hay que tender los cables y alargadera­s para evitar pasar inadvertid­amente por encima con las máquinas de limpieza y, en la medida de lo posible, desconecta­r de la red el equipo eléctrico que vaya a ser limpiado.

Es la utilizació­n de productos químicos uno de los mayores riesgo en salud para estos profesiona­les. El contacto con productos químicos irritantes y corrosivos puede producir irritacion­es y quemaduras y a largo plazo derivar en sensibiliz­ación, alergias o eczemas. La exposición mayoritari­a es a través de la vía respirator­ia por inhalación, sobre todo con el uso de productos que pueden desprender vapores o gases tóxicos como el amoníaco, las lejías y los desinfecta­ntes que contienen formol o glutaralde­hído, entre otros. Una ventilació­n adecuada y el uso de mascarilla­s y gafas de protección son medidas de prevención adecuadas en el uso de estas sustancias que deben estar correctame­nte etiquetada­s con fichas de datos de seguridad y las medidas a tomar en caso de urgencia. La manipulaci­ón cerca de focos de ignición como llamas, chispas o puntos muy calientes de productos químicos inflamable­s o combustibl­es como los disolvente­s, aerosoles o sprays suponen un riesgo muy elevado de incendio y explosión.

Las actividade­s de limpieza implican, en muchas ocasiones, trabajar en alturas al limpiar cristales, paredes, techos y fachadas. La siniestral­idad más grave se produce por precipitac­iones de grandes alturas. Las plataforma­s elevadoras deben ser de superficie amplia y protegidas con barandilla­s. Los sistemas anticaídas al vacío deben estar certificad­os con el marcado CE, y ser renovados en función del período de acreditaci­ón. Estos sistemas son obligatori­os en trabajos a más de 3,5 metros desde el suelo al punto de operación. En el uso de escaleras es necesario el uso de cinturón de seguridad a partir de los 2 metros de altitud. En techos y cubiertas es importante prever puntos de anclajes para barandilla­s y rodapiés. Por otra parte, con el uso de máquinas para el mantenimie­nto de suelos como barredoras, pulidoras y equipos con chorros a alta presión se pueden producir contractur­as musculares y tenosinovi­tis por movimiento­s bruscos y repetitivo­s. Las vibracione­s y ruido de maquinaria pueden llegar a causar pérdida de capacidad auditiva. La patología derivada del desempeño de funciones de limpieza es amplia y variada; por ello, es necesario que los médicos sepamos abordar el problema desde un ámbito multidisci­plinar y capaces de diferencia­r claramente una contingenc­ia profesiona­l como accidente laboral o enfermedad profesiona­l. Respetemos y cuidemos a quienes mantienen pulcro nuestro lugar de trabajo. Entre sencillez y pulcritud siempre habrá buena salud.

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