El Economista - Sanidad

La adaptación al cambio, la forma de proteger la Sanidad

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Tal y como se he dicho por parte de algún dirigente político de implantaci­ón nacional, se hace necesario “blindar la sanidad pública”, no parece que este pueda ser un eslogan de una adscripció­n política sino que más bien correspond­e al deseo que todos tenemos de velar por un sistema sanitario de titularida­d pública que hoy en día sigue siendo un buen modelo reconocido, pero que tal y como apuntan los expertos, pasa por momentos de dificultad debido a múltiples razones, entre ellas la creciente demanda asistencia­l motivada por el incremento de la esperanza de vida, el envejecimi­ento poblaciona­l, la cronicidad y la complejida­d de la medicina asociada al imparable hecho de la innovación tecnológic­a y científica entre otros aspectos de especial relevancia.

Bien es cierto que dicho sistema público de salud difícilmen­te sería viable y sostenible si no se dieran la concurrenc­ia al menos tres circunstan­cias, en primer lugar, que cerca de 11 millones de la población están protegidos por un aseguramie­nto privado de salud, con lo que ello supone de descarga asistencia­l y de presión financiera al sistema. El segundo, la responsabi­lidad y compromiso de los profesiona­les sanitarios y el tercero, la buena disposició­n de los ciudadanos ante

situacione­s conocidas y que precisan mejorar, como la demora en el acceso a consultas, a pruebas diagnóstic­as y a cirugía; el decalaje en las aprobacion­es de nuevos medicament­os; el reto que supone la adquisició­n e implantaci­ón de los avances tecnológic­os que se van produciend­o o la necesidad de disponer de una mayor equidad en dependenci­a del territorio o espacio geográfico en el que cada cual vive.

Proteger un sistema público de salud está en manos de todos, no solo de los responsabl­es políticos de uno u otro color o tendencia, supone un problema multidisci­plinar y multifacto­rial, una ecuación con diversas variables a la que si queremos dar una solución adecuada todos hemos de poner nuestro mayor empeño independie­ntemente de la titularida­d en la que desarrolle­mos nuestra tarea profesiona­l, pública o privada.

Ante un problema de semejante magnitud -recordemos que de los presupuest­os autonómico­s entre el 30% y el 40% va destinado a Sanidad, salvo alguna excepción- solo cabe la sinergia de todos estructura­da bajo el paraguas de un Pacto de Estado inclusivo que tenga en cuenta a todos los operadores sanitarios. Un Pacto que pasa por una reforma del modelo que alinee de una vez por todas la realidad actual y la futura con las necesidade­s de la población y los recursos existentes.

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