Cuando la insuficiencia financiera se nutre de la prórroga presupuestaria
El diagnóstico de la salud económica del Sistema Nacional de Salud es claro: infrafinanciación crónica sin visos de que nadie recete un tratamiento adecuado y suficiente. No hay año en el que se presupueste de manera real los gastos en los que va a incurrir la sanidad, lo que deriva en un aumento del déficit que ya asfixia a muchas comunidades autónomas. En este panorama la única buena noticia de los últimos años era que los gobiernos regionales habían tomado consciencia de que el problema que tenían era real e inmediato y cada ejercicio, de manera más o menos notable, la práctica totalidad de comunidades aumentaban sus cifras sanitarias en los presupuestos anuales. Hasta ahora.
La enfermedad de la infrafinanciación ha hecho metástasis y ha encontrado en la falta de cultura política para aceptar la pluralidad de partidos su mejor baza. La interinidad del gobierno central unida a las tensiones un muchas comunidades autónomas ha acabado con la única buena noticia para la sanidad en la mayoría de regiones. Solo ocho comunidades tendrán nuevos presupuestos desde enero de 2020 y solo esas ocho estarán un poco más cerca de la suficiencia financiera en sanidad. Para el resto toca volver a buscar la cuadratura del círculo, ya sea con recortes o reduciendo la inversión, dos aspectos que en la sanidad se notan e incrementan la falta de equidad entre comunidades.
La prórroga financiera, además, será más o menos grave según la comunidad a la que miremos. Si la mirada se dirige hacia Cataluña, la situación es letal. En esta comunidad autónoma la prórroga presupuestaria ya es costumbre y los ciudadanos catalanes viven con las mismas cifras que en 2017. Otras comunidades como Extremadura se lo han tomado con calma, a pesar de la mayoría absoluta. Hace pocos días que se conocieron las cuentas regionales y vivirán una situación algo más liviana. También existe un tercer grupo que es el que mira, sobre todo estos días, de reojo al Congreso de los Diputados. Se espera que exista un Gobierno para que se puedan hacer unas cuentas más certeras. Esperemos que la parsimonia nacional no empeore un cuadro sanitario ya perverso.
Además de la sanidad que les quede a los ciudadanos también hay que mirar hacia la sombra de los impagos, que vuelve a emerger. Solo en tecnología sanitaria los datos apuntan a que se deben 1.000 millones. No hay tiempo que perder si no se quiere volver a las andadas.