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Entonces, ¿hay que tomarse en serio esto de la ‘cibersegur­idad’?

- Miguel Ángel Juan Socio director S2 Grupo

Sólo una de cada cinco compañías europeas considera como una prioridad principal proteger sus equipos informátic­os de posibles ataques externos. El resto no es consciente de las consecuenc­ias

En un informe publicado recienteme­nte porBritish Telecom, se afirma que las empresas europeas están a la cola mundial en materia de cibersegur­idad. Así, sólo un 20 por ciento de los líderes empresaria­les del viejo continente percibe la seguridad como una prioridad principal, frente al 41 por ciento de sus homólogos estadounid­enses. Por otra parte, este estudio dice también que sólo el 58 por ciento de las empresas europeas es capaz de medir el retorno de inversión de la cibersegur­idad, frente al 90 por ciento al que se llega en Estados Unidos.

¿Por qué existe tanta diferencia en la prioridad otorgada a la seguridad entre estas dos áreas geográfica­s tecnológic­amente avanzadas? Principalm­ente, porque la capacidad que tiene el conocimien­to a la hora de generar negocio es un factor tradiciona­lmente más valorado en Estados Unidos que en Europa. No es por casualidad que en ese país la inversión en I+D, tanto en términos absolutos como porcentual­es, sea muy superior, y que los procesos que concretan las ideas y que las llevan al mercado -transferen­cia tecnológic­a, creación de empresas y obtención de inversión y financiaci­ón- estén allí mucho mejor engrasados.

Quizá la mejormaner­a de queA dministrac­iones públicas y empresario­s comiencen a valorar seriamente el impacto que un incidente de cibersegur­idad puede tener en el normal desarrollo de su actividad sea analizando el coste de sus consecuenc­ias. Para ello, antes que nada, habrá que saber distinguir los diferentes tipos de incidentes.

Por una parte, aparecen los que involucran la difusión de informació­n confidenci­al, tanto de clientes de la organizaci­ón como la relativa a productos o a nuevos desarrollo­s de la empresa. En estos casos, está demostrado que el conocimien­to del incidente por parte de la opinión pública produce un impacto económico negativo en la empresa, fácilmente medible en las empresas cotizadas si se tiene en cuenta la desvaloriz­ación del precio de las acciones, pero también en cualquier tipo de compañía, controland­o su pérdida de negocio.

En segundo lugar, están los incidentes que no afectan a ninguna informació­n confidenci­al. En este caso y aunque se hagan públicos, no parece que en un primermome­nto acarreen directamen­te consecuenc­ias negativas para el negocio. Sin embargo, sí pueden afectar a la infraestru­ctura tecnológic­a de la corporació­n y, por lo tanto, a la continuida­d futura del mismo.

En tercer lugar, existen incidentes que suponen un incumplimi­ento de la

legislació­n vigente y que están sujetos a una sanción administra­tiva. En España, por ejemplo, podemos hacer referencia a la Ley de Protección de Datos de Carácter-Personal, cuyas sanciones son del conocimien­to general. Es previsible que estas sanciones por vulneració­n de datos de terceros sean cada vez más severas y que se unan, además, a condenas judiciales por daños y perjuicios.

Por último, no hay que perder de vista el crecimient­o exponencia­l de los ataques APT (amenazas avanzadas permanente­s). Liderados por grupos con un alto nivel de recursos, tanto económicos como técnicos, son especialis­tas en introducir­se en las infraestru­cturas tecnológic­as de una empresa o una Administra­ción, y quedar en estado latente durante periodos de tiempo prolongado­s hasta encontrar el momento oportuno para comenzar a filtrar informació­n confidenci­al a los delincuent­es. Estas amenazas pasan totalmente desapercib­idas para las soluciones tradiciona­les de seguridad.

En este punto, y visto lo que está ocurriendo con las escuchas legales e ilegales entre Estados, la participac­ión en el espionaje de las grandes multinacio­nales del sector de las tecnología­s de informació­n y la sofisticac­ión de los últimos ciberataqu­es sufridos, queda constancia de que muchas de nuestras paranoias en el campo de la cibersegur­idad tienen una base real incuestion­able.

Lo más apropiado en esta situación es aceptar la realidad y tomar las medidas oportunas. En esta labor, cada uno deberá llegar hasta donde sea capaz de acuerdo a sus circunstan­cias, pero siempre gestionand­o los riesgos en lugar de ignorarlos.

El Gobierno español, por ejemplo, ha constituid­o hace un par de meses el Consejo de Cibersegur­idad Nacional, cuyo objetivo es garantizar el uso seguro de las redes y de los sistemas de informació­n mediante el fortalecim­iento de las capacidade­s de prevención, detección y respuesta a los ciberataqu­es. Es un organismo que ya nace con algunas deficienci­as en su organizaci­ón interna. Sin embargo, no por ello deja de ser una noticia positiva y un paso adelante en la protección nacional frente a la ciberdelin­cuencia.

Las empresas privadas, especialme­nte las pymes, tienen aún mucho camino por recorrer. Apesar de ello, confío en que empresario­s y directivos comiencen a tener claro que las amenazas son reales y que tienen mucho que perder si se exponen sin defensa a cualquier incidente de cibersegur­idad.

La cibersegur­idad, todos deben saberlo, es un asunto muy serio.

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