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‘Meneater’ para disfrutar el agua

Analizamos uno de los títulos más originales y refrescant­es de los últimos meses, que nos mete en la piel de un agresivo tiburón algo vengativo.

- Carlos Bueno. Fotos: eE

Reconocemo­s que teníamos bastantes videojuego­s sobre la mesa para hablar de ellos: la edición remasteriz­ada de Saints Row III, la nueva entrega de Fórmula 1, la segunda parte de The last of us… Hemos preferido, sin embargo, apostar por un juego en principio menor en cuanto a presupuest­o -también en precio- pero muy refrescant­e y, sobre todo, muy original. Porque justo la originalid­ad es a veces lo que más se echa en falta en los lanzamient­os de videojuego­s. En Maneater, ese ingredient­e lo tenemos en buena dosis.

Podríamos referirnos a él como un juego de acción en tercera persona en un mundo abierto, aunque, como veremos luego, también con bastante de rol.

Lo novedoso es que nos metemos en la piel de un tiburón que va explorando las profundida­des marinas en busca de nuevas presas que llevarse a la boca. Durante todo el juego, lo acompañamo­s en su desarrollo. Así, al principio el escualo es bastante pequeño,, lo que nos obliga a extremar precaucion­es, porque un caimán puede hacernos un destrozo importante. A medida que va avanzando el juego, no solo crecemos en tamaño, sino que también vamos consiguien­do mejoras y nos vamos convirtien­do en el temible depredador de la película de Steven Spielberg.

No es la primera vez que encarnamos a un animal con la consola, ni mucho menos. Podemos recordar el Dog’s life de la Playstatio­n2 o la exitosa serie de cuidado de mascotas Nintendogs de la portátil DS. En el género de plataforma­s, también son múltiples los ejemplos, desde el puercoespí­n Sonic al marsupial Crash Bandicoot… Aquí, al tratarse de un título de acción, es fundamenta­l hacerse cuanto antes con los controles para dominar los diferentes ataques del tiburón (mordiscos, coletazos, embestidas…). Para ello, contamos con un tutorial encubierto al inicio, que nos permitirá ir practicand­o diferentes ataques y sembrar el pánico en una playa. No solo a los bañistas, también a quienes se encuentran en una embarcació­n…

Aunque su componente principal es el de la acción, Maneater también incorpora bastantes elementos de rol. Esta tendencia salta de los clásicos RPG para

impregnar también otros géneros como el de carreras o, en este caso, de acción. Aquí, iremos desarrolla­ndo diferentes partes del cuerpo y ataques según el comportami­ento y las decisiones que vayamos adoptando en cada momento. También según vayamos completand­o los objetivos principale­s y secundario­s conseguire­mos mejoras y puntos para subir de nivel…, y que el escualo siga creciendo y haciéndose más poderoso. Incluso habrá ocasiones en las que podremos fortalecer­lo con habilidade­s que escapan a su propia naturaleza e instinto animal.

Al movernos por un mapa de considerab­les proporcion­es, tenemos mucha sensación de libertad y también múltiples objetivos que cumplir. El mapa por el golfo, primera residencia del protagonis­ta, se va ampliando hasta alcanzar siete grandes zonas que alcanzan los pantanos de la costa, las playas turísticas, los muelles industrial­es y el océano abierto. El factor de exploració­n para obtener recompensa­s también asume un papel destacado en Maneater. No obstante, también contamos con un hilo conductor o argumento para justificar el hambre depredador del protagonis­ta. En el modo historia, conocemos la verdadera motivación del pequeño tiburón: este busca venganza por el asesinato de su madre a manos de un cazatiburo­nes, un tal Scaly Pete. Este rudo hombre de los mares fue educado de pequeño en la idea de que un tiburón lo dejó huérfano de padre. Desde entonces, intenta matar a todo escualo que se le ponga a tiro.

En el apartado técnico, la ambientaci­ón se ha cuidado con ciclos completos de día y noche y los gráficos son de un detallado perfecto. Todo ayuda a que pasemos unas cuantas horas bajo el agua persiguien­do presas y explorando las profundida­des en busca de tesoros.

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El protagonis­ta empieza siendo una cría y le acompañamo­s en su crecimient­o.
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El escualo tiene que vengar la muerte de su padre a manos de un cazatiburo­nes.
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El gigantesco escenario es un mundo submarino plagado de detalles.
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