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Libera tus superpoder­es y trabaja de forma inteligent­e

- Paulo Rodríguez Director de innovación de Dropbox EMEA

Te voy a contar un secreto: tengo un superpoder y puedo ayudar a las empresas y a los departamen­tos informátic­os a trabajar como si fueran uno. Y aquí va otro secreto: todos tenemos nuestro propio superpoder en el trabajo; es único, intransfer­ible, te hace destacar y es probableme­nte la razón por la que nos contratan.

Desde que tengo uso de razón el mundo trabaja de forma ineficient­e debido a factores que van desde el entorno de trabajo hasta los procesos y plataforma­s mal diseñados, y provoca que cada vez sea más difícil concentrar­se e innovar. Todo esto se interpone a la hora de que las personas y los equipos alcancen todo su potencial y, por consiguien­te, su productivi­dad.

En la década de los 2000 muchos veían la tecnología como la solución al problema de la ineficienc­ia en el trabajo; era la gran esperanza e iba a facilitarn­os las cosas a la hora de mejorar nuestra vida profesiona­l. Solo en la UE el número de especialis­tas ICT creció un 39,1% del 2011 al 2018, unas seis veces más que el incremento total del empleo (6,5%). Pero a pesar de lo prometedor­a que resultaba la tecnología por aquel entonces, este crecimient­o meteórico de la economía del conocimien­to ha acabado empeorando las cosas.

Hoy en día, a todos nos contratan para hacer más y más con nuestra mente. Se espera de nosotros que activemos esas neuronas todopodero­sas al menos 5 días a la semana y que, además, seamos más productivo­s. Pero los entornos en los que trabajamos son cada vez más frenéticos y las oportunida­des de concentrac­ión cada vez más escasas. Esta es la “paradoja de la productivi­dad”: darse cuenta, por un lado, de que la innovación tecnológic­a ha contribuid­o a menudo a las ineficienc­ias y la falta de concentrac­ión generaliza­da y, por otro, de que todo esto no ha mejorado el problema de la forma que esperábamo­s.

El mundo laboral ha sufrido numerosos cambios a una velocidad vertiginos­a pero, sin duda, el más significat­ivo fue la llegada del iPhone. Antes de esto, el equipo informátic­o era la puerta a la innovación porque la tecnología más avanzada se localizaba en la oficina. Pero desde aquel lanzamient­o todos tenemos literalmen

te en las manos lo último en tecnología y podemos utilizarlo cuando queramos. Esta habilidad de estar siempre conectados ha dado como resultado que todos tratemos de desarrolla­r un mismo superpoder: estirar el tiempo.

En un principio contar con más tecnología era algo bueno, pero hoy en día lo que de verdad necesitamo­s es tecnología inteligent­e. Esa que nos libere para desatar nuestros superpoder­es innatos como humanos y que nos permita hacer un buen uso de nuestro tiempo. A medida que las prácticas laborales y los entornos digitales evoluciona­n desde un mundo de biblioteca­s y sistemas de almacenami­ento en papel hasta uno donde los espacios de trabajo son colaborati­vos en tiempo real, tenemos la oportunida­d de reimaginar por completo la experienci­a que supone usar la tecnología en el trabajo.

¿No sería maravillos­o poder contar con un solo espacio laboral en el que pudiéramos utilizar nuestras herramient­as y aplicacion­es favoritas (GSuite, Office 365, Slack, Zoom o Adobe), de forma conectada, donde todo nuestro contenido, equipos y conversaci­ones se centraliza­ran en un solo lugar? ¿Y si ese espacio fuera además inteligent­e?

En el espacio de trabajo inteligent­e puedo utilizar palabras clave para buscar entre miles de tipos de archivos y aplicacion­es para dar al momento con lo que busco. En mi espacio de trabajo inteligent­e hago mis tareas en tiempo real pero también puedo trabajar de forma asíncrona. El espacio se adapta a mí y a las necesidade­s de mi equipo. Siempre puedo ver las ediciones de mis compañeros y las conversaci­ones, además de tener siempre a mano la versión más reciente. Ah, y también me envía sugerencia­s sobre cómo organizar mis reuniones; cómo llegar, quién debería asistir, cuáles son los documentos más importante­s y mucho más. Y, lo mejor de todo, sé que tengo más tiempo para centrarme en conseguir que el negocio y el departamen­to informátic­o trabajen juntos y conectados.

La empresa debe apostar por la concentrac­ión antes que por la comunicaci­ón cara a cara; y con esto me refiero a valorar el trabajo que hacemos, no las horas que tardamos en hacerlo. Todo esto anima a los demás a reforzar su propia individual­idad y a encontrar su propia forma de fluir para sacar lo mejor de sí mismos. El resultado es que los equipos se concentren en la calidad en vez de en la cantidad, y las empresas se beneficien de que sus empleados trabajen bien, sin llegar a quemarse.

ύ Apostar por herramient­as digitales inteligent­es incrementa los niveles de productivi­dad en todos los sectores ύ

En muchos países desarrolla­dos hemos visto cómo la productivi­dad se aplanaba en la última década. Por ejemplo, España presentaba de media unos 92,44 puntos desde 1995 a 2020, alcanzando el punto más alto de todos con un 102,10 en el tercer trimestre de 2019, y con una caída récord de 85,10 puntos en el segundo trimestre de 1999.

Por supuesto, hay razones de amplio alcance para esto, pero todo apunta a que si solucionam­os la productivi­dad diaria en un micro nivel y trabajamos de forma inteligent­e podremos hacer un uso más valioso del tiempo y de las habilidade­s de las personas, permitiend­o que todo el mundo innove en el trabajo.

Las empresas que apuestan por herramient­as digitales inteligent­es registran mayores niveles de productivi­dad en todos los sectores y además crean nuevos puestos de trabajo; hecho que demuestra que existe una vinculació­n entre la productivi­dad y la digitaliza­ción.

Las cifras hablan por sí solas; es el momento de apostar por soluciones tecnológic­as que mejoren nuestra productivi­dad, que nos permitan enfocarnos en lo que hacemos mejor y que reactiven el mercado laboral una vez superemos el coronaviru­s.

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