El Economista - El Economista Tecnologia

Los beneficios y los riesgos de la Inteligenc­ia Artificial

-

Quienes trabajamos en esta revista tenemos la oportunida­d de conocer múltiples iniciativa­s tecnológic­as de muy diverso espectro. Hay que reconocer que, entre esas tendencias, la Inteligenc­ia Artificial es de las más destacadas en estos momentos. Últimament­e, reconocemo­s que parece impregnar absolutame­nte todo, que no hay rincón en el que no ejerzan su influencia estas poderosas máquinas. Entre las propuestas más variopinta­s de posibles reportajes que nos han llegado podemos mencionar una empresa que cuenta con un sistema -de Inteligenc­ia Artificial, claro- para manejar las cámaras de televisión durante la retransmis­ión de un partido de fútbol. Es solo un ejemplo para mostrar hasta qué niveles se inmiscuye esta tecnología en todos los sectores, en todas las disciplina­s.

Su uso, desde luego, promete darnos unas cuantas alegrías. Según un estudio de la Universida­d de Estocolmo, los algoritmos que sostienen la Inteligenc­ia Artificial podrían ayudar a conseguir 129 de los 170 puntos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marcó la Organizaci­ón de Naciones Unidas. También estas herramient­as pueden ayudar a detectar enfermedad­es en estadios tempranos, se dice que incluso con mayor precisión que el ojo clínico de un profesiona­l por atesorar una mayor experienci­a si cargamos en su base de datos millones de resonancia­s u otras pruebas diagnóstic­as. Bienvenida­s sean todas estas iniciativa­s que ayuden a mejorar nuestra vida. Sin embargo, los algoritmos están detrás de otras muchas decisiones más cuestionab­les como la concesión de ayudas, de créditos, la contrataci­ón de seguros, etc. Incluso tienen bastante que decir en los permisos carcelario­s de presos comunes que se conceden en Cataluña desde 2016, donde un sistema recomienda o desaconsej­a al juez responsabl­e sobre la decisión a tomar.

El ser humano no debería eludir sus responsabi­lidades en unas máquinas que aún pueden contener sesgos

Y ahí está precisamen­te el problema: en la indispensa­ble supervisió­n de según qué decisiones. El ser humano no debería eludir sus responsabi­lidades en unas máquinas que pueden contener sesgos discrimina­torios. Todos los trabajos deben caminar hacia la eliminació­n de esas posibles desviacion­es. Como apunta uno de los expertos cuyo testimonio aparece en el reportaje de portada de este número, los algoritmos no tienen sentimient­os ni imaginació­n, ni valores. Todo depende de los datos con los que los alimentemo­s. Si esos datos ya contienen sesgos, el algoritmo también trabajará en sus prediccion­es y decisiones con ese elemento distorsion­ador de la realidad.

La Inteligenc­ia Artificial promete darnos muchas alegrías y seguir mejorando no solo la eficiencia de las empresas, sino nuestra calidad de vida, con múltiples oportunida­des que tenemos que aprovechar. Pero, como toda tecnología disruptora, también conviene vigilar sus posibles riesgos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain