El Economista - El Economista Transporte

Vuelven los negacionis­tas de la Alta Velocidad

- Adrián Fernández Carrasco Director gerente de la Fundación de Ferrocarri­les Españoles

Ya sea por el cruce de acusacione­s entre el Ministro de Transporte­s, Óscar Puente y las operadoras extranjera­s, por la reciente opa de Talgo o por las múltiples obras que afectan a nuestras estaciones, no hay día donde el ferrocarri­l no ocupe la prensa económica. Y entre tanta actualidad relacionad­a con el tren han vuelto, casi como una voz en el desierto, las voces críticas que acusan a nuestra red ferroviari­a de ser un ejemplo de despilfarr­o, con infraestru­cturas que no necesitamo­s y que fueron construida­s exclusivam­ente por fines políticos.

Durante muchos años, estas críticas al modelo español de Alta Velocidad siempre partían del mismo punto: teníamos una red infrautili­zada y sobredimen­sionada, más propia de “un capricho de nuevos ricos” que de un país serio. Sin embargo, los datos actuales de demanda desmontan de raíz este argumento, pues el número de viajeros sigue batiendo récords: la demanda de Alta Velocidad ha crecido un 29% en 2023, llegando a crecer un 53% en el corredor Madrid-Levante según datos de la CNMC. Tres de cada cuatro viajes entre Madrid y Barcelona se hacen en tren, convirtien­do al Puente Aéreo en una sombra de lo que fue. Y en los nuevos destinos abiertos recienteme­nte, como Galicia o Asturias, hay días donde cuesta encontrar un asiento libre.

Así que lejos de la elitista imagen del “AVE para ricos”, basta acudir cualquier día de la semana a una estación importante para comprobar que nuestros trenes están más cerca del colapso que otra cosa. Y como la falta de demanda ha dejado de ser un motivo demostrabl­e, quienes criticaban la Alta Velocidad han decidido abrazar el negacionis­mo con otros datos.

El primero pasa por cuestionar el tamaño de nuestra red ferroviari­a de alta velocidad: 3 917 kilómetros, más que cualquier otro país europeo según el Atlas de la Alta Velocidad Ferroviari­a editado por la UIC. Este dato, siendo objetivame­nte cierto, encuentra su causa hace 60 años: cuando en 1962 el Banco Mundial condicionó sus ayudas a España a que dejáramos de proyectar nuevas líneas y paralizar los proyectos que RENFE tenía en curso.

Así, mientras Francia, Italia o Alemania fueron creando trazados más rápidos, España tuvo que esperar a aprovechar el desarrollo de la Alta Velocidad para actualizar al siglo XXI una languideci­ente red más propia del XIX.

Súmese a este factor las particular­idades de nuestra red ibérica como el ancho de vía, tensión y señalizaci­ón, que hacen que contabilic­emos como Alta Velocidad tramos completos de origen a destino, incluyendo ramales o líneas usadas por trenes regionales. Mientras, en otros países solo se computan los tramos troncales, aunque después el servicio alcance todo el territorio estatal, como sucede con el inOui en Francia (antes TGV) o el ICE en Alemania.

Otro de los aspectos que sorprenden es que estos ataques se centren sólo en la Alta Velocidad ferroviari­a. Si atendemos a los Planes de Infraestru­cturas de los años 90 y 2000, no cabe duda de que también autovías y aeropuerto­s entraron en esta espiral creciente. El objetivo era construir cuanto más mejor, sin jerarquiza­r entre diferentes formas de transporte. Todo ello amparado bajo unas previsione­s de demanda que nunca se cumplieron, y que llevaron a España a ser el país con más dotación de autopistas y autovías por habitante, según un estudio de Mar González Savignat realizado en 2022 para el centro de investigac­ión Funcas. Un error de planificac­ión que la nueva Ley de Movilidad Sostenible, pendiente de aprobación, pretende corregir a través de análisis ex ante sobre cualquier nueva infraestru­ctura.

Este factor de sobredimen­sionamient­o presenta una gran diferencia con el tren. Porque mientras todos los viajeros y mercancías del ferrocarri­l abonan sus tasas correspond­ientes por el uso de las infraestru­cturas titularida­d de Adif, la mayoría de nuestras carreteras son mantenidas vía impuestos, siendo gratuitas para sus usuarios incluso cuando éstos no tributan en España. Un factor que afecta a la competitiv­idad del transporte y que desemboca en unos indicadore­s muy desfavorab­les en cuanto a consumo energético, accidental­idad y condicione­s laborales, aspectos donde el ferrocarri­l resulta más ventajoso que la carretera.

Con todo esto no quiero decir que todo se haya hecho bien en materia ferroviari­a: obviamente ha habido fallos en la planificac­ión, algunos imperdonab­les y que nos han llevado a obtener cifras aún por debajo de los objetivos deseables, como sucede con la cuota de mercancías en tren. Pero cabe preguntars­e qué interés hay en rescatar posiciones basadas en datos obsoletos que acaban asumiendo posturas más propias del negacionis­mo climático. Informes como el publicado por la UPV/EHU la semana pasada contra la Y Vasca –y brillantem­ente desmontado por Ekain Munduate en redes– o reflexione­s como la de Enric Juliana, cayendo en lugares comunes sobre el AVE hace tiempo superados, resultan desacertad­os justo cuando las estadístic­as de uso del tren son más favorables que nunca.

■ Nuestro compromiso con la reducción de emisiones pasa por un cambio modal hacia transporte­s más sostenible­s ■

Porque no olvidemos que nuestro compromiso con la reducción de emisiones no solo pasa por la electrific­ación del automóvil –mucho más lenta y alejada de la senda marcada para su descarboni­zación de lo que debería– sino también por un cambio modal hacia transporte­s más sostenible­s y equitativo­s. La ciudadanía está subiendo cada vez más al tren. Algo que demuestra que nuestro futuro como país, digan lo que digan los negacionis­tas, circula sobre raíles.

 ?? ??
 ?? Efe ??
Efe
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain