LA NECESARIA RENOVACIÓN DE LA OEA
Con un nuevo Secretario General aumentan las expectativas de cambio en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA). Pero no es una garantía de transformación.
El uruguayo Luis Almagro tomó esta semana posesión de su cargo. No quiere ser el administrador de la crisis de la OEA, sino “el facilitador de la renovación”. Asentará su trabajo en cuatro pilares: derechos humanos, democracia, desarrollo integral y seguridad multidimensional. Su sólida trayectoria diplomática y avalado por su gestión como canciller de José Mujica constituyen un excelente punto de partida.
Para dejar atrás los problemas financieros tendrá que redefinir la situación presupuestaria de la OEA. Otras tareas prioritarias son superar las evidentes divisiones internas y, ante todo, recuperar la maltrecha credibilidad política de la organización.
La entidad necesita el talento de Almagro para recuperar protagonismo. En sus discursos el uruguayo ha dejado claro que el surgimiento de foros como Unasur y Celac obe- decieron no solo a necesidades regionales específicas sino igualmente a espacios que la burocratizada OEA dejó de ocupar. Aunque ninguna de esas alianzas tiene el cuerpo jurídico, la estructura y los programas de la OEA, lo cierto es que ésta ha sido progresivamente desplazada. Debe reivindicar su papel como único organismo que reúne a todo el continente y donde EEUU y Canadá se encuentran con los países latinoamericanos y del Caribe. Sus desafíos más importantes son la plena reincorporación de Cuba como miembro activo tras el levantamiento de su suspensión en 2009 en un contexto de acercamiento histórico entre la isla y EEUU así como lidiar con la situación en Venezuela.
Enterrar definitivamente la Guerra Fría en la OEA requiere un esfuerzo también de Cuba que no ha mostrado hasta ahora interés por reintegrarse en el organismo, al que se unió desde su creación en 1948 y del que fue suspendida en 1962.
La participación de La Habana este año por primera vez en una Cumbre de las Américas, en Panamá, ha marcado un punto de inflexión. Se abre un abanico de distensión benefactor para el hemisferio.
En cuanto a Venezuela a la tensión por las sanciones contra algunos altos funcionarios se añade la decisión de la Casa Blanca de calificarla como “amenaza extraordinaria” a la seguridad estadounidense lo que provocó una oleada de indignación regional. Recuérdese que Almagro provocó polémica al señalar, siendo todavía canciller uruguayo, que la mediación entre Gobierno y oposición venezolanos, correspondía a Unasur y no a la OEA. Sin embargo, desde su elección en marzo han cambiado muchas cosas. La designación por Washington de Thomas Shannon –más bienvenido en Caracas– como mediador es una señal de distensión que facilitará asimismo el trabajo a Almagro. La liberalización comercial es un desafío adicional. En especial la presencia de China como uno de los principales socios. Sin olvidar el desbloqueo de los acuerdos comerciales de EEUU tanto con el Pacífico como con la Unión Europea, lo que se traducirá en una enorme presión para Latinoamérica. Un firme liderazgo interno –como se espera sea el de Almagro– tiene que complementarse con la voluntad política de los Es- tados miembros. Activar este apoyo fundamental es, en realidad, su mayor reto.
Ha sido casi siempre reducida la voluntad de asumir compromisos de cambio por una mayoría habitualmente pasiva con visiones poco definidas. Muy limitadas por lo demás por estrechos intereses nacionales. Junto a esta desidia general un grupo ha estado empeñado en debilitar la OEA. Por su ideología rechazan la independencia del sistema interamericano de derechos humanos. El núcleo –muy militante– lo constituyen Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.
El presente puede ser un buen momento para la reforma ya que la fuerza de este grupo disminuye por la profunda crisis de Venezuela y el debilitamiento económico de sus principales aliados. Por contra, se fortalece la economía de los países latinoamericanos más comprometidos con la democracia y el libre comercio lo que les da mayor peso. El nuevo secretario general, que desde el principio ha descartado optar a la reelección, se compromete a que cuando deje el cargo la OEA será un organismo “más cercano, más eficiente, menos burocrático y que contribuya a la resolución de los problemas del hemisferio y sus ciudadanos”.
Es una tarea colosal y compleja. Para llevarla a cabo Almagro cuenta con el apoyo de todo el espectro político continental. Un capital político personal envidiable.
El desafío más importante de la Organización es la reincorporación de Cuba como miembro