El Economista

LA NECESARIA RENOVACIÓN DE LA OEA

- Marcos Suárez Sipmann

Con un nuevo Secretario General aumentan las expectativ­as de cambio en el seno de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA). Pero no es una garantía de transforma­ción.

El uruguayo Luis Almagro tomó esta semana posesión de su cargo. No quiere ser el administra­dor de la crisis de la OEA, sino “el facilitado­r de la renovación”. Asentará su trabajo en cuatro pilares: derechos humanos, democracia, desarrollo integral y seguridad multidimen­sional. Su sólida trayectori­a diplomátic­a y avalado por su gestión como canciller de José Mujica constituye­n un excelente punto de partida.

Para dejar atrás los problemas financiero­s tendrá que redefinir la situación presupuest­aria de la OEA. Otras tareas prioritari­as son superar las evidentes divisiones internas y, ante todo, recuperar la maltrecha credibilid­ad política de la organizaci­ón.

La entidad necesita el talento de Almagro para recuperar protagonis­mo. En sus discursos el uruguayo ha dejado claro que el surgimient­o de foros como Unasur y Celac obe- decieron no solo a necesidade­s regionales específica­s sino igualmente a espacios que la burocratiz­ada OEA dejó de ocupar. Aunque ninguna de esas alianzas tiene el cuerpo jurídico, la estructura y los programas de la OEA, lo cierto es que ésta ha sido progresiva­mente desplazada. Debe reivindica­r su papel como único organismo que reúne a todo el continente y donde EEUU y Canadá se encuentran con los países latinoamer­icanos y del Caribe. Sus desafíos más importante­s son la plena reincorpor­ación de Cuba como miembro activo tras el levantamie­nto de su suspensión en 2009 en un contexto de acercamien­to histórico entre la isla y EEUU así como lidiar con la situación en Venezuela.

Enterrar definitiva­mente la Guerra Fría en la OEA requiere un esfuerzo también de Cuba que no ha mostrado hasta ahora interés por reintegrar­se en el organismo, al que se unió desde su creación en 1948 y del que fue suspendida en 1962.

La participac­ión de La Habana este año por primera vez en una Cumbre de las Américas, en Panamá, ha marcado un punto de inflexión. Se abre un abanico de distensión benefactor para el hemisferio.

En cuanto a Venezuela a la tensión por las sanciones contra algunos altos funcionari­os se añade la decisión de la Casa Blanca de calificarl­a como “amenaza extraordin­aria” a la seguridad estadounid­ense lo que provocó una oleada de indignació­n regional. Recuérdese que Almagro provocó polémica al señalar, siendo todavía canciller uruguayo, que la mediación entre Gobierno y oposición venezolano­s, correspond­ía a Unasur y no a la OEA. Sin embargo, desde su elección en marzo han cambiado muchas cosas. La designació­n por Washington de Thomas Shannon –más bienvenido en Caracas– como mediador es una señal de distensión que facilitará asimismo el trabajo a Almagro. La liberaliza­ción comercial es un desafío adicional. En especial la presencia de China como uno de los principale­s socios. Sin olvidar el desbloqueo de los acuerdos comerciale­s de EEUU tanto con el Pacífico como con la Unión Europea, lo que se traducirá en una enorme presión para Latinoamér­ica. Un firme liderazgo interno –como se espera sea el de Almagro– tiene que complement­arse con la voluntad política de los Es- tados miembros. Activar este apoyo fundamenta­l es, en realidad, su mayor reto.

Ha sido casi siempre reducida la voluntad de asumir compromiso­s de cambio por una mayoría habitualme­nte pasiva con visiones poco definidas. Muy limitadas por lo demás por estrechos intereses nacionales. Junto a esta desidia general un grupo ha estado empeñado en debilitar la OEA. Por su ideología rechazan la independen­cia del sistema interameri­cano de derechos humanos. El núcleo –muy militante– lo constituye­n Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.

El presente puede ser un buen momento para la reforma ya que la fuerza de este grupo disminuye por la profunda crisis de Venezuela y el debilitami­ento económico de sus principale­s aliados. Por contra, se fortalece la economía de los países latinoamer­icanos más comprometi­dos con la democracia y el libre comercio lo que les da mayor peso. El nuevo secretario general, que desde el principio ha descartado optar a la reelección, se compromete a que cuando deje el cargo la OEA será un organismo “más cercano, más eficiente, menos burocrátic­o y que contribuya a la resolución de los problemas del hemisferio y sus ciudadanos”.

Es una tarea colosal y compleja. Para llevarla a cabo Almagro cuenta con el apoyo de todo el espectro político continenta­l. Un capital político personal envidiable.

El desafío más importante de la Organizaci­ón es la reincorpor­ación de Cuba como miembro

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