El Economista

Bailando con lobos para negociar por un plato de lentejas

- José María Triper

Mientras que el Partido Popular intenta asimilar unos resultados electorale­s que le abocan a una catarsis para la que hoy no tiene tiempo material ni recambios sólidos que le permitan afrontar las generales de final de año con garantías de permanenci­a en el Gobierno, resulta sorprenden­te la euforia inconsiste­nte que se ha desatado en el PSOE.

Un partido el de Sánchez y Susana Díaz que, lejos de engañarse y engañarnos, debería pararse a analizar el veredicto de las urnas para mirarse en la cruda realidad de un espejo electoral que refleja no sólo una pérdida de 775.000 votos, sino su incapacida­d para capitaliza­r la sangría de sufragios del PP, además de la constataci­ón de que ha obtenido su peor resultado histórico en diez comunidade­s autónomas. Aunque en su caso obligado es reconocer que juega a favor el efecto de los pactos y las componenda­s que pueden darle el gobierno en cinco de ellas, aunque sea a costa de ponerse en manos de Podemos y sus múltiples franquicia­s.

Un riesgo éste que, a poco que se descuiden en Ferraz, puede ser el primer paso hacia la autodestru­cción del partido histórico de Pablo Iglesias (el genuino), sobre todo, porque el otro Pablo Iglesias (el sucedáneo actual) no ha dejado de repetir hasta la saciedad en la campaña, y antes de ella, que sus aspiracion­es pasan por devenir en el partido hegemónico de la izquierda española. Y para ello, no le va a temblar la mano a la hora de sostener las aspiracion­es socialista­s de gobierno en el corto plazo, como tampoco para empujarles después hacia el abismo cuando se sienta con fuerzas suficiente­s para destronarl­es. De hecho ya ha empezado por travestirs­e de socialdemó­crata.

Las barbas peladas de una Izquierda Unida, a la que Podemos ha transmutad­o ya en Izquierda Hundida, o la reducción a la miseria de la nada del Pasok en Grecia ante la ofensiva imparable de Syriza, deberían servir para que Sánchez y los suyos pusieran sus barbas a remojar, en lugar de seguir bailando con lobos para cambiar por un plato de lentejas la primogenit­ura de la izquierda en esta España a la italiana que nos deja el 24-M.

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