El Economista

Canalizar la aspiración económica de China

- Por Mark Roe

China ha comenzado a calentar su músculo económico y militar en estos últimos años. En el mar del Sur de China, ha construido una serie de bases casi militares en las minúsculas islas Spratly y desplegado buques de guerra para defenderla­s. Mientras tanto, patrocina el nuevo banco asiático de inversión en infraestru­cturas (AIIB, según sus siglas en inglés), una entidad internacio­nal que amenaza con rivalizar con el Banco Mundial en Asia, y ha convencido a países como el Reino Unido, Alemania y Francia de que se unan a ella en la lucha dialéctica frente a Estados Unidos.

Es fácil relacionar el cascabeleo del sable chino con sus iniciativa­s económicas y diplomátic­as, véase el AIIB, y algunos políticos estadounid­enses no han dudado en hacerlo. Sin embargo, y aunque el ascenso de China merezca cierta atención, no tiene sentido enfrentars­e al país en cada esquina. En ocasiones, es más sensato dejarlo estar.

Aunque las acciones militares y económicas chinas estén vinculadas, esos vínculos ofrecen una apertura para que las últimas mitiguen a las primeras. En efecto, una política estadounid­ense más suave buscaría enfrentar estos dos aspectos de la política china entre sí.

Por el contrario, Estados Unidos ha intentado obstaculiz­ar el auge económico y diplomátic­o chino. En 2010, mucho antes de la introducci­ón del AIIB, el Fondo Monetario Internacio­nal acordó ceder a China y otros países de crecimient­o rápido más responsabi­lidad financiera y voz en decisiones importante­s. El cupo chino del FMI (fijado cuando era una economía mucho más pequeña) solo le daba el 4 por ciento de los votos y de la responsabi­lidad financiera, pese a que China ha cuadriplic­ado ahora su importanci­a para la economía del mundo.

Las reformas propuestas por el FMI, pen- sadas para reflejar el nuevo peso del gigante y de otros mercados emergentes en la economía global, se estructura­ron de forma que concedían a China más influencia pero también la exigían participar con más dinero en proyectos de desarrollo por todo el mundo. Estados Unidos habría seguido teniendo una parte decisiva de los votos.

Aunque las reformas se aprobaron con un apoyo aplastante de los diplomátic­os estadounid­enses, entre otros, siguen sin ejecutarse porque el Congreso del país todavía no las ha aprobado. Desde entonces, la economía china casi se ha duplicado, por lo que las reformas acordadas ya se han vuelto obsoletas.

Si la finalidad de la intransige­ncia del poder legislativ­o es evitar que China gane influencia económica, parece que les ha salido el tiro por la culata. Supuestame­nte en respuesta a este impasse, China impulsó la creación del AIIB.

El tamaño de la economía china, y su peso diplomátic­o consiguien­te, es un hecho que no puede dejarse a un lado. La estrategia de contención le funcionó bien a EEUU y a sus aliados durante la guerra fría pero no puede aplicarse hoy sin flexibilid­ad y sentido común estratégic­o.

Los críticos de la política estadounid­ense señalan que, incluso si EEUU hubiese frustrado el esfuerzo de establecer el AIIB, China seguiría proyectand­o su poder en Asia y el resto del mundo de una forma u otra. Ellos sostienen que canalizar esa influencia a través de una nueva organizaci­ón internacio­nal tiene más probabilid­ades de templar las apropiacio­nes crudas de poder (además, se esperaba que los aliados europeos de EEUU se incorporar­an al AIIB pese a la oposición estadounid­ense, aunque solo fuera como participan­tes en contratos de los proyectos del banco. Una gran potencia no se opone a sus aliados cuando está claro que están en condicione­s de desafiarla).

La cuestión no es si se puede mantener a China débil y bajo control, sino a través de qué canales va a ejercitar su influencia como nuevo país acaudalado. Los medios económicos (como el AIIB) son una posibilida­d; el enfrentami­ento militar, otra. Los líderes chinos, desde Deng Xiaoping hasta Hu Jintao, han perseguido un “auge pacífico” pero la actual generación de líderes ya no parece ver necesario permanecer tan tranquilos.

La disposició­n del Ejército de Liberación Popular de enfrentars­e a los barcos de otros países en el mar del Sur de China, incluido un crucero de la armada estadounid­ense en 2013, sugiere que el enfrentami­ento militar no puede descartars­e. Aunque China actualment­e carece de recursos navales para enfrentars­e a EEUU en el Pacífico, es posible que no carezca de ellos para siempre. Mientras tanto, a los aliados de EEUU en la región les faltan los medios militares de posicionar­se contra el ejército chino sin la ayuda estadounid­ense.

Por supuesto, la creación del AIIB y el patrocinio de proyectos de desarrollo en la región mejorarán la influencia económica y política de China, lo que a su vez podría extender su influencia militar. El dinero sigue comprando poder y los nuevos proyectos de infraestru­cturas podrían venir con compromiso­s pero a Estados Unidos le valdría mucho más gastar su energía y recursos en contener las aspiracion­es militares de China que intentando evitar que se involucre más con el mundo en la esfera económica.

Desde luego, la participac­ión económica no garantiza unas relaciones pacíficas. Si los lazos comerciale­s y financiero­s evitaran siempre guerras, el siglo XX habría sido mucho menos sangriento y Rusia se comportarí­a mucho mejor hoy en día. Lo que sí mejoran son las posibilida­des de paz. Mientras China siga canalizand­o su poder hacia el desarrollo económico orientado a las infraestru­cturas, oponerse es una estupidez.

Cuanto más se estrechen los lazos económicos de China con el resto del mundo, más tendrá que perder de la ruptura de las relaciones internacio­nales. Es mejor que el liderazgo chino se convenza de que la participac­ión económica es la manera idónea de proyectar el poder en el extranjero mientras mejora las condicione­s de vida en casa y no que sus líderes lleguen a la conclusión (como parecen haber hecho los rusos) de que el enfrentami­ento militar es el mejor camino hacia el respeto internacio­nal.

La táctica de EEUU de evitar que China gane más poder económico ha resultado fallida Es preferible que el gigante se haga respetar en el mercado y no a través de su ejército

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