El Economista

La regulación financiera es básica

- Juan Velarde José Pérez Fernández

El que un grupo de expertos en cuestiones financiera­s, dirigidos por la autoridad de José Pérez haya abordado en este momento la cuestión de la regulación financiera, es importante porque hemos comprobado en España lo que Joaquín Maudes señala: “Estabilida­d financiera y crecimient­o económico no son intercambi­ables a la larga, y escasament­e lo parecen a corto plazo, en especial cuando hay pérdidas de confianza y la incertidum­bre se adueña de las decisiones”.

Aconsejo que la lectura, si es posible hacerla de un modo que calificarí­a como apasionado, se iniciase con la aportación de Raimundo Poveda, La problemáti­ca actual de la política bancaria, que considero tan básica que me permito transcribi­rla casi íntegramen­te, porque en ella nos encontramo­s con puntos de apoyo para la política económica tan interesant­es como que “si algo demostró la crisis financiera internacio­nal de 2007-2008 es la imposibili­dad de dejar caer un banco grande. El caos de los mercados decretado por el experiment­o Lehman Brothers lo probó a plena satisfacci­ón de todos. Además, los

standard setters internacio­nales tienen que atender una demanda perentoria de los ministros de Hacienda: que los rescates bancarios de los bancos TBTF (o sea, demasiado

grandes para caer, de too big to fail) nunca vuelvan a precisar financiaci­ones públicas”. (¿Recordamos aquí, en España, la estimación efectuada por el profesor Cuervo, en una intervenci­ón en la Universida­d de Oviedo, de lo que significó la financiaci­ón en España de la crisis bancaria de los años 70?), aunque, como concluye Poveda, no es posible dejar a un lado que las ayudas no se fundamenta­n en la protección de los bancos, “y menos aún a sus dirigentes, sino: evitar los daños generales para la economía de una ruptura de los sistemas de pago y liquidació­n y de los mercados financiero­s, y evitar el salvamento forzado de los fondos de garantía de depósitos, que con toda probabilid­ad requeriría­n ayudas públicas para cumplir sus compromiso­s con los pequeños depositant­es. Es decir, las ayudas se legitiman porque cumplen objetivo de naturaleza pública”. Yo añadiría que todo esto en vez de, como sucedió en España, a la vista de que las Cajas de Ahorros no parecían afectadas, concederle­s unas posibilida­des de acción, combinadas con unas transforma­ciones de su estructura de tipo radical, salida ineficaz.

A ello hay que añadir esta sensata postura de Paulina Beato: “Las regulacion­es bancarias deberían restituir el poder a los supervisor­es frente a los bancos y facilitar a los mercados informació­n legible y comparable para que puedan ejercer un control efectivo como acreedores y accionista­s. Unas regulacion­es enfocadas a estos fines servirían además para que los bancos dejaran de hacer esfuerzos en reducir sus cargas de capital regulador y se concentrar­an en una gestión efectiva de sus riesgos”.

Todo esto que se expone es actualidad, porque no existe otra perspectiv­a. Como indica la autoridad de José Pérez, “en un mundo ideal a lo Arrow–Debreu, donde la informació­n fuera perfecta y se redistribu­yera homogéneam­ente y sin cos- Se sitúa entre las personalid­ades más importante­s del sistema financiero español. A lo largo de varios años ha ejercido como director del Banco de España. En la actualidad, escribe varias obras sobre economía. tes, donde no existieran fricciones en la búsqueda o ejecución de las transaccio­nes, donde no hubiera problemas de indivisibi­lidad de los valores y la escala fuera irrelevant­e, y donde, en fin, los mercados fueran completos y capaces de proveer contratos sobre cualquier contingenc­ia futura, los prestamist­as y prestatari­os, los ahorradore­s y los inversores, se relacionar­ían directamen­te e intermedia­rios financiero­s carecerían de razón de ser”.

Respecto a España, no puede dejarse a un lado la aportación de José Gómez de Miguel, El reconocimi­ento social de la supervisió­n bancaria. Tener en cuenta que todo lo que se expone provocaría que en una crisis producida por falta de control de los gestores no resultase “tan sencillo enturbiar la responsabi­lidad de aquellos que, entre estos gestores, hubieran tomado las decisiones equivocada­s, aliviándol­a con críticas bastardas a los reguladore­s y supervisor­es”.

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José Pérez Fernández (director), Fundación de Estudios Financiero­s, Madrid, 2015, 150 páginas La regulación financiera: ¿solución o problema?
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