CIUDADANOS Y EL NO AL CUPONAZO VASCO
La historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y mensajera de la antigüedad”. Eso señalaba Cicerón. Traigo a colación esta cita porque mi compañero en el Consejo Editorial de elEconomista, el profesor Juan Velarde, señalaba que sobre el cupo vasco, convenía conocer la historia. Eso es indiscutible, para casi todo conviene conocer la historia. Sin embargo, otra cuestión es el argumento de defensa del “cuponazo vasco”, por ejemplo del ministro Montoro, de que “siempre se ha hecho así”.
Según la tesis de Velarde, que sigue en este punto a Jaime Ignacio del Burgo, el cupo vasco es un acuerdo que puso punto final a las guerras carlistas, y que supuso que las Diputaciones Vascas empezasen a aportar a las Cargas Generales de la Nación. Además, el profesor Velarde considera que el País Vasco es, junto con Madrid y Cataluña, el “triángulo básico” de la economía española, que se vería perjudicada si se alterase radicalmente “el mundo fiscal vasco”.
Además, el profesor Velarde, en esa misma línea, concluía su artículo señalando: “Por todo eso, Ciudadanos es un partido político que debería, entre otras cosas, meditar seriamente acerca de sus tesis sobre el cupo vasco.”
Como responsable de Hacienda de Ciudadanos, creo que el profesor Velarde no ha tenido en cuenta algunas cuestiones. Empecemos por la aportación a las “Cargas Generales de la Nación”: originariamente es posible que el cupo fuese suficiente para pagar “la parte vasca” de los gastos generales de la Nación, ahora no es así. Antes del cuponazo, el cupo vasco eran unos 1.600 millones de euros, y después, 1.300 millones. Como los vascos son el 4 por ciento de la población, y aproximadamente el 6 por ciento del PIB del conjunto de España, si todos aportásemos al Estado, como lo hacen las diputaciones forales vascas, no reuniríamos ni siquiera los 40.000 millones que tuvo que pagar el Estado el año pasado en intereses de la deuda, con lo que no habría dinero para nada más. Y eso antes de la rebaja del cuponazo, y aunque se aportase en función de la población y no de la renta- como debería ocurrir.
Pero es que ni siquiera hay una aportación real de 1.300 millones de euros de las diputaciones forales al Estado. Según las cuentas públicas territorializadas de 2014 del Ministerio de Hacienda, el País Vasco, la segunda Comunidad Autónoma en renta per cápita, recibió 3.378 millones de los habitantes del resto de España. Por el contrario, la primera y la cuarta, Madrid y Cataluña, aportaron respectivamente, 19.000 y cerca de 10.000 millones. Esta cifra, 3.378 millones de euros es aproximadamente un 30 por ciento de los presupuestos de la Comunidad Autónoma del País Vasco.
Esto supone que nos encontramos ante un cupo negativo, que tiene causas históricas. Lo que ocurre es que la historia no se terminó en 1981, fecha del primer concierto económico en la Democracia. En ese concierto económico estaba prohibido, literalmente, ceder los impuestos especiales, que recaudaba el Estado. Posteriormente, Aznar y Rato, modificaron el concierto para cederlos, porque el cupo ya salía negativo. Como estos impuestos se recaudan a salida de fábrica, y en el País Vasco hay una refinería que abastece a buena parte del Norte de España, esto no fue precisamente neutral. Cuando un santanderino o un burgalés llenan el depósito, a menudo, el impuesto de hidrocarburos no se reparte entre su Comunidad y el Estado, sino que va a las Haciendas Vascas.
Otro impuesto que no estaba vigente en España hasta 1986 era el IVA. El Gobierno socialista de Felipe González decidió que lo cobrasen las Haciendas Vascas. Luego, además, se estableció un ajuste, por el que se “complementa” la recaudación de las Diputaciones Forales, en una parte del IVA del resto de España. Esto debería ir al revés. Como corresponde a la segunda comunidad autónoma más rica, y a la más industrializada, sus empresas venden más fuera de Euskadi, que lo que las empresas del resto de España venden en el País Vasco. Lo curioso es que este ajuste (o más bien regalo) del Estado al País Vasco es superior al cupo, así en 2016 fue de 1.536 millones de euros.
En resumen, en los últimos 40 años, no sólo se han cedido impuestos a las diputaciones forales, sino que se han incrementado los ajustes de todo tipo a la Instituciones Forales, que hemos acabado financiando todos los españoles. El concierto y el cupo sí se pueden cambiar, pero solo a favor de los nacionalistas.
Esta historia culminó el pasado mes de noviembre cuando no solo se incrementó esta financiación en 300 millones al año, sino que se reconoció una “deuda” del Estado con las
En los últimos años, han aumentado los ajustes forales que hemos financiado todos los españoles Las políticas estatales con los nacionalistas son el origen del problema en Cataluña
instituciones vascas de 1.400 millones, porque “habían estado pagando de más”. Esto se tramitó en dos leyes, por vía de urgencia, y en lectura única, es decir, dos leyes fiscales de una importancia capital, a las que el Congreso, la sede de la Soberanía Nacional, no podía tocarles una coma. Y sí había “comas” que tocar, como los disparatados ajustes que los anteriores gobiernos, genuflexos con los nacionalistas, habían ido introduciendo en el régimen del concierto, y en el cálculo del cupo. Creo que esta política de los gobiernos de España con los nacionalistas está en el origen del problema en Cataluña, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Creo que el momento para debatir el cupo y el concierto económico no era el más oportuno. De hecho, yo le recomendé a mis interlocutores del PP, que se esperasen, aunque solo fuese por su propio interés, a que el PNV estuviese dispuesto a apoyar los presupuestos. Creo que Rajoy y Montoro, en esto, como en gran parte de su política territorial, no acertaron, como se vio cuando el PNV apoyó a Podemos para deshacer gran parte de la ley de estabilidad presupuestaria, solo horas después de que en el Senado el cuponazo hubiese quedado definitivamente aprobado.
En cualquier caso, mi partido, Ciudadanos, se quedó solo presentando enmienda a la totalidad y votando contra la opacidad en el cálculo del cupo, los privilegios disfrazados de ajustes y la insolidaridad de los nacionalistas. Meditándolo seriamente, volveríamos a votar no al cuponazo. Estamos convencidos de que no era lo que le convenía ni a España ni a los españoles, y que la historia nos dará la razón. Feliz año 2018 a los lectores de elEconomista.